sábado, 19 de octubre de 2013

Hollande, entre la espada y la pared

Lo mire como lo mire, François Hollande está atrapado. El caso de Leonarda Dibrani, la niña rom sin papeles de origen kosovar expulsada de Francia con toda su familia el pasado 9 de octubre, ha colocado al presidente francés en un callejón de difícil, si no imposible, salida. Presionado por la izquierda y por un Partido Socialista (PS) cada vez más exasperado con los modos y maneras del ministro del Interior, Manuel Valls, el jefe del Estado francés debe decidir si acepta los requerimientos que le vienen de su partido y de sus aliados para que autorice el retorno de la niña y de su familia, lo que le congraciaría con su electorado, o salva la piel de su ministro del Interior, el hombre más popular del Gobierno –de lejos– y el único cortafuegos que tiene Hollande para tratar de frenar el ascenso de la extrema derecha.

Miles de jóvenes estudiantes de enseñanza secundaria –esta vez, entre 4.000 y 12.000, casi el doble que la víspera– volvieron a manifestarse ayer por el centro de París para reclamar el retorno de Leonarda Dibrani y de otro estudiante extranjero, el armenio Khatchik Kachartryan, expulsado a su vez el sábado pasado. Junto a ellos, desfilaron dirigentes del Partido Comunista (PCF) y del Partido de la Izquierda, cuyo líder, Jean-Luc Mélenchon reclamó la dimisión de Manuel Valls.

Los socialistas, extremadamente severos con su ministro del Interior, fueron ayer un poco más cautos. Salvo la candidata del PS a la alcaldía de París, Anne Hidalgo, que en plena tormenta y haciendo caso omiso de las demandas indirectas del Elíseo, pidió también el regreso de ambos estudiantes. Hollande todavía no ha hablado, pero desde la presidencia de la República se hacía constar la creciente irritación del jefe del Estado por los ataques de su propio campo y de sus aliados en el Gobierno –como la líder de los Verdes, Cécile Duflot– contra el ministro del Interior. Su propia compañera, Valérie Trierweiler, tampoco le ayudó mucho... Aún sin entrar en el fondo de la cuestión, la primera dama francesa declaró que “la escuela está (para promover) la igualdad de oportunidades, no la exclusión”.

El desencadenante de la polémica fue justamente el hecho de que Leonarda fuera detenida mientras efectuaba una excursión escolar. Habrá que ver a qué conclusiones llega el informe elaborado por la Inspección General de la Policía, entregado anoche al Gobierno, pero es muy posible que confirme –como lo viene repitiendo Manuel Valls, que ayer adelantó su regreso a París desde las Antillas– que todos los procedimientos legales fueron respetados. En tal caso, el Gobierno podría impulsar una normativa más estricta para evitar expulsiones de este tipo, de tal forma que la escolarización de los niños afectados no resultara interrumpida brutalmente. Y poco más.

El problema, para Hollande, es que esta solución, esta vía intermedia, puede resultar totalmente insuficiente. La izquierda, el PS incluido, ha tragado ya bastantes sapos con la política de rigor presupuestario de Hollande y no soporta seguir tragando los que Valls les sirve de forma regular. Para los socialistas, la política en materia de inmigración del ministro del Interior es demasiado parecida a la de Nicolas Sarkozy, y quieren imponer un cambio de rumbo. En este sentido, el caso de Leonarda no sólo ha sido la gota que ha colmado el vaso, sino la oportunidad de decir basta. Quieren el retorno de la niña y su familia –una posibilidad evocada explícitamente por el primer ministro, Jean-Marc Ayrault–, y difícilmente aceptarán componendas.

Pero si Hollande cede a la presión, el resultado puede ser mucho peor para él, pues abocaría inevitablemente a Manuel Valls a presentar la dimisión. Si el ministro del Interior abandonara el Gobierno, el presidente no sólo perdería a uno de sus mejores hombres y al miembro más popular del Gabinete (el más popular de toda la clase política, derecha e izquierda sumadas, en realidad), sino también al único escudo con que cuenta para contrarrestar el discurso de la extrema derecha y el ascenso electoral del Frente Nacional (FN). Las encuestas indican que los franceses están mayoritariamente al lado de Valls en lo que concierne a su línea de firmeza tanto en materia de seguridad como de inmigración. Perderle, sería abrir una avenida al avance de Marine Le Pen, justo cuando sólo faltan cinco meses para las elecciones municipales.

La peripecia de la familia de Leonarda no ayuda precisamente a que la sociedad francesa, más bien reticente a la llegada de nuevos inmigrantes, la observe con simpatía. Las sucesivas declaraciones de la niña y de su padre a los medios de comunicación franceses confirman que engañaron deliberadamente a las autoridades al presentarse como kosovares con el fin de tratar de obtener el estatuto de refugiados políticos. Ahora bien, si el padre es kosovar, sus hijos nacieron en realidad en Italia. La familia vio denegada su solicitud en el 2011 y desde entonces tenían orden de abandonar el territorio francés, pero consiguieron retrasar el momento con recursos judiciales.


Taubira, comparada con un mono


La dirección del ultraderechista Frente Nacional (FN) suspendió ayer cautelarmente a su candidata a la alcaldía de Rethel, en las Ardenas, Anne-Sophie Leclere, por haber comparado a la ministra de Justicia, Christiane Taubira –una mujer negra de origen antillano–, con un mono en Facebook y televisión.



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