Un error , una “falta de
discernimiento” por parte de las fuerzas de seguridad –por utilizar las
palabras del propio presidente francés, François Hollande–, hizo que la
expulsión del país de la niña rom de origen kosovar
Leonarda Dibrani y de toda su familia, por residir de forma irregular en
Francia, se haya convertido en un escándalo político.
Si los agentes que, a las 6.40 horas del 9 de octubre,
llamaron a la puerta del apartamento donde residía la familia en Levier (Doubs)
hubieran encontrado allí a Leonarda, si no hubieran decidido interceptar el
autocar escolar donde la niña se encontraba para participar en una excursión,
prácticamente nadie hubiera sabido jamás lo que había pasado con la familia
Dibrani. Como casi nadie sabe nada de los miles de inmigrantes clandestinos que
cada año son reenviados a su país.
El azar ha puesto el caso de Leonarda Dibrani en el centro
de la atención pública y ha convertido a la muchacha en un símbolo del drama de
la inmigración. Pero el azar ha querido también, sin embargo, que la familia
Dibrani esté lejos de ser la familia modelo con voluntad de integración que los
defensores de los inmigrantes hubieran deseado encontrarse. El comportamiento
del padre, Resat Dibrani, en concreto, parece dictado para alimentar los más
enraízados tópicos sobre los gitanos y es una de las principales razones de la
desafección de la opinión pública: porque si es cierto que la izquierda está
escandalizada con su expulsión, también lo es que el 65% de los franceses no
quieren volver a verle poner los piés en Francia.
Resat Dibrani ha sido el primero en echar piedras sobre su
propio tejado al explicar, con gran facundia, a todas las televisiones que se
le han puesto a mano en Mitrovica (Kosovo) cómo mintió a las autoridades
francesas para pedir asilo como refugiado, afirmando que eran kosovares –cuando
la mayor parte de sus seis hijos habían nacido en Italia, donde residía la
familia– y presentando un falso certificado de matrimonio con su mujer, que
compró “en París por 50 euros”. Ello no evitó que su petición de asilo fuera
rechazada en tres ocasiones y que la primera orden de abandonar el país le
llegara en el 2011.
El informe de la Inspección General de la Administración, de
24 folios, tampoco le deja muy bien parado. Y llega a la conclusión de que si
su estancia en Francia no fue regularizada a pesar de llevar cerca de cinco
años en el país –llegaron en enero del 2009– y a tener a sus hijos
escolarizados, es porque “el comportamiento general del interesado no mostraba
una real voluntad de integración en la sociedad francesa”.
El informe, utilizando fuentes oficiales pero también de los
comités de apoyo a los inmigrantes, constata la resistencia de Dibrani a
aceptar las ofertas de empleo que le llegaron –expresando su intención de
vivir, una vez lograda la regularización, de las prestaciones sociales–, su
comportamiento conflictivo en el Centro de Acogida para Demandantes de Asilo en
el que estaban alojados –insultos a la dirección y al personal, “degradación
avanzada” de la vivienda que ocupaban...– y sus problemas con la justicia, en
particular una acusación por presuntos malos tratos sobre sus dos hijas
mayores. Y a todo esto añade el elevado absentismo de sus hijos en la escuela:
Leonarda faltó en 66 ocasiones en su primer curso, 78 el siguiente y llevaba ya
21 este curso... Demasiado para hacer de ellos un modelo.
Extraña agresión en Mitrovica
Una fuente policial anónima informó ayer a la agencia France
Presse que la familia Dibrani habría sido agredida por unos desconocidos ayer
en Mitrovica (Kosovo), donde residen desde su expulsión de Francia el pasado 9
de octubre, mientras paseaban por la ciudad. Según esta misma fuente, la madre,
Gemildjia, fue “abofeteada” e ingresada posteriormente en un hospital. Nadie
del resto de la familia parece haber sufrido daño. “Esto demuestra que los
Dibrani no están seguros aquí”, añadió la misma fuente. Otras fuentes hablaron
después de una pelea con otros miembros de la familia. Agresión cierta o nueva
artimaña de la familia, el incidente llega en el momento oportuno para
presionar al presidente francés, François Hollande, que había aceptado el
retorno de Leonarda a Francia pero no el de su familia. El ministro del
Interior, Manuel Valls, reiteró ayer que la familia no regresará.
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