Los centristas han vuelto a la escena política en Francia.
Las dos grandes familias enemistadas del centro francés, reagrupadas en la
Unión de los Demócratas Independientes (UDI) de Jean-Louis Borloo y el
Movimiento Demócrata (MoDem) de François Bayrou, han sellado esta tarde su
reconciliación con el lanzamiento de una coalición electoral significativamente
bautizada como La Alternativa. No se trata de una fusión –no todavía- y cada
cual mantendrá inicialmente su propia identidad y su autonomía en el marco de
la alianza. Matrimonio de conveniencia, pero matrimonio al fin y al cabo, se
trata del primer y más importante paso en el camino de reconstrucción de la antigua
Unión por la Democracia Francesa (UDF) de Valéry Giscard d’Estaing.
Dividido, disperso y fagocitado por la derecha de origen
gaullista, el centro político había prácticamente desaparecido en Francia. Tan
sólo François Bayrou, el único dirigente díscolo que se negó a fusionarse en la
gran Unión por un Movimiento Popular (UMP) impulsada por Jacques Chirac,
mantuvo viva la llama de la independencia, llegando incluso a atraer en torno a
su candidatura al 17% de los votantes en las elecciones presidenciales del
2007. Pero el sistema político francés –mayoritario- le acabó condenando al
ostracismo y dejándole sin apenas representación parlamentaria.
Si la reconstitución del centro ha sido posible, mal que le
pese hoy a la UMP, ha sido a causa de la deriva derechista impuesta por Nicolas
Sarkozy durante su mandato presidencial y confirmada por su sucesor en la
presidencia del partido, Jean-François Copé, adalid de la “derecha
desacomplejada”. La radicalización de la derecha y sus coqueteos ideológicos
con el Frente Nacional, particularmente acusados durante la campaña de las
presidenciales del 2012, acabaron expulsando a los centristas y abriéndoles un
espacio inesperado. El ex ministro Jean-Louis Borloo fue quien, desde la
mayoría gubernamental, protagonizó la escisión, aunque manteniendo su alianza
con la UMP.
De hecho, el nuevo centro, La Alternativa, y a diferencia de
la política llevada a cabo por Bayrou al frente del MoDem, nace con la vocación
de mantener una alianza preferente con la derecha, su socio histórico e
ideológicamente más afín. Afín pero no idéntico. Como subrayó Borloo al fundar
la UDI, la derecha francesa “siempre ha caminado con dos piernas”. Y así va a
ser de nuevo. Uno de sus principales ejes programáticos es combatir “toda
tentación y toda deriva en dirección a los extremos”.
El jefe de filas de la UMP, Jean-François Copé, saludó el
nacimiento de La Alternativa con un evidente disgusto, recordando que François
Bayrou –quien en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del año pasado
llamó a votar por el socialista François Hollande- “contribuyó a la derrota
electoral de Nicolas Sarkozy”.
La vocación del centro de aliarse con la derecha, escrita
negro sobre blanco en el acuerdo de coalición, deberá convivir sin embargo con
el hecho de que los centristas de Bayrou gobiernan en algunos municipios
aliados con los socialistas. Así, la nueva alianza tiene previsto presentarse
como cartel electoral en todas las elecciones nacionales, regionales y europeas
-las próximas, en mayo del año que viene-, pero mantiene una total ambigüedad
respecto a las municipales del mes de marzo. No vendrán por aquí, sin embargo,
los problemas. La gran prueba de fuego de la solidez de la nueva alianza
centrista llegará cuando toque designar un candidato propio al Elíseo en el
2017. Ahí, todas las ambiciones
personales entrarán en juego.
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