martes, 29 de octubre de 2013

Exasperación fiscal

En 1675, miles de campesinos bretones se sublevaron violentamente contra la creación de nuevos impuestos decidida por el rey Luis XIV –en particular, el impuesto sobre el papel timbrado–, en lo que ha pasado a la Historia como La Revuelta de los Gorros Rojos. Los bretones no empuñan hoy picos, espadas ni fusiles, sino huevos y coles, ya no gritan torr-e-benn! (“¡rómpeles la cabeza!”), pero el pasado fin de semana volvieron a colocarse el gorro rojo para protestar por el aumento de los impuestos decidido por el Gobierno socialista, protagonizando violentos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.

La chispa que ha encendido la mecha en una región duramente castigada por el declive de su industria agroalimentaria ha sido la próxima entrada en vigor de la ecotasa que gravará –a partir del próximo 1 de enero– el transporte de mercancías en camión. Pero, más allá de sus implicaciones locales, la protesta es un exponente del descontento y la exasperación crecientes de los franceses por la política fiscal de François Hollande, de la que es otra muestra la huelga convocada por los clubes de fútbol profesional de primera y segunda división, para la jornada del 30 de noviembre y 1 de diciembre, contra el impuesto de solidaridad, que grava con un tipo del 75% todos los salarios percibidos por encima de un millón de euros anuales y que deben pagar las empresas.

Aunque cada cual defiende intereses particulares, la revuelta de los agricultores en Bretaña y la protesta del fútbol expresan un descontento general, que atraviesa a toda la sociedad francesa. Los ciudadanos tienen la sensación de que el Gobierno les masacra a impuestos con la avidez de un vampiro. Los sondeos recogen este hartazgo, que está detrás de la bajísima popularidad de Hollande –26% según el último sondeo de BVA, hecho público ayer–, quien en tan sólo año y medio de mandato se ha convertido en el presidente más aborrecido de toda la V República. En Facebook una nueva página titulada La révolte fiscale c’est maintenant (“La revuelta fiscal es para ahora”) –que parafrasea el lema de campaña de Hollande en las presidenciales– ha conseguido en pocos días 6.000 seguidores. Su emblema: los irredentos galos del poblado de Astérix y Obélix.

El origen de los problemas a los que se enfrenta hoy el Gobierno francés radica en la decisión primigenia de Hollande de tratar de colmatar el déficit público según lo reclamado por la Unión Europea –y aún sin conseguirlo del todo, pues cerró el año pasado con un 4,8%– primando el aumento de los impuestos por encima del recorte de los gastos. En el presupuesto del 2013, el primero de su mandato, la recaudación fiscal imputable a un aumento de los impuestos o a la creación de nuevas tasas se elevó 20.000 millones de euros, y en el del 2014 aumentará aún en 3.000 millones más. Y eso sin contar –sin contarlo el Gobierno, porque se decidió ya hace un año y no es “nuevo”– que el 1 de enero aumentarán los tipos del IVA: del 19,6% al 20% el normal y del 7% al 10% el intermedio. La teoría decía que el esfuerzo debía recaer en las capas más favorecidas de la sociedad. Pero la realidad es que le está tocando a todo el mundo. Hasta tal punto que el propio presidente francés prometió una “pausa fiscal”... ¡para el 2015!

El segundo problema, tanto o más grave que el anterior, es el modo en que Hollande ha abordado la política fiscal. Lejos de su promesa de campaña de plantear una amplia y profunda reforma fiscal, el presidente se ha dedicado a hacer pequeños y continuos toques aquí y allá con el único fin de cuadrar el presupuesto, con el mismo método –hecho de improvisación y medias tintas– que le ha conducido al fracaso en el caso de la niña gitana Leonarda. Y que el ensayista Jacques Attali, gurú de la izquierda socialdemócrata desde los tiempos de François Mitterrand, muy crítico con Hollande, ha calificado severamente de “bricolaje patético”.
Este sistema ha conducido al Ejecutivo a dar continuas marchas atrás. El año pasado le sucedió con la reforma de las plusvalías empresariales, retirada tras el motín de los empresarios de start-ups, los llamados palomos, y este fin de semana, con la reforma de la imposición de los productos de ahorro. Habrá que ver qué pasa con la Bretaña.


Exilio al alza

Las cifras se van decantando poco a poco y con cierto retraso, pero permiten observar una tendencia inquietante: en el año 2011, en vísperas del triunfo electoral de François Hollande, el número de exiliados fiscales se disparó al alza en un 62%. Así lo revelan los datos oficiales de la Dirección General de las Finanzas Públicas a los que ha tenido acceso el senador de la UMP Philippe Marini. Según estos datos, en el 2011 un total de 35.077 contribuyentes partieron al l extranjero, un número sensiblemente superior al del año anterior, que fue de 21.646. Los números nada indican sobre los motivos de la expatriación –fiscales o profesionales–, aunque Marini sospecha que la perspectiva de victoria de la izquierda debió influir. Paralelamente, otros datos recogidos por L’Express indican un sensible aumento de los residentes en el consulado de Ginebra, en Suiza, de 121.320 en el 2010 a 131.594 en el 2012.


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