Las relaciones
entre Francia y Alemania, considerablemente degradadas en los últimos meses a
causa del desencuentro político y personal entre François Hollande y Angela
Merkel, acaban de ser sometidas a una dura prueba con la actitud beligerante
adoptada en los últimos días por el Partido Socialista francés hacia la
canciller alemana. En una delicada situación a causa de los malos resultados
económicos –el paro, con 3,2 millones de personas, ha alcanzado un récord
histórico–y crecientemente acosados por su izquierda, los socialistas franceses
parecen haber encontrado en Merkel el adversario ideal y, a riesgo de tensar
aún más las relaciones entre París y Berlín, han lanzado un ataque en toda
regla.
El gesto probablemente más hostil es un proyecto de
resolución preparado por la dirección del PS –bajo la batuta del secretario
nacional del partido para asuntos europeos, Jean-Christophe Cambadélis– en el
que además de cuestionar la política económica dictada por Berlín, se atacaba
personalmente a Angela Merkel, calificándola de “canciller de la austeridad” y
acusándola de “intransigencia egoísta”. Las alusiones personales fueron
finalmente retiradas, pero el mal ya estaba hecho. Sobre todo porque ha sido
amplificado por una cascada de declaraciones realizadas por algunas de las
figuras del ala izquierda del PS –del ministro de Consumo, Benoît Hamon, al
presidente de la Asamblea Nacional, Claude Bartolone–, que han planteado la
necesidad de ir a la “confrontación” con Berlín.
La ofensiva ha sido contrarrestada desde dentro por la
palabras conciliadoras con Alemania expresadas por el primer ministro,
Jean-Marc Ayrault, o la reacción exasperada de ministros como Michel Sapin o
Manuel Valls, críticos con la deriva de sus compañeros de filas. El ministro
del Interior, el más duro, llegó a tildar sus declaraciones de “irresponsables,
démagogicas y nocivas”.
Pero en medio de este batiburrillo lo más audible es el
silencio de Hollande, cuyo papel es equívoco. La ofensiva antialemana del PS
¿es un desafío lanzado al presidente francés por su ala izquierda? ¿o es un
movimiento propiciado por el mismísimo jefe del Estado? ¿No fue, a fin de
cuentas, Hollande quien defendió hace poco la dinámica de “tensión amistosa”
con Alemania?
Berlín reaccionó con mesura –el portavoz de Merkel, Steffen
Seibert, se limitó a reiterar que la relación franco-alemana es a sus ojos
“esencial”–, pero dando algunas muestras de incomprensión. Así, el presidente
del grupo de amistad franco-alemana y vicepresidente del grupo parlamentario de
la CDU-CSU, Andreas Schockenhoff, calificó los ataques del PS de
“inapropiados”. Hasta el presidente del grupo aeronáutico EADS, el alemán
Thomas Enders, se sintió obligado a intervenir en el debate y pedir a ambos
países que cooperen.
Las palabras más duras surgieron de la derecha francesa, que
reprochó ásperamente a Hollande que ponga en peligro a la pareja
franco-alemana. La controversia permitió incluso que viejos enemigos como
Jean-François Copé y François Fillon se unieran por un día para atacar al
presidente, a quien responsabilizan de la “degradación” de las relaciones entre
París y Berlín, y deplorar “el clima de germanofobia que está ganando al PS y
su aliado de extrema izquierda”. El ex primer ministro Alain Juppé, por su
parte, calificó de “detestable” el “resurgimiento en Francia del sentimiento
antiálemán”.
Reducción de los ejércitos en 24.000 efectivos
François Hollande va a proseguir –déficit y deuda obligan–
el camino abierto por su antecesor, Nicolas Sarkozy, de reducción de los
efectivos del ejército francés. El Libro Blanco de la Defensa, que marca los
principales ejes de la política en la materia para los próximos años prevé en
este sentido mantener lo previsto en la etapa anterior –esto es, una
disminución de 10.000 empleos de aquí al 2014, dentro de los 54.000 previstos–
y añadir una reducción de 24.000 más entre 2015 y 2019. Actualmente, el
ejército francés dispone de 280.000 efectivos, entre personal militar y civil.
El marco presupuestario se mantendrá estable, con un gasto previsto de 179.200
millones de euros constantes en este periodo, lo que mantiene el esfuerzo en el
1,5% del PIB (sin pensiones). El capítulo de la disuasión nuclear se mantiene
sin recortes y se consolida el papel de Francia en la OTAN. La capacidad de
intervención militar en el exterior, sin embargo se reducirá de 30.000 a entre 10.000 y
20.000 soldados.