Lo mire como lo
mire, François Hollande está atrapado. El caso de Leonarda Dibrani, la niña rom sin papeles de origen kosovar expulsada de Francia
con toda su familia el pasado 9 de octubre, ha colocado al presidente francés
en un callejón de difícil, si no imposible, salida. Presionado por la izquierda
y por un Partido Socialista (PS) cada vez más exasperado con los modos y
maneras del ministro del Interior, Manuel Valls, el jefe del Estado francés
debe decidir si acepta los requerimientos que le vienen de su partido y de sus
aliados para que autorice el retorno de la niña y de su familia, lo que le
congraciaría con su electorado, o salva la piel de su ministro del Interior, el
hombre más popular del Gobierno –de lejos– y el único cortafuegos que tiene Hollande
para tratar de frenar el ascenso de la extrema derecha.
Miles de jóvenes estudiantes de enseñanza secundaria –esta
vez, entre 4.000 y 12.000, casi el doble que la víspera– volvieron a
manifestarse ayer por el centro de París para reclamar el retorno de Leonarda
Dibrani y de otro estudiante extranjero, el armenio Khatchik Kachartryan,
expulsado a su vez el sábado pasado. Junto a ellos, desfilaron dirigentes del
Partido Comunista (PCF) y del Partido de la Izquierda, cuyo líder, Jean-Luc
Mélenchon reclamó la dimisión de Manuel Valls.
Los socialistas, extremadamente severos con su ministro del
Interior, fueron ayer un poco más cautos. Salvo la candidata del PS a la
alcaldía de París, Anne Hidalgo, que en plena tormenta y haciendo caso omiso de
las demandas indirectas del Elíseo, pidió también el regreso de ambos
estudiantes. Hollande todavía no ha hablado, pero desde la presidencia de la
República se hacía constar la creciente irritación del jefe del Estado por los
ataques de su propio campo y de sus aliados en el Gobierno –como la líder de
los Verdes, Cécile Duflot– contra el ministro del Interior. Su propia
compañera, Valérie Trierweiler, tampoco le ayudó mucho... Aún sin entrar en el
fondo de la cuestión, la primera dama francesa declaró que “la escuela está
(para promover) la igualdad de oportunidades, no la exclusión”.
El desencadenante de la polémica fue justamente el hecho de
que Leonarda fuera detenida mientras efectuaba una excursión escolar. Habrá que
ver a qué conclusiones llega el informe elaborado por la Inspección General de
la Policía, entregado anoche al Gobierno, pero es
muy posible que confirme –como lo viene repitiendo Manuel Valls, que ayer
adelantó su regreso a París desde las Antillas– que todos los procedimientos
legales fueron respetados. En tal caso, el Gobierno podría impulsar una
normativa más estricta para evitar expulsiones de este tipo, de tal forma que
la escolarización de los niños afectados no resultara interrumpida brutalmente.
Y poco más.
El problema, para Hollande, es que esta solución, esta vía
intermedia, puede resultar totalmente insuficiente. La izquierda, el PS
incluido, ha tragado ya bastantes sapos con la política de rigor presupuestario
de Hollande y no soporta seguir tragando los que Valls les sirve de forma
regular. Para los socialistas, la política en materia de inmigración del
ministro del Interior es demasiado parecida a la de Nicolas Sarkozy, y quieren
imponer un cambio de rumbo. En este sentido, el caso de Leonarda no sólo ha
sido la gota que ha colmado el vaso, sino la oportunidad de decir basta.
Quieren el retorno de la niña y su familia –una posibilidad evocada
explícitamente por el primer ministro, Jean-Marc Ayrault–, y difícilmente
aceptarán componendas.
Pero si Hollande cede a la presión, el resultado puede ser
mucho peor para él, pues abocaría inevitablemente a Manuel Valls a presentar la
dimisión. Si el ministro del Interior abandonara el Gobierno, el presidente no
sólo perdería a uno de sus mejores hombres y al miembro más popular del
Gabinete (el más popular de toda la clase política, derecha e izquierda
sumadas, en realidad), sino también al único escudo con que cuenta para
contrarrestar el discurso de la extrema derecha y el ascenso electoral del
Frente Nacional (FN). Las encuestas indican que los franceses están mayoritariamente
al lado de Valls en lo que concierne a su línea de firmeza tanto en materia de
seguridad como de inmigración. Perderle, sería abrir una avenida al avance de
Marine Le Pen, justo cuando sólo faltan cinco meses para las elecciones
municipales.
La peripecia de la familia de Leonarda no ayuda precisamente
a que la sociedad francesa, más bien reticente a la llegada de nuevos
inmigrantes, la observe con simpatía. Las sucesivas declaraciones de la niña y
de su padre a los medios de comunicación franceses confirman que engañaron
deliberadamente a las autoridades al presentarse como kosovares con el fin de
tratar de obtener el estatuto de refugiados políticos. Ahora bien, si el padre
es kosovar, sus hijos nacieron en realidad en Italia. La familia vio denegada
su solicitud en el 2011 y desde entonces tenían orden de abandonar el
territorio francés, pero consiguieron retrasar el momento con recursos
judiciales.
Taubira, comparada con un mono
La dirección del ultraderechista Frente Nacional (FN)
suspendió ayer cautelarmente a su candidata a la alcaldía de Rethel, en las
Ardenas, Anne-Sophie Leclere, por haber comparado a la ministra de Justicia,
Christiane Taubira –una mujer negra de origen antillano–, con un mono en
Facebook y televisión.
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