Una sorda agitación,
revestida de temor, sacude desde hace unos meses a algunas ciudades
intermedias de Francia. Un rumor interesado –y añejo– que ha reaparecido en
vísperas de las elecciones municipales y que se expande a gran velocidad por
todo el país, desde el oeste (en poblaciones como Niort, Poitiers o Le Mans) al
norte (Saint-Quentin, Châlons-en-Champagne), pasando por el centro (Nevers,
Tulle). La historia es tan falsa como simple y, a ojos de quienes le dan
crédito y la difunden, amenazadora: el departamento de Sena-San Denís, en
la banlieue norte de París, con una elevada proporción
de habitantes de origen extranjero, estaría “exportando” a parte de su
población, básicamente africanos, a otros departamentos de provincias a cambio
de dinero. Negros. Negros a quienes se les habrían concedido viviendas sociales
–en perjuicio de los locales–. Negros que estarían detrás de un supuesto
aumento de los delitos y la inseguridad. Negros que invaden de repente un
paisaje eminentemente blanco...
El runrún ha adquirido en algunos lugares tal dimensión que
ha empezado a emponzoñar el ambiente, a desquiciar la política local. Y a
sembrar la inquietud entre los alcaldes y candidatos que deben enfrentarse al
veredicto de las urnas en los comicios locales del p´róximo mes de marzo. Así
que algunos de ellos, como los alcaldes de Niort y Poitiers, Geneviève Gaillard
y Alain Claeys –ambos del Partido Socialista (PS)–, han llegado incluso a
presentar una denuncia ante la justicia contra los presuntos autores y
propagadores del rumor. ¿La extrema derecha? Es verosímil. Pero nadie tiene
pruebas.
No es únicamente la izquierda la afectada. En
Châlons-en-Champagne, el diputado de la Unión por un Movimiento Popular (UMP)
Benoist Apparu, ministro en la época de Nicolas Sarkozy y hoy teniente de
alcalde, ha sido personalmente víctima de la misma especie. Como si alguien
quisiera destrozar sus posibilidades de suceder al alcalde actual, de su mismo
partido.
El rumor del 93 –por el número bajo
el que es conocido el departamento de Sena-San Denís– lleva años recorriendo el
Hexágono. Va y viene. Y ahora ha regresado con renovada fuerza. Todas las
ciudades donde ha resurgido tienen una cosa en común: situadas a una distancia
media de París –entre 200 y 400 kilómetros–, en los últimos tiempos han ganado
población. Habitantes de Île-de-France han huido de los insoportables precios
inmobiliarios de la región parisiense y se han desplazado a la provincia en
busca de una vida más asequible.
Como ya explicaban los profesores de Harvard Gordon W.
Allport y Leo Postman en su célebre tratado “Psicología del rumor”, publicado
en 1947, no hace falta que un rumor tenga bases ciertas para que se difunda
como un reguero de pólvora. Basta con que sea verosímil, que tenga, en el mejor
de los casos, “un grano de verdad”. Y que cumpla la ley básica de todo rumor,
esto es, que sea percibido como algo importante –para quien lo explica y quien
lo escucha– y que contenga cierta ambigüedad en relación a las pruebas que lo
sustentan.
¿Pruebas? Nunca hay. Pero siempre hay alguien de confianza
que lo ha visto con sus propios ojos. Que ha visto o que sabe a ciencia cierta
que tal alcalde o tal otro ha recibido dinero –para construir un puente, para
financiar una piscina, para guardárselo en el bolsillo– a cambio de aceptar el
trasvase de habitantes del 93... Y, ya puestos, negros.
Como si apenas hubiera diferencia entre la Francia del siglo
XXI y la América de los años cuarenta, donde proliferaban los rumores respecto
a los negros, sentidos como una amenaza para el orden social establecido. Por
prejuicios raciales, y también –por volver a citar a Allport y Postman– porque
“los sembradores de rumores de la población blanca hallan sus sentimientos de
inseguridad económica y social explicados y en cierto grado aliviados por estos
infundios”. Podría haberse escrito hoy mismo.
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