¿Qué tienen en común una
edición original de la Constitución francesa de 1791 y una primera
edición de Los Miserables de Victor Hugo, un rarísimo
ejemplar del poema Leaves of Grass de Walt Withman y el
decreto del zar Alejandro II aboliendo la servidumbre en 1861, una primera
edición de Memorias de guerra del general De Gaulle y un
ejemplar de El hombre rebelde dedicado por el propio
Albert Camus a Jean-Paul Sartre antes de enemistarse, una carta del emperador
Carlos V datada en 1535 y la portada del diario L’Aurore de 1898 con el célebre Yo acuso de Émile Zola, una serie
de fotografías originales de Churchill y Lenin, y carteles de la Comuna de París
y de Mayo del 68, la primera edición del Tratado sobre la
tolerancia de Voltaire de 1763 y uno de los primeros cuadernos de Tintín en el país de los soviets de 1930?
Todo ello forma parte de la biblioteca personal del ex primer
ministro francés Dominique de Villepin, integrada por 542 libros, impresos,
cartas, fotografías y carteles de los siglos XVI al XX, que entre ayer y hoy es
subastada en la sala Drouot de París bajo el villepinesco título de Fuegos y llamas. Un recorrido íntimo y apasionado por
algunos de los momentos y los personajes claves de la Historia occidental.
La venta de su biblioteca política viene a cerrar el ciclo
iniciado por Dominique de Villepin hace cinco años, cuando tras culminar su
trilogía sobre Napoleón I, vendió en subasta su amplia biblioteca napoleónica
por un millón de euros. Una cifra inferior a la que podría obtener en esta
ocasión...
Los motivos económicos tienen sin duda su peso en la
decisión del ex primer ministro francés de desprenderse de su biblioteca: su
actividad profesional como consultor internacional no pasa por su mejor momento
–el año pasado sus beneficios se redujeron de 1,5 millones a 392.000 euros,
según reveló recientemente Le Nouvel Observateur–. Pero
hay también razones de tipo personal. “Es una forma de cerrar un capítulo, pero
sobre todo de abrir uno nuevo”, explica Villepin en la introducción del
catálogo. Abandonado hace dos años y medio por su mujer, Marie-Laure
Le Guay, Villepin –que en algún momento barajó la idea de presentarse a las
elecciones presidenciales del 2012– ha sido también abandonado por la política.
El fogoso ex primer ministro, célebre por su histórico
discurso en las Naciones Unidas contra la guerra de Iraq en 2003, goza estos
días de una inesperada –y fugaz– popularidad con el estreno de la película Quai d’Orsay, de Bertrand Tavernier, que adapta el
exitoso cómic homónimo de Christophe Blain donde bajo los rasgos de un
inventado Alexandre Taillard de Vorms se ve –más que se adivina– el carácter
vehemente y egocéntrico de un tal Dominique Galouzeau de Villepin.
Pero los franceses ya lo han guardado en el baúl de los
trastos viejos e inservibles: un sondeo reciente de BVA para Le
Parisien constataba que el 75% de los ciudadanos no le quiere como
candidato al Elíseo en el 2017 –lo ven demasiado aislado, snob, personalista y
oportunista– y un 57% desea que se retire de la política.
Fascinado por los grandes hombres que han escrito la
Historia, persuadido de su propia talla, para Villepin la venta de su
biblioteca viene ser una manera de subrayar su desprecio por una época que
juzga banal. “Una forma –escribe– de convencerme a mí mismo de que no hay
fatalidad en la mediocridad política”.
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