La onda
expansiva provocada por el caso Cahuzac ha dañado gravemente, acaso de forma
irreparable, la estabilidad del Gobierno francés, que once meses después de su
constitución puede tener las semanas contadas. La oposición, pero también
numerosos miembros de la mayoría gubernamental, presionan a François Hollande
para que responda a la crisis política abierta con el escándalo de la cuenta
suiza del exministro del Presupuesto, Jérôme Cahuzac, con una remodelación en
profundidad del Ejecutivo y un giro en la orientación política.
El presidente francés, poco dado a las maniobras bruscas,
prefiere diferir los cambios, tanto más cuanto que es la derecha quien –por
boca del presidente de la UMP, Jean-François Copé– los pide a voz en grito. “No
es el Gobierno quien está en cuestión, sino un hombre. No hay ninguna decisión
que tomar sobre el Gobierno”, afirmó ayer Hollande en Rabat, donde finalizó una
visita oficial de dos días a Marruecos. Pero la gravedad de la crisis es tal
que no podrá no hacer nada.
La intervención por televisión del presidente el miércoles
prometiendo la adopción de nuevas medidas contra la corrupción –la mayoría de
las cuales ya estaban sobre la mesa– no han bastado para restablecer la
confianza.
El escándalo de la cuenta bancaria abierta en Suiza y no
declarada por Jérôme Cahuzac –que acabó confesando tras negarlo de forma
pertinaz durante cuatro meses–, ha caído a plomo sobre el presidente francés,
además de esparcir el descrédito sobre la clase política francesa. La
desafección de los ciudadanos hacia Hollande –apenas un 27% o un 29%, según
diversos sondeos, confía todavía en él– ha llegado a un nivel nunca visto en
tan poco tiempo en la historia de la V República. Todo el plan de comunicación
diseñado por el Elíseo para tratar de recuperar el favor de la opinión –y que
culminó con la entrevista televisiva del presidente de hace justo una semana–
ha quedado totalmente destrozado.
El hecho de que Cahuzac, que no dimitió hasta el pasado 19
de marzo, haya podido engañar impunemente durante tanto tiempo al presidente de
la República y al primer ministro, Jean-Marc Ayrault, ha causado estupefacción,
cuando no incredulidad. Los mejor pensados hablan de impericia, los más
desconfiados sospechan que el Gobierno sabía pero trató de tapar el asunto.
En un caso como en el otro, quien se encuentra en una
situación más delicada es el superior jerárquico de Cahuzac, el ministro de
Economía, Pierre Moscovici. Si Hollande se viera forzado a prescindir de él en
una eventual remodelación gubernamental, implicaría –si se le suma el cese
forzoso de Cahuzac– lisa y llanamente el desmantelamiento del equipo económico
del Gobierno.
El problema para Hollande es que no es únicamente la UMP
quien le exige un cambio de Gobierno. Los propios socialistas y sus aliados –la
mayoría, bajo anonimato, pero unos pocos públicamente– le empujan para que tome
una decisión audaz que transmita a la opinion pública que recupera la
iniciativa política. El presidente del grupo parlamentario socialista en la
Asamblea Nacional, Bruno Le Roux, sugirió ayer la necesidad de hacer cambios en
el Gobierno para formar un un equipo más reducido e integrado. Por su parte, la
líder de Los Verdes y ministra de Vivienda, Cécile Duflot, juzgó necesario
tomar una decisión “fuerte”, en la forma como en el fondo”.
El primer problema que se plantea es el futuro del primer
ministro. Discutido dentro y fuera, cuestionado en su autoridad, Jean-Marc
Ayrault podría ser el principal candidato a saltar –para eso el jefe de
Matignon es el principal fusible político de la V República– si no fuera porque
no lleva ni un año en el cargo. El segundo problema es identificar a las
personalidades, del PS o de fuera, que podrían sumarse al Ejecutivo. En el
partido no menudean las grandes figuras, con peso político e impacto mediático.
Martine Aubry y Ségolène Royal lo tienen, pero por razones diferentes no serían
interlocutores fáciles para el presidente francés. Hay quien habla también del
alcalde de París, Bertrand Delanoë.
Más allá de las personas, algunos socialistas creen
necesario dar un golpe de timón a la izquierda y suavizar los planes de
reducción del déficit, aún a costa de enfrentarse con Angela
Merkel.
El tesorero del presidente, en las Islas Caimán
Nunca hay un buen momento para determinadas revelaciones,
pero en este caso a François Hollande no podía caerle peor. En medio del
escándalo Cahuzac, el diario vespertino Le Monde reveló
ayer que el hombre de negocios Jean-Jacques Augier, viejo amigo del presidente
francés y tesorero de su campaña en las elecciones presidenciales del 2012, es
accionista de dos sociedades offshore (extraterritoriales) en el paraíso fiscal de las Islas Caimán. La revelación
forma parte de un vasto trabajo de investigación periodística sobre los
paraísos fiscales –Offshoreleaks– llevada a cabo por el
Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, con base en
Washington, en colaboración con 36 medios de comunicación de todo el mundo, que
han analizado 2,5 millones de documentos.
Entre los datos obtenidos sobre
personalidades francesas, que Le Monde promete ir
desvelando en los próximos días, acaso el políticamente más destacado es el que
atañe a Jean-Jacques Augier, un amigo de Hollande de la época de la ENA, donde
ambos integraron la promoción Voltaire. Augier, que fue inspector de finanzas
antes de dedicarse a los negocios –es editor de los semanarios Books y Têtu–, reconoció ser
accionista de dos sociedades a través de su holding financiero Eurane, y
justificó su creación por una petición de sus socios en China. Pero negó haber
hecho nada ilegal ni haber obtenido ningún beneficio de tipo fiscal, a la vez
que aseguró no disponer de ninguna cuenta bancaria personal fuera de Francia. Y
añadió que el presidente francés no tiene nada que ver.
François Hollande aseguró desde
Rabat (Marruecos) ignorar por completo las actividades privadas de su amigo y
añadió que si de su actividad en el paraíso fiscal de las Islas Caimán se
deduce una infracción, las autoridades fiscales actuarán en consecuencia. El
presidente añadió que las cuentas de su campaña electoral fueron avaladas por
el Consejo Constitucional, que no encontró ninguna irregularidad.
Registro por el caso de los sondeos de Sarkozy
La policía registró ayer el domicilio y un despacho de
Patrick Buisson, ex colaborador de Nicolas Sarkozy en el Elíseo, en el marco
del llamado caso de los sondeos. La justicia investiga si hubo favoritismo en
la adjudicación de las numerosas encuestas encargadas entre el 2007 y el 2012
por la Presidencia, por un montante de 9,3 millones de euros.
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