Hace cien años,
Francia –junto al resto del continente europeo– se encaminaba inexorablemente
hacia una de las peores hecatombes de la historia de la humanidad. Un siglo
después, sometido a una profunda crisis económica, política, social y moral, el
país debe demostrar el mismo sentido del coraje, de la unidad, del patriotismo
y de la confianza con que hace un siglo afrontó la tragedia de la Primera
Guerra Mundial. Éste fue, en esencia, el contenido del mensaje que el
presidente francés, François Hollande, envió ayer a los franceses en el acto de
lanzamiento de los actos de conmemoración del centenario de la Gran Guerra, que
se desarrollarán a lo largo del año que viene.
El recuerdo de la primera gran conflagración mundial, en la
que perecieron 1,5 millones de franceses, debe servir, a juicio de Hollande,
para subrayar “la imperiosa necesidad de hacer piña si queremos ganar las
batallas, que hoy no son ya militares, sino económicas, y que ponen en juego nuestro
destino y nuestro lugar en el mundo”. “La República ha pasado pruebas terribles
y siempre ha sabido levantarse”, proclamó el presidente, quien instó a los
franceses a recobrar los valores de la “unidad” – “por encima de las
diferencias de creencias, de orígenes o de color de la piel”– y del
“patriotismo” –que “es el amor de los nuestros, no el odio de los otros”–, y a
no dejarse llevar por el miedo. “La Gran Guerra nos recuerda que Francia debe
tener confianza en ella misma, en su historia, en sus fuerzas, en sus bazas y
en su destino”, concluyó.
El mensaje de Hollande, cuya impopularidad ha batido todos
los récords de la V República y cuya credibilidad está bajo cero –un 75% de los
franceses desaprueba su gestión–, llega en un momento muy delicado para el país
entero. La crisis económica está lejos de haberse superado, a pesar de las
tímidas mejoras que apuntan las previsiones oficiales. En el último año se han
presentado un millar de planes de regulación de empleo –no hay día sin noticias
de reducciones de plantillas o cierres de empresas– y el paro –cercano al 11%–
sigue aumentando mes a mes, lo cual acrecienta las tensiones territoriales
–como revela la movilización de protesta en Bretaña– y las tensiones sociales,
con un notable recrudecimiento de los comportamientos racistas y xenófobos.
Hollande quiere aprovechar la doble conmemoración, el año
que viene, del centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial y del 70º
aniversario de la liberación de Francia en la Segunda Guerra Mundial, para
tratar de revitalizar la cohesión nacional y, de paso, la idea de una “Europa
unida garante de la paz”. Oportunidades no le han de faltar, pues hay
organizados un millar de actos por todo el país.
Los momentos cruciales del año se producirán el 14 de Julio,
con la participación de abanderados de los países beligerantes (22 entonces, 72 hoy con las fragmentaciones) en el desfile
de la fiesta nacional, y el 3 de agosto, en que Hollande y el presidente de
Alemania, Joachim Gauck, conmemorarán la entrada en guerra de Francia en un
acto todavía por acabar de perfilar. Otro acto de gran calado simbólico será la
inauguración, el 11 de noviembre del año que viene, en la necrópolis de
Notre-Dame-de-Lorette (Nord-Pas de Calais), de un Memorial Internacional con el
nombre de todas las víctimas de todos los países, ordenadas no por su
nacionalidad sino alfabéticamente por su nombre.
El presidente francés quiere también aprovechar el
centenario para avanzar en el reconocimiento –que no rehabilitación– de los 750
fusilados por deserción, que desde ahora tendrán un lugar en el Museo del
Ejército.
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