La desconfianza
de Francia, que juzgaba insuficientes las concesiones aceptadas por Irán sobre
su programa nuclear, fue determinante para frenar la conclusión de un rápido
acuerdo el sábado en Ginebra entre Teherán y el grupo de 5+1 –integrado por
Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania– para suavizar
las sanciones internacionales a Teherán. Las negociaciones, cuyo contenido exacto
se mantienen en secreto, deben reanudarse el próximo día 20.
Algunos diplomáticos occidentales reprocharon, bajo
condición de anonimato, la postura poco flexible del ministro francés de
Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, a quien atribuyeron un supuesto intento de
hacer valer el papel de Francia en la recta final de las negociaciones. Pero
fueron sobre todo los iraníes quienes señalaron con un dedo acusador a París.
La prensa y algunos políticos iraníes criticaron ayer de forma unánime a
Francia, a cuya actitud atribuyeron el fracaso de la negociación. Los franceses
habrían actuado, a ojos de Teherán, al servicio de los intereses de Israel. Un
grupo de empresarios iraníes, según informó la agencia de noticias IRNA, se
reunieron para tomar represalias comerciales y buscar otros socios.
Que Francia no participaba del mal contenido entusiasmo de
algunas de las delegaciones presentes en Ginebra lo mostró Laurent Fabius el
sábado por la mañana en unas duras declaraciones realizadas a la radio France
Inter, en las que mostraba su escepticismo. “Hay algunos puntos sobre los que
no estamos satisfechos”, advirtió el jefe del Quai d’Orsay, quien añadió que en
caso de que dichos puntos no fueran resueltos, el acuerdo no sería posible.
Los tres puntos claves para París son el cierre del reactor
de agua pesada de Arak, actualmente en construcción y que permitiría a Irán
fabricar plutonio para uso militar; la neutralización del stock de uranio
enriquecido al 20% –nivel a partir del cual puede aumentarse rápidamente al 90%,
para uso militar–, y la suspensión total del programa de enriquecimiento de
uranio.
Laurent Fabius fue el primero en salir de la sala de
negociaciones y en anunciar la imposibilidad de alcanzar un acuerdo en el
estado actual de las conversaciones. “Todavía hay que trabajar para llegar a un
acuerdo”, subrayó Fabius, que a pesar de todo constató ciertos “progresos”.
Esta circunstancia, junto al tono más optimista utilizado por los titulares de
las diplomacias de Estados Unidos, John Kerry; el Reino Unido, William Hague, y
Alemania, Guido Westerwelle, contribuyeron a transmitir la idea de que Francia
ha jugado aquí –de forma concertada o no– el papel del “policía malo”. Fuentes
diplomáticas francesas citadas por France Presse relativizaban ayer esta percepción
y aseguraban que similares reticencias a las francesas habían sido expresadas
por las delegaciones de otros países.
En cualquier caso y ante el endurecimiento de las
conversaciones, el presidente iraní, Hassan Rohani, advirtió que hay ciertas
“líneas rojas” que su país no está dispuesto a franquear y subrayó que Irán “no
renunciará a sus derechos nucllares”, lo que incluye el enriquecimiento de
uranio.
La posición exigente de Francia respecto de Irán no es
nueva. Ya Nicolas Sarkozy se había destacado durante su mandato por su línea de
firmeza frente a Teherán y sus presiones sbre Washington para endurecer las
sanciones internacionales contra Teherán. El relevo de Sarkozy por François
Hollande en el Elíseo ha relajado un poco la posición de París, más abierto hoy
a un compromiso, pero no ha alterado la posición esencial de los franceses.
Francia mantiene relaciones históricamente tensas con el
régimen de los ayatolás, a quienes combatió a principios de los años ochenta
poniéndose del lado de Saddam Hussein en la guerra entre Irán e Iraq.
Posteriormente, la toma de rehenes franceses en el Líbano y la cadena de
atentados en París en 1985 y 1986 acabó conduciendo a la ruptura temporal de
relaciones diplomáticas.
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