El matrimonio homosexual
lleva más de cinco meses autorizado en Francia, lo que ha dado ya
tiempo suficiente para que llegue incluso el primer divorcio –una pareja de
hombres de Toulouse–, pero algunos de los opositores a las bodas gays siguen
manifestándose como si nada. Hace una semana, un centenar de activistas
católicos se concentró frente al palacio de justicia de Angers (Loira) para
hostigar a la ministra de Justicia, Christiane Taubira.
Megáfono en mano, los valerosos padres dejaron que sus
retoños se foguearan en el escrache a la francesa y profirieran gritos tan
civilizados y cristianos como “¡Taubira, hueles mal, tus días están contados!”.
Hasta que, sin duda enardecida por el ambiente, una niña de 12 años blandió una
piel de plátano y gritó: “¡Una banana para la mona!”. Mientras sus progenitores
reían, la policía decidió prudentemente mirar hacia otro lado, a pesar de que
injuriar a un ministro es un delito.
El insulto, de tintes obscenamente racistas, no hubiera
pasado de ser una anécdota si no fuera porque los ataques de este tipo han
empezado a proliferar de forma inquietante. La niña de Angers ha sido la útima,
pero no la primera, en atacar a la ministra de Justicia por su condición de
mujer negra. Hace apenas dos semanas, la candidata del Frente Nacional a la
alcaldía de Rethel, en las Ardenas, Anne-Sophie Leclère, fue suspendida por su
partido por haber comparado a Taubira con un simio en televisión. “Prefiero
verla colgada de las ramas que en el Gobierno”, dijo. Antes, en Facebook había
realizado un montaje fotográfico con la imagen de un mico y la ministra.
Un cura integrista de la comunidad de Sant Pie X
–lefebvristas–, el abad Beauvais, párroco de la iglesia
Saint-Nicolas.du-Chardonnet, de París, aportó su grano de arena
haciendo una jocosa broma en una concentración de la organización ultracatólica
Civitas: “Y'a bon Banania, Y'a pas bon Taubira!”, dijo,
retomando un rancio eslogan publicitario del cacao en polvo Banania de
evocaciones colonialistas. Y qué decir de la pancarta de los opositores a las
bodas gays en la que Taubira parecía King Kong...
Para Christiane Taubira, nacida hace 61 años en Cayenne
(Guyana francesa), que ha hecho de la lucha contra el racismo y la condena del
esclavismo una constante política, el giro racista de los ataques que recibe de
la extrema derecha es muy preocupante. “Me parece extremadamente grave –ha
dicho– que cada vez hay más personas que se desmarcan de las obligaciones de un
Estado de derecho, esto es, de respetar la ley, y que profieren insultos,
injurias y amenazas”. A su juicio. el principal riesgo de esta deriva es que
otras personas, más “vulnerables y expuestas” que un miembro del Gobierno,
puedan acabar siendo víctimas de agresiones.
Los ataques racistas contra la ministra de Justicia han
levantado la indignación de la izquierda y de la derecha republicana, que los
han condenado. Pero los coqueteos de una parte de los conservadores franceses
con las ideas y el lenguaje de la extrema derecha han allanado el camino.
El historiador Pascal Blanchard, apuntaba en Libération que el problemas no es que haya más racistas,
sino que se sienten amparados para expresarlo en voz alta. “Lo que era
invisible se ha vuelto visible, una prohibición ha saltado”, argumenta. Según
un reciente sondeo realizado por investigadores suecos y publicado en la
revista de ciencias sociales Kyklos, Francia –donde le
22,7% de la población dice no desear tener como vecino de otra raza– es uno de
los países más racistas del continente europeo.
A Le Pen no le gustan las barbas
A Marine Le Pen no le gustó nada el aspecto que presentaban,
a su regreso a Francia, los cuatro exrehenes que han estado algo más de tres
años en manos de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Secuestrados en una
mina de Areva en Níger, los cuatro aterrizaron anteayer en París luciendo barba
y llevando turbantes del desierto en el cuello. “Yo me sentí mal viendo esas
imágenes (...) Estaban muy reservados, llevaban la barba cortada de forma
sorprendente, con una vestimenta extraña...”, comentó la presidenta del Frente
Nacional, sugiriendo su eventual conversión al islam. Censurada por todas
partes, Le Pen rectificó después, admitió que habíia cometido una “torpeza” y
aseguró que nunca quiso criticar a los exrehenes.
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