Cuando el
Pont des Arts, uno de los puentes más bellos y sin duda el más romántico de
París, fue abierto por primera vez al público en 1804 por iniciativa de
Napoleón Bonaparte los pasantes debían pagar un par de monedas como peaje. Hoy
el paso es libre, pero el peaje en cierto modo subsiste. Un nutrido grupo de
vendedores ambulantes ofrecen, por 10 euros, sencillos candados de latón
fabricados en China para que los enamorados que no hayan tenido la precaución
de traerlo cumplan con el ritual de colgarlo en el enrejado del pretil con el
nombre de la persona amada y tirar después (o no) la llave al río Sena. El
precio incluye el derecho a utilizar un rotulador, pero no garantiza encontrar
un lugar donde colgarlo… ¡Difícil empresa! Miles de candados pueblan hoy la
pasarela. Miles de nombres con corazones, dedicatorias y promesas. Miles de
historias, de deseos y de esperanzas.
Desde que,
en el 2008, la novela “Tengo ganas de ti”, del escritor italiano Federico
Moccia, generalizara la moda de colgar candados de amor en los puentes, algunas
de las pasarelas que atraviesan el Sena han sido tomadas al asalto por amantes
de todo el mundo. Como el puente del Arzobispo, que tiene como principal
encanto su impagable vista sobre Notre Dame. Pero fundamentalmente y por encima
de cualquier otro el Pont des Arts, cuya magia seduce para siempre a todo aquel
que lo atraviesa. Hay que acercarse al caer el día, cuando el cielo malva se
refleja en la superficie plomiza del río, para captar su embrujo.
Nadie sabe
a ciencia cierta cuántos candados hay en el puente, ¿5.000? ¿10.000?, nadie los
ha contado nunca. Pero su acumulación ha empezado a preocupar al Ayuntamiento
de París, que ha decidido incrementar la vigilancia para evitar que su peso
pueda poner en peligro la estabilidad de las barandillas y provocar un
accidente. Algún tramo ha cedido ya y ha tenido que ser sustituido, ante el
riesgo de que pudiera caer sobre alguno de los barcos turísticos que discurren
constantemente por el río. Hace tres años, gran parte de los candados
desapareció misteriosamente… y reapareció en parte integrando una obra de la
exposiciónThe Unplayed Notes,
del artista plástico Loris Gréaud. De los otros, nada se ha sabido. Ahora, los
servicios municipales han empezado a hacer lo mismo, retirando de vez en
cuando, para evitar males mayores, los tramos de la baranda particularmente
cargados o maltrechos y sustituyendo el enrejado por otro nuevo.
Quienes hoy regresen al
puente en busca del candado que un día colgaron pueden llevarse una decepción.
Los recién llegados, en cambio, pueden tener la inesperada oportunidad de dejar
temporalmente su huella. Pero cuando aparece la ocasión, hay que darse prisa.
Los huecos vacíos se llenan rápido, muy rápido. Mucho más rápido que los huecos
del corazón.
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