A once días de que el
Parlamento francés se pronuncie sobre la proposición de ley socialista
que promueve la penalización de los clientes de las prostitutas, el próximo día
27, las declaraciones, las tribunas y los manifiestos de todo orden se suceden
sin descanso en los medios de comunicación y en las redes sociales en Francia.
La última iniciativa procede de un grupo de una sesentena de artistas, que han
hecho pública una petición en la que –“sin caucionar ni promover la
prostitución”, dicen– demandan que no se penalice ni a las prostitutas ni a sus
clientes y que se abra un debate “sin aprioris ideológicos”.
Impulsada por el cantante Antoine (seudónimo de Pierre
Antoine Muraccioli) –uno de los firmantes del controvertido manifiesto de los 343 cabrones–, la petición ha recibido el apoyo, entre
otros, de las actrices Catherine Deneuve –inolvidable en su papel de mujer
casada que se prostituye en Belle de Jour, de Luis
Buñuel–, Mireille Darc, Line Renaud y Chantal Goya, así como de los cantantes
Alain Souchon, Thomas Dutronc y Raphael, según reveló ayer Le
Point.
La petición cuestiona el principio mismo de la proposición
de ley socialista, que amparada por el Gobierno –particularmente, por la
ministra de los Derechos de las Mujeres, Najat Vallaud-Belkacem– prevé suprimir
el delito de incitación al sexo de pago, introducido en el 2003 por Nicolas
Sarkozy y que sanciona a las prostitutas, y penalizar en cambio, con multas de 1.500 a 3.000 euros, a los
clientes. Antoine, que se dice amigo de numerosas prostitutas, reivindica la
libertad de ejercer esta profesión con una mínima protección legal y laboral.
Esta nueva iniciativa, aunque con fines similares,
representa un contrapunto al manifiesto de los 343
cabrones, que en un tono abiertamente provocador enarbolaba la
bandera de un machismo desacomplejado y consideraba la proposición de ley poco
menos que como un ataque feminista contra la sexualidad masculina. El contenido
de este manifiesto y la identidad de algunos de sus firmantes, de la órbita de
la llamada “derecha desacomplejada”, ha desencadenado feroces ataques a través
de las redes sociales –una página web bautizada 343
gilipollas invita a enviar tuits reprobadores a cada uno de los
signatarios–, hasta el punto de que alguno de quienes estamparon su firma ha
acabado retractándose, como el humorista Nicolas Bedos o el periodista Guy
Konopnicki.
La penalización de los clientes de las prostitutas –una idea
importada de Suecia– provoca en realidad más oposición de lo que algunas
posiciones un poco floklóricas pudiera dar a entender. Así, un grupo de
intelectuales encabezado por la filósofa feminista Elisabeth Badinter se ha
pronunciado también en contra, alegando que la abolición de la prostitución es
imposible, que los postulados ideológicos sobre los que se sustenta –a saber,
que la sexualidad tarifada atenta contra la dignidad de las mujeres y que todas
las prostitutas son víctimas– son discutibles y que la medida puede agravar la
situación en la calle.
Por razones prácticas, se oponen también a la penalización
de los clientes las organizaciones de salud pública como Médicos del Mundo, que
temen una mayor clandestinidad de las prostitutas, e incluso la unidad de la
Policía Nacional encargada de la represión del proxenetismo, que ve muy difícil
su aplicación.
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