domingo, 28 de abril de 2013

"Francia se encamina hacia una crisis social muy grave" (entrevista a Dominique Reynié)


Profesor en Sciences Po y director de la Fundación para la Innovación Política, Dominique Reynié (Rodez, 1960) alertó hace dos años del ascenso de los movimientos populistas en Europa en un libro devenido una referencia, “Populismos: la pendiente fatal”.

-¿Las cosas están sucediendo como usted se temía?

-Desgraciadamente, el deslizamiento de Europa hacia movimientos de protesta y populistas se ha confirmado ampliamente. Ha habido incluso cierta aceleración, como en el caso de Italia.

- En Francia, el movimiento de Frigide Barjot contra el matrimonio homosexual ¿forma parte de este fenómeno?
- Es un síntoma más del debilitamiento de los partidos de gobierno, que es uno de los aspectos de la crisis populista. Ello refuerza a los partidos de protesta.

- Que en Francia son el Frente Nacional de Le Pen y el Frente de Izquierda de Mélenchon...

- En efecto. Aunque por el momento es el Frente Nacional el principal beneficiario. El FN es el mejor situado, puesto que está contra la austeridad, contra Europa, contra los inmigrantes… En términos de intensidad de protesta, presenta el modelo más puro.

- ¿Cabe esperar un gran ascenso electoral del FN en el 2014?

- En las elecciones europeas, sí. La abstención es aquí elevada y ello hace que aumente el peso relativo de los partidos de protesta. En las municipales, los votos del FN también aumentarán. Otra cosa es que obtenga más ciudades.

- ¿La cuestión de la inmigración es un elemento esencial?

- De manera general, el populismo es electoralmente más eficaz cuando mantiene un discurso de hostilidad hacia la inmigración. Esta es la cuestión clave, la que más moviliza al electorado de protesta. Eso y el llamado chauvinismo social o etnosocialismo, que consiste en decir que puesto que no hay más dinero, hay que reservarlo para los nacionales.

- En su libro habla de un nuevo populismo “patrimonial”.

- Es la respuesta a la combinación de la mundialización, económica y cultural, y del envejecimiento demográfico, que da la sensación a muchos europeos de que su estilo de vida está desapareciendo. La asociación de una crisis material, que afecta al nivel de vida, y una crisis inmaterial, que atañe al estilo de vida, a la identidad, crea una desestabilización existencial. La oferta de los partidos populistas es el cierre de fronteras, pero eso no funciona. La única solución es crear un poder público europeo fuerte.

- ¿Es Francia es un país dominado por el miedo?

- Sí, ciertamente. La campaña presidencial del 2012 ya se desarrolló bajo el signo del miedo. Ningún candidato propuso la apertura, sino la protección: social, nacional, étnica... Los franceses tienen muchos miedos. Temen el paro, la crisis económica, la inmigración, la inseguridad, la ruina por la deuda, la presión fiscal, el conflicto social, el Islam, el fin de la familia… Frente a esto, no hay ningún discurso político de esperanza, de horizonte.

- Hay quien compara la situación actual con las de los años treinta e incluso con 1789…

- La Francia de hoy no tiene nada que ver con la de los años treinta, es una comparación imposible. Atravesamos una crisis muy grave y hay movimientos de grupos de extrema derecha, pero la situación es muy diferente.

- Hay quien teme, en cualquier caso, una explosión social...

- Francia se encamina hacia una crisis social muy grave, pero que no se expresará como en otros momentos de la Historia. No habrá grandes movimientos, porque no hay grandes jefes, ni grandes partidos, ni grandes sindicatos, ni grandes intelectuales. Será una crisis caótica. Hay algunos signos, brotes de violencia... Podemos encontrarnos con una crisis parecida a la de las banlieues en el 2005, que fue un movimiento sin organización, sin líderes, sin cultura política ni sindical.

- Esto es, protestas violentas, pero no una insurrección...

- Por el momento lo veo así. Pero no hay que olvidar tampoco que Francia es un país donde hay mucho dinero, que el 60% de los franceses son propietarios y que hay una tradición conservadora fuerte. Esta Francia, a la que no le gusta la agitación, puede pedir una reacción de orden.


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