viernes, 8 de noviembre de 2013

Cien años después de la Gran Guerra

Hace cien años, Francia –junto al resto del continente europeo– se encaminaba inexorablemente hacia una de las peores hecatombes de la historia de la humanidad. Un siglo después, sometido a una profunda crisis económica, política, social y moral, el país debe demostrar el mismo sentido del coraje, de la unidad, del patriotismo y de la confianza con que hace un siglo afrontó la tragedia de la Primera Guerra Mundial. Éste fue, en esencia, el contenido del mensaje que el presidente francés, François Hollande, envió ayer a los franceses en el acto de lanzamiento de los actos de conmemoración del centenario de la Gran Guerra, que se desarrollarán a lo largo del año que viene.

El recuerdo de la primera gran conflagración mundial, en la que perecieron 1,5 millones de franceses, debe servir, a juicio de Hollande, para subrayar “la imperiosa necesidad de hacer piña si queremos ganar las batallas, que hoy no son ya militares, sino económicas, y que ponen en juego nuestro destino y nuestro lugar en el mundo”. “La República ha pasado pruebas terribles y siempre ha sabido levantarse”, proclamó el presidente, quien instó a los franceses a recobrar los valores de la “unidad” – “por encima de las diferencias de creencias, de orígenes o de color de la piel”– y del “patriotismo” –que “es el amor de los nuestros, no el odio de los otros”–, y a no dejarse llevar por el miedo. “La Gran Guerra nos recuerda que Francia debe tener confianza en ella misma, en su historia, en sus fuerzas, en sus bazas y en su destino”, concluyó.

El mensaje de Hollande, cuya impopularidad ha batido todos los récords de la V República y cuya credibilidad está bajo cero –un 75% de los franceses desaprueba su gestión–, llega en un momento muy delicado para el país entero. La crisis económica está lejos de haberse superado, a pesar de las tímidas mejoras que apuntan las previsiones oficiales. En el último año se han presentado un millar de planes de regulación de empleo –no hay día sin noticias de reducciones de plantillas o cierres de empresas– y el paro –cercano al 11%– sigue aumentando mes a mes, lo cual acrecienta las tensiones territoriales –como revela la movilización de protesta en Bretaña– y las tensiones sociales, con un notable recrudecimiento de los comportamientos racistas y xenófobos.

Hollande quiere aprovechar la doble conmemoración, el año que viene, del centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial y del 70º aniversario de la liberación de Francia en la Segunda Guerra Mundial, para tratar de revitalizar la cohesión nacional y, de paso, la idea de una “Europa unida garante de la paz”. Oportunidades no le han de faltar, pues hay organizados un millar de actos por todo el país.

Los momentos cruciales del año se producirán el 14 de Julio, con la participación de abanderados de los países beligerantes (22 entonces, 72 hoy con las fragmentaciones) en el desfile de la fiesta nacional, y el 3 de agosto, en que Hollande y el presidente de Alemania, Joachim Gauck, conmemorarán la entrada en guerra de Francia en un acto todavía por acabar de perfilar. Otro acto de gran calado simbólico será la inauguración, el 11 de noviembre del año que viene, en la necrópolis de Notre-Dame-de-Lorette (Nord-Pas de Calais), de un Memorial Internacional con el nombre de todas las víctimas de todos los países, ordenadas no por su nacionalidad sino alfabéticamente por su nombre.

El presidente francés quiere también aprovechar el centenario para avanzar en el reconocimiento –que no rehabilitación– de los 750 fusilados por deserción, que desde ahora tendrán un lugar en el Museo del Ejército.


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