Era un secreto dicho hasta
ahora a media voz, entre susurros. Pero la verdad ha acabado
apareciendo de forma pública y explícita ante un tribunal: durante decenios, la
organización patronal sectorial más poderosa de Francia, la Unión de las
Industrias y Oficios de la Metalurgia (UIMM, en sus siglas francesas), se
dedicó a financiar bajo mano a los cinco principales sindicatos franceses. El
objetivo de esta práctica, en palabras del ex presidente de la UIMM Denis
Gautier-Sauvagnac, era “fluidificar el diálogo social”.
Nadie sabe cuánto dinero fue a parar a las organizaciones
sindicales –CGT, CFDT, FO, CGC y CFTC– ni quién recibió qué. Pero sí se sabe
que no sólo los sindicalistas recibieron su aportación: también hubo
parlamentarios, periodistas, sociólogos, analistas, líderes estudiantiles...
cuya identidad permanece bien oculta.
Esta práctica ha salido a la luz durante el juicio que se
celebra desde el pasado día 7 en París contra algunos exdirigentes de la UIMM
por un presunto delito de abuso de confianza. La justicia busca desentrañar qué
hizo la entonces dirección de la patronal del metal, entre los años 2000 y
2007, con 16,5 millones de euros retirados en efectivo del fondo que la
patronal tiene para ayudar a las empresas en caso de conflicto social. En el
estado actual del proceso, sin embargo, éste se limita por el momento a juzgar
la entrega de sobresueldos en negro por valor de 850.000 euros a dirigentes de
la propia patronal
.
La revelación pública de la financiación irregular de los
sindicatos por parte de la UIMM la hizo días atrás un antiguo presidente de la
patronal, Arnaud Leenhardt, que declaró como testigo. “La patronal necesitaba
sindicatos sólidos. Cuando hay huelgas y secuestros de directivos, uno está
bien contento de tener un sindicato capaz de canalizar los desbordamientos y
favorecer la reanudación del trabajo”, argumentó. Según Leenhardt, esta
práctica no tenía nada de oculta ni de arbitraria: una vez al año, un comité
especial de la UIMM examinaba y decidía las ayudas.
El efecto de las palabras de Leenhardt fue amplificado el
pasado lunes por las del principal acusado en el proceso, Denis
Gautier-Sauvagnac, que presidió la UIMM hasta el 2007. que confirmó lo
declarado por su antecesor. Tras haberse escudado en elaborados eufemismos
–como el citado de la “fluidificación del diálogo social”–, Gautier-Sauvagnac
fue finalmente algo más preciso y explicó que había dos canales de
financiación: uno con apariencia legal, a base de pagar “a precio de oro”
determinados servicios –compra de espacios publicitarios, alquiler de stands,
suscripción a periódicos sindicales–, y otro directamente ilegal, a base de
entregar en mano sobres repletos de billetes. “Los pagos se hacían siempre entre cuatro ojos, la persona que recibía siempre podrá
negarlo”, afirmó.
Y tampoco será él quien dé los nombres: “No puedo ir más
lejos”, declaró el exdirigente patronal, quien ya tiempo atrás habia advertido
que sacar todos los detalles de esta historia a la luz “no sería útil para
nuestro país”. Los sindicatos, naturalmente, han negado haber recibido
jamás dinero de la patronal. Quien con más fuerza lo ha hecho ha sido la CGT,
el histórico sindicato comunista, que al parecer fue el más reacio a aceptar
las dádivas de los patronos. Pero que, según exdirectivos de la UIMM, también
acabó aceptando dinero.
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