François
Hollande ordenó ayer dar marcha atrás a toda máquina y suspender la entrada en
vigor de la nueva ecotasa sobre los camiones, que había encrespado los ánimos
en Bretaña. Pero la maniobra del presidente francés, que suscita un nivel de
desconfianza inédito en la opinión pública, puede revelarse tan
contraproducente como onerosa.
Con la suspensión indefinida de la ecotasa, el Gobierno
quiere apaciguar los ánimos y evitar una deriva violenta del movimiento de
protesta, pero lo hará a costa de erosionar aún más la credibilidad del
presidente, abrir una grave crisis de confianza con sus socios gubernamentales,
Los Verdes, y dilapidar el dinero público. El panorama es tan desolador como el
de la salomónica solución ofrecida al caso Leonarda.
La ecotasa, que debía entrar en vigor el próximo 1 de enero
–y que ahora queda aplazada sine die–, no es un impuesto creado por Hollande,
sino que es fruto del gran pacto nacional por el medio ambiente suscrito en el
2007 –bajo presidencia, por tanto, de Nicolas Sarkozy– por el Estado, las
administraciones territoriales, empresas, sindicatos, partidos y organizaciones
ecologistas. Pero, por azares de los ritmos políticos, se ha convertido en el
exponente más visible de la exasperación de los franceses por la política
fiscal de los socialistas.
La ecotasa fue concebida para gravar el consumo de
combustibles fósiles en el transporte de mercancías. Los contribuyentes eran
los camiones pesados (de más de 3,5 toneladas), que en función de su categoría
y su nivel de emisiones iban a pagar entre 8 y 15 céntimos de euro por
kilómetro recorrido. La contestación ha sido liderada por la patronal agrícola,
FNSEA, a cuyo juicio, el nuevo impuesto encarecerá entre un 5% y un 10% los
gastos de transporte, y ha prendido sobre todo en Bretaña, castigada por la
crisis de su industria agroalimentaria.
El primer ministro, Jean-Marc Ayrault, fue el encargado de
anunciar la suspensión, que “no supresión”, de la ecotasa. Y la justificó
diciendo que ello permitirá dialogar con calma sobre las modalidades de su
aplicación y “evitar el engranaje de la violencia”. La alusión no era gratuita:
los servicios de información –Renseignements Généraux (RG)– habían alertado al
Gobierno que la protesta podía acabar adquiriendo dimensiones “explosivas” y
extenderse a otras regiones.
Lo que parece un mal menor, sin embargo, tendrá efectos
secundarios graves para François Hollande. De entrada, para su imagen política,
en la medida en que consolida la percepción de los franceses de que el
presidente no tiene ninguna autoridad. Y a continuación porque emponzoña sus
relaciones, ya difíciles, con los ecologistas, que semanas atrás amagaron con
irse del Gobierno por sus incumplimientos en materia de medio ambiente.
Por si fuera poco, la suspensión de la entrada en vigor de
la ecotasa no sólo hará perder al Gobierno unos preciados ingresos –1.000
millones de euros al año–, sino que además le obligará a pagar a la empresa que
ha instalado los 180 pórticos de control en la red viaria principal y que
deberá percibir 50 millones al trimestre. Haya o no haya ecotasa.
Liberados cuatro rehenes en Níger
Los cuatro rehenes franceses secuestrados por AQMI en una
explotación de uranio de la empresa Areva en Níger, el 16 de septiembre del
2010, Thierry Dol, Daniel Larribe, Pierre Legrand y Marc Féret, fueron liberados
ayer sanos y salvos después de algo más de tres años de cautiverio. Otros tres
secuestrados el mismo día –una mujer francesa, un hombre togolés y otro
malgache– fueron liberados en el 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario