viernes, 15 de noviembre de 2013

Francia se enciende

La calle está que arde en Francia. Y los focos del incendio son múltiples. Tantos, que las llamas amenazan con descontrolarse. Maestros, policías, artesanos, agricultores, trabajadores de empresas privadas en crisis, monitores infantiles, inspectores del permiso de conducir, por no hablar del movimiento de los “gorros rojos” en Bretaña... la lista es interminable. No pasa un día sin que uno o varios sectores sociales se declaren en huelga, salgan a la calle a expresar airadamente su protesta –contra los impuestos, contra la falta de recursos, contra los cierres empresariales– y en algunos casos adopten actitudes vandálicas o violentas, como ha sucedido con la destrucción de varios pórticos de la ecotasa. Una reciente nota confidencial de los prefectos remitida a las más altas instancias del Estado advierte que el sentimiento de cólera está ganando de forma inquietante a los franceses y alerta del riesgo de una “explosión social”.

El diagnóstico de los prefectos –un cargo equivalente al de los antiguos gobernadores civiles en España– es altamente preocupante para el presidente francés, François Hollande, y su Gobierno, que aparecen a ojos de la opinión pública como impotentes para remontar la crisis y combatir el paro, y cuya política económica es ampliamente contestada. Que los maestros de escuela, un bastión tradicional de los socialistas, vayan a la huelga –en este caso contra la reforma de los ritmos escolares– indica hasta qué punto la desconfianza es general.

“Frente a la acumulación de malas noticias, reina un clima doloroso, un sentimiento de abatimiento que impide proyectarse en un futuro mejor. En este terreno prosperan los fermentos de una eventual explosión social”, indica la nota, remitida el pasado 25 de octubre al Ministerio del Interior y al Elíseo, y revelada ayer por Le Figaro. Los prefectos constatan “en todo el territorio” síntomas de “una sociedad camino de la crispación, de la exasperación y de la cólera”, en la que la “contestación a la acción gubernamental” constituye el eje unificador.

La principal causa de rechazo, subraya la nota, es la presión fiscal. Detrás de muchas de las protestas –en particular, la de Bretaña, pero también la de los artesanos y otros profesionales– está el aumento de los impuestos, que ha sido hasta ahora el eje de la política de ajuste del Gobierno francés. Y que alcanzará definitivamente a todos los franceses el 1 de enero con el aumento del IVA.

La implantación de la nueva ecotasa ha sido, en el caso de Bretaña, la chispa que ha encendido la protesta, ya cebada por la crisis de la industria agroalimentaria. Pero el movimiento está lejos de quedar territorialmente limitado a la península bretona. Los prefectos constatan un malestar social creciente en una veintena larga de departamentos.

El malestar por la presión fiscal se une a la inquietud y la irritación causada por el cierre de empresas –en el último año ha habido un millar de expedientes de regulación de empleo– y el aumento del paro, lo que hace una combinación explosiva. Esta mezcla de “descontento y resignación” está detrás, según los prefectos, de periódicos estallidos de cólera espontáneos, que nacen y evolucionan al margen de movimientos sociales estructurados y, en muchos casos, de los sindicatos. Y que hace que las protestas se lleven a cabo cada vez más “ a través de acciones más radicales”.

Frente a ello, la clase política y las instituciones parecen incapaces de insuflar confianza. Empezando por el propio François Hollande, cuya credibilidad está literalmente por los suelos. Las últimas encuestas de popularidad del presidente francés marcan constantemente nuevo récords a la baja, con apoyos del orden del 20-21%, que algunos sondeos –como el hecho público ayer por YouGov para The Huffington Post y el canal de televisión i>TELE– bajan incluso al 15%. Según este estudio, la desconfianza habría ganado al 49% de sus propios votantes, que tendrían una opinión negativa sobre él.

El politólogo Stéphane Rozès, presidente de la sociedad CAP, sostenía ayer en Le Nouvel Observateur que el problema de Hollande no es tanto que su autoridad sea contestada, sino que, por el contrario, lo franceses le reclaman que la ejerza. “El jefe del Estado debe a la vez tomar altura presidencial, para recuperar autoridad, y explicar a los franceses por qué se les pide esfuerzos importantes”, sostiene Rozès. Hasta ahora, Hollande no ha sabido explicar a los ciudadanos hacia dónde dirige el país, mientras su discurso optimista aparece desconectado de la realidad cotidiana.

Fruto de este tenso ambiente social, va ganando terreno la reclamación de una disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de elecciones, que según un sondeo de Opinion Way apoyan ya el 39% de los franceses.


Cuando la realidad da la espalda

Los clubes franceses de fútbol profesional decidieron ayer aplazar –a una fecha todavía indeterminada– la huelga que habían convocado para el fin de semana del 30 de noviembre y 1 de diciembre en protesta por el impuesto del 75% sobre las rentas superiores a un millón de euros anuales. Es probablemente la única buena noticia que recibió ayer François Hollande, sometido a un día aciago.

“La recuperación ya está aquí”, “invertiremos la curva de paro antes de final de año”... Afirmaciones de este tipo lleva meses pronunciándolas el presidente francés, tratando en vano de transmitir confianza a los ciudadanos sobre la mejora de la situación económica y la salida de la crisis. La realidad cotidiana de los franceses está muy alejada del optimismo presidencial. Los fríos datos macroeconómicos, según se vió ayer, también.

El mensajero de las malas noticias fue de nuevo el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee), que anunció que el paro volvió a aumentar en el tercer trimestre con la pérdida de 17.000 empleos en los sectores mercantiles (fuera de la agricultura), lo que eleva el total de puestos de trabajo perdidos en los últimos 12 meses a 107.700. El índice de paro, que no ha sido actualizado desde hace unos meses, se situaba ya en el segundo trimestre en el 10,9% y nada indica que, a pesar de los esfuerzos del Gobierno con la extensión de los empleos subvencionados, se pueda invertir la tendencia antes de que acabe el año.

La mejora no vendrá, desde luego, de la evolución de la economía. Según el mismo Insee, el Producto Interior Bruto (PIB) se contrajo en el tercer trimestre en un -0,1%,lo que contrasta fuertemente con el sensible aumento (+0,5%) registrado en el segundo trimestre. El ministro de Economía, Pierre Moscovici, salió de nuevo a relativizar la importancia de este tropiezo e indicó que el Gobierno mantiene su previsión de acabar el año con un saldo positivo del +0,1%. Fuera de la recesión, por tanto, pero muy lejos de un nivel de crecimiento que permita crear empleo.

El informe del Insee es negativo prácticamente en todos los capítulos. Así, en el tercer trimestre la producción de bienes y servicios retrocedió un -0,3%, el consumo de las familias se mantuvo positivo pero su crecimiento (del 0,2%) fue menor que en meses anteriores, la inversión se contrajo (-0,6%) y las exportaciones siguieron su marcha atrás (-1,5%)

Las exportaciones... He aquí el talón de Aquiles de Francia, que en los últimos años ha visto cómo se agrandaba la diferencia de competitividad respecto a los países más pujantes de Europa –con Alemania a la cabeza– y que se enfrenta ahora a la nueva competencia de los países del sur del continente –España, entre ellos–, que a consecuencia de las reformas emprendidas han empezado a ganar cuotas de mercado.

Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) centrado en Francia –elaborado a petición de Elíseo meses atrás y hecho público ayer– dibuja un sombrío panorama sobre los problemas de competitividad del país. Entre las “debilidades económicas” que lastran el crecimiento, la OCDE destaca el desigual nivel de educación, la deficiente formación profesional –a pesar de destinar 32.000 millones de euros–, el exceso de reglamentación, el peso de la fiscalidad sobre las empresas y el coste del trabajo.





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