El puesto de
número dos en el grupo Renault tiene un asiento eyectable. En poco más de dos
años, sus dos últimos ocupantes han sido lanzados de manera fulminante al
exterior por el todopoderoso presidente del grupo, Carlos Ghosn, sin que sus
respectivos ceses hayan tenido nada que ver con la crisis del sector del
automóvil y la caída general de las ventas, especialmente acusada en Europa.
El último en ser expulsado ha sido Carlos Tavares, director
general delegado de operaciones, destituido después de haber expresado
públicamente sus ambiciones de ser número uno y haberse ofrecido incluso a
otros fabricantes. Su destitución, presentada oficialmente como un cese “de
común acuerdo”, causa un nuevo seísmo en la cúpula del grupo cuando apenas
habían empezado a cerrarse las heridas del despido de su antecesor, Patrick
Pélata, en mayo del 2011, sacrificado a causa del escándalo de la falsa
acusación de espionaje lanzada contra tres directivos.
Muestra de la precipitación con que ha sido tomada la
decisión, anunciada en un breve comunicado el pasado jueves, a la vuelta de
vacaciones, es el hecho de que Renault no nombra por el momento a ningún
sustituto, sino que Carlos Ghosn vuelve a asumir temporalmente todas las
atribuciones que estaban delegadas en el número dos, a la espera de una
reorganización de la cúpula del grupo.
Nacido en Lisboa hace 55 años, Carlos Tavares era un
ingeniero unánimemente reconocido en Renault, donde entró a trabajar en el año
1981. Su ascenso en la dirección empezó en el 2001, cuando asumió la dirección
del programa de vehículos de gama media. Cuando fue llamado por Ghosn a su
lado, era vicepresidente ejecutivo de Nissan –de la que Renault es el principal
accionista (43%)–, encargado de América.
Su gestión al frente de la dirección general operativa es
valorada dentro y fuera de la empresa. No ha sido pues ésta la razón de su
partida, sino su aspiración de gozar de una mayor autonomía y atribuciones. El
detonante de la crisis fueron unas declaraciones efectuadas por Tavares a la
agencia Bloomberg el pasado 14 de agosto, en las que expresaba sus ganas de
desprenderse de toda tutela. “Toda persona apasionada por la industria del
automóvil llega a la conclusión de que hay un momento en que uno tiene la
energía y el apetito para convertirse en el número uno”, afirmaba Tavares,
quien aún añadió que su experiencia profesional sería buena “para cualquier
fabricante”. “¿Por qué no General Motors?”, se preguntó.
Las declaraciones causaron estupefacción en Renault y no
únicamente en la dirección, sino también entre los sindicatos, escandalizados
por el comportamiento de un dirigente que pedía a los trabajadores “lealtad,
fidelidad y compromiso” con la empresa y el grupo.
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