lunes, 4 de noviembre de 2013

¡Que vienen los negros!

Una sorda agitación, revestida de temor, sacude desde hace unos meses a algunas ciudades intermedias de Francia. Un rumor interesado –y añejo– que ha reaparecido en vísperas de las elecciones municipales y que se expande a gran velocidad por todo el país, desde el oeste (en poblaciones como Niort, Poitiers o Le Mans) al norte (Saint-Quentin, Châlons-en-Champagne), pasando por el centro (Nevers, Tulle). La historia es tan falsa como simple y, a ojos de quienes le dan crédito y la difunden, amenazadora: el departamento de Sena-San Denís, en la banlieue norte de París, con una elevada proporción de habitantes de origen extranjero, estaría “exportando” a parte de su población, básicamente africanos, a otros departamentos de provincias a cambio de dinero. Negros. Negros a quienes se les habrían concedido viviendas sociales –en perjuicio de los locales–. Negros que estarían detrás de un supuesto aumento de los delitos y la inseguridad. Negros que invaden de repente un paisaje eminentemente blanco...

El runrún ha adquirido en algunos lugares tal dimensión que ha empezado a emponzoñar el ambiente, a desquiciar la política local. Y a sembrar la inquietud entre los alcaldes y candidatos que deben enfrentarse al veredicto de las urnas en los comicios locales del p´róximo mes de marzo. Así que algunos de ellos, como los alcaldes de Niort y Poitiers, Geneviève Gaillard y Alain Claeys –ambos del Partido Socialista (PS)–, han llegado incluso a presentar una denuncia ante la justicia contra los presuntos autores y propagadores del rumor. ¿La extrema derecha? Es verosímil. Pero nadie tiene pruebas.

No es únicamente la izquierda la afectada. En Châlons-en-Champagne, el diputado de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) Benoist Apparu, ministro en la época de Nicolas Sarkozy y hoy teniente de alcalde, ha sido personalmente víctima de la misma especie. Como si alguien quisiera destrozar sus posibilidades de suceder al alcalde actual, de su mismo partido.

El rumor del 93 –por el número bajo el que es conocido el departamento de Sena-San Denís– lleva años recorriendo el Hexágono. Va y viene. Y ahora ha regresado con renovada fuerza. Todas las ciudades donde ha resurgido tienen una cosa en común: situadas a una distancia media de París –entre 200 y 400 kilómetros–, en los últimos tiempos han ganado población. Habitantes de Île-de-France han huido de los insoportables precios inmobiliarios de la región parisiense y se han desplazado a la provincia en busca de una vida más asequible.

Como ya explicaban los profesores de Harvard Gordon W. Allport y Leo Postman en su célebre tratado “Psicología del rumor”, publicado en 1947, no hace falta que un rumor tenga bases ciertas para que se difunda como un reguero de pólvora. Basta con que sea verosímil, que tenga, en el mejor de los casos, “un grano de verdad”. Y que cumpla la ley básica de todo rumor, esto es, que sea percibido como algo importante –para quien lo explica y quien lo escucha– y que contenga cierta ambigüedad en relación a las pruebas que lo sustentan.

¿Pruebas? Nunca hay. Pero siempre hay alguien de confianza que lo ha visto con sus propios ojos. Que ha visto o que sabe a ciencia cierta que tal alcalde o tal otro ha recibido dinero –para construir un puente, para financiar una piscina, para guardárselo en el bolsillo– a cambio de aceptar el trasvase de habitantes del 93... Y, ya puestos, negros.

Como si apenas hubiera diferencia entre la Francia del siglo XXI y la América de los años cuarenta, donde proliferaban los rumores respecto a los negros, sentidos como una amenaza para el orden social establecido. Por prejuicios raciales, y también –por volver a citar a Allport y Postman– porque “los sembradores de rumores de la población blanca hallan sus sentimientos de inseguridad económica y social explicados y en cierto grado aliviados por estos infundios”. Podría haberse escrito hoy mismo.





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