Malos vientos
para François Hollande. Fuertemente contestado en Francia por una opinión
interna cada vez más descreída y adversa, el presidente francés acaba de
recibir también un fuerte correctivo desde fuera. Con la degradación de un
punto de la nota sobre la deuda pública francesa, de AA+ a AA, la agencia
Standard & Poor’s dio ayer un fuerte varapalo a la política económica
aplicada desde hace año y medio por los socialistas bajo la batuta del
presidente de la República, por entender que no garantiza, por un lado, la
mejora de las perspectivas de crecimiento económico a medio plazo –y, por
tanto, tampoco una reducción del paro– ni, por otro, el control del déficit
público y la reducción de la deuda.
Muchas veces presentado como el capitán de un barco a la
deriva en medio del temporal que lo apuesta todo a la clemencia de los
elementos, Hollande dio por buena la caricatura y reaccionó a la noticia
asegurando que piensa mantener el rumbo: “Confirmaré nuestra estrategia y
nuestra dirección”, afirmó, convencido de que es la única que puede “asegurar
la credibilidad” del país y “mantener la cohesión nacional y social”. El
capitán sigue impertérrito esperando que escampe.
La nota de Standard & Poor’s es severa con Hollande, a
cuya política económica atribuye las débiles perspectivas de crecimiento –cerca
del 0% este año y una media del 1% en 2014 y 2015, de acuerdo con sus propias
previsiones– y el mantenimiento de un paro elevado –por encima del 10%– hasta
el 2016. En este contexto, considera que los márgenes de maniobra del Gobierno
para sanear las cuentas públicas son reducidos, como demuestra la evolución del
déficit público –del 4,1% este año– y de la deuda –que sobrepasa ya el 93% del
PIB según datos oficiales–.
A juicio de la agencia, dos son los principales problemas
que lastran la evolución de la economía francesa. De entrada, el alcance de las
reformas estructurales abordadas por el presidente francés –la del mercado de
trabajo y la competitividad de las empresas, principalmente–, que considera
positivas “pero probablemente insuficientes. “Estimamos poco probable que el
sector privado registre un crecimiento sustancial en ausencia de nuevas
reformas estructurales”, reza la nota, que amonesta asimismo al Gobierno
francés por haber apostado la regeneración de las finanzas públicas mucho más
al aumento de los impuestos que a la reducción del gasto. Según sus
estimaciones, los ingresos fiscales se mantendrán cara al 2015 por encima del
53% del PIB –el más elevado de la OCDE fuera de los países escandinavos–,
mientras que el gasto público superará el 56% –el mayor de la zona euro–.
La visión de S&P es absolutamente exacta. Hasta ahora,
el ajuste realizado para reducir el déficit –de todos modos por encima de lo
comprometido en su día con Bruselas– ha reposado sobre todo en el aumento de
los impuestos, y no sólo sobre las clases pudientes como Hollande prometió
durante su campaña electoral, sino sobre las clases medias. La exasperación
fiscal ha ganado a numerosos sectores de la sociedad y ha adquirido ribetes de
auténtica revuelta en Bretaña, donde los agricultores han destruido buena parte
de las infraestructuras necesarias para aplicar la denominada “ecotasa”, un
nuevo impuesto que debía gravar el consumo de carburante de los camiones y que
ha sido suspendido.
En cambio, por el otro lado, la reducción del gasto no ha
existido realmente. El Gobierno habla de “economías” en este terreno cifradas
en varios miles de millones de euros –algo nunca visto en décadas, lo que
también es cierto–, pero en realidad no se trata más que de una contención del
gasto, que en realidad se estabiliza y no aumenta como “automáticamente” podría
hacerlo. Ayer mismo, como en los mejores tiempos, el primer ministro, Jean-Marc
Ayrault, viajó a Marsella –una ciudad castigada por las tensiones sociales y el
crimen organizado– y prometió 3.000 millones para transportes, nuevas
guarderías, más policías y más personal para las oficinas de empleo. Lo que no
dijo, porque nunca se dice, es de dónde saldrá ese dinero.
El Gobierno francés trató de relativizar la decisión de
S&P, argumentando que la nota actual sigue siendo muy buena y que la
perspectiva es “estable”. Pero las hemerotecas y los archivos de televisión son
crueles, y ayer todo el mundo recordaba lo que dijo el hoy presidente cuando la
misma agencia rebajó en enero del 2012 –con Nicolas Sarkozy– la nota de AAA a
AA+: “No es una degradación de Francia –dijo entonces Hollande– es la
degradación de una política”. Pues eso.
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