viernes, 1 de noviembre de 2013

No insultarás a la ministra negra

El matrimonio homosexual lleva más de cinco meses autorizado en Francia, lo que ha dado ya tiempo suficiente para que llegue incluso el primer divorcio –una pareja de hombres de Toulouse–, pero algunos de los opositores a las bodas gays siguen manifestándose como si nada. Hace una semana, un centenar de activistas católicos se concentró frente al palacio de justicia de Angers (Loira) para hostigar a la ministra de Justicia, Christiane Taubira.

Megáfono en mano, los valerosos padres dejaron que sus retoños se foguearan en el escrache a la francesa y profirieran gritos tan civilizados y cristianos como “¡Taubira, hueles mal, tus días están contados!”. Hasta que, sin duda enardecida por el ambiente, una niña de 12 años blandió una piel de plátano y gritó: “¡Una banana para la mona!”. Mientras sus progenitores reían, la policía decidió prudentemente mirar hacia otro lado, a pesar de que injuriar a un ministro es un delito.

El insulto, de tintes obscenamente racistas, no hubiera pasado de ser una anécdota si no fuera porque los ataques de este tipo han empezado a proliferar de forma inquietante. La niña de Angers ha sido la útima, pero no la primera, en atacar a la ministra de Justicia por su condición de mujer negra. Hace apenas dos semanas, la candidata del Frente Nacional a la alcaldía de Rethel, en las Ardenas, Anne-Sophie Leclère, fue suspendida por su partido por haber comparado a Taubira con un simio en televisión. “Prefiero verla colgada de las ramas que en el Gobierno”, dijo. Antes, en Facebook había realizado un montaje fotográfico con la imagen de un mico y la ministra.

Un cura integrista de la comunidad de Sant Pie X –lefebvristas–, el abad Beauvais, párroco de la iglesia Saint-Nicolas.du-Chardonnet, de París, aportó su grano de arena haciendo una jocosa broma en una concentración de la organización ultracatólica Civitas: “Y'a bon Banania, Y'a pas bon Taubira!”, dijo, retomando un rancio eslogan publicitario del cacao en polvo Banania de evocaciones colonialistas. Y qué decir de la pancarta de los opositores a las bodas gays en la que Taubira parecía King Kong...

Para Christiane Taubira, nacida hace 61 años en Cayenne (Guyana francesa), que ha hecho de la lucha contra el racismo y la condena del esclavismo una constante política, el giro racista de los ataques que recibe de la extrema derecha es muy preocupante. “Me parece extremadamente grave –ha dicho– que cada vez hay más personas que se desmarcan de las obligaciones de un Estado de derecho, esto es, de respetar la ley, y que profieren insultos, injurias y amenazas”. A su juicio. el principal riesgo de esta deriva es que otras personas, más “vulnerables y expuestas” que un miembro del Gobierno, puedan acabar siendo víctimas de agresiones.

Los ataques racistas contra la ministra de Justicia han levantado la indignación de la izquierda y de la derecha republicana, que los han condenado. Pero los coqueteos de una parte de los conservadores franceses con las ideas y el lenguaje de la extrema derecha han allanado el camino.

El historiador Pascal Blanchard, apuntaba en Libération que el problemas no es que haya más racistas, sino que se sienten amparados para expresarlo en voz alta. “Lo que era invisible se ha vuelto visible, una prohibición ha saltado”, argumenta. Según un reciente sondeo realizado por investigadores suecos y publicado en la revista de ciencias sociales Kyklos, Francia –donde le 22,7% de la población dice no desear tener como vecino de otra raza– es uno de los países más racistas del continente europeo.


A Le Pen no le gustan las barbas

A Marine Le Pen no le gustó nada el aspecto que presentaban, a su regreso a Francia, los cuatro exrehenes que han estado algo más de tres años en manos de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Secuestrados en una mina de Areva en Níger, los cuatro aterrizaron anteayer en París luciendo barba y llevando turbantes del desierto en el cuello. “Yo me sentí mal viendo esas imágenes (...) Estaban muy reservados, llevaban la barba cortada de forma sorprendente, con una vestimenta extraña...”, comentó la presidenta del Frente Nacional, sugiriendo su eventual conversión al islam. Censurada por todas partes, Le Pen rectificó después, admitió que habíia cometido una “torpeza” y aseguró que nunca quiso criticar a los exrehenes.







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