"Bashar es como tu hijo,
deberás pues tratarle como tal”. Con estas palabras pidió el líder
sirio Hafez el Asad poco antes de morir, en junio del 2000, al presidente
francés Jacques Chirac su ayuda para introducir a su vástago –heredero forzoso
del poder ante la desaparición de su hermano mayor, Bassel, en un accidente– en
el proceloso océano de las relaciones internacionales. Chirac, padrino y tutor
del joven Bashar el Asad, aprendiz de tirano... La imagen resulta chocante en
un momento en que otro presidente de francés, François Hollande, se dispone a
atacar a Siria. Pero no por ello es menos cierta.
La anécdota no procede de un rumor más o menos fundado, la
explica el propio ex presidente de la República en el segundo tomo de sus
memorias –Le temps présidentiel (La época presidencial),
editado en el 2011– e ilustra con la cruda luz de la historia las estrechas
relaciones que durante décadas mantuvieron los sucesivos inquilinos del Elíseo
con el clan El Asad y que llevaron a Chirac a ser el único líder occidental en
acudir a los funerales del rais en Damasco. “Por
inaprehensible que fuera, y en muchos aspectos duro e implacable, siempre tuve
la sensación de tener en Hafez el Asad a un hombre de palabra y un interlocutor
sincero en su deseo de diálogo con Francia”, escribió Chirac, quien pronto pudo
observar las “insuficiencias y debilidad de carácter” del hijo.
Jacques Chirac no fue el único en contemporizar con el clan
El Asad. Antes que él lo había hecho ya François Mitterrand –quien pasó por
alto la feroz represión del régimen sirio sobre la insurrección de los Hermanos
Musulmanes en 1982– y después lo haría Nicolas Sarkozy. Plagada de altibajos,
la relación particular entre Francia y Siria es heredera de la época de la
ocupación francesa (1920-1946) y la política llevada a cabo por los sucesivos
presidentes franceses de mantener, por encima de las cuestiones de los derechos
humanos, un contacto privilegiado con Damasco radica fundamentalmente en su
voluntad de salvaguardar la estabilidad de Líbano, país con el que Francia
mantiene vínculos históricos, políticos y personales extremadamente fuertes.
Como dijo una vez De Gaulle: “Los libaneses son el único pueblo cuyo corazón
nunca ha dejado de latir al ritmo del de Francia”.
Líbano ha sido siempre la piedra angular de las relaciones
entre Francia y Siria. La explicación de su acercamiento. La causa de sus
desencuentros. Si las relaciones entre Jacques Chirac y Bashar el Asad nunca
fueron muy buenas, la ruptura definitiva llegó con el asesinato del ex primer
ministro libanés Rafic Hariri –amigo íntimo y personal del presidente francés–
el 14 de febrero del 2005. A
partir de entonces, Chirac cortó todos los puentes y trabajó con denuedo para
aislar diplomáticamente al líder sirio.
La situación cambió drásticamente en el 2007 con la elección
de Nicolas Sarkozy, quien ya diez años antes había visitado Siria invitado por
el partido Baas y posteriormente, como ministro del Interior, logró
salvaguardar la cooperación entre los servicios de información de ambos países
en la lucha antiterrorista. Si a alguien inquieta hoy sobremanera la
beligerancia de François Hollande contra Bashar el Asad –quien calificó en una
entrevista en Le Figaro al Estado francés de “enemigo”–
es a los servicios secretos franceses, que han perdido una fuente de
información clave sobre el terrorismo islamista.
Una vez en el Elíseo, Sarkozy buscó restablecer el diálogo
con Damasco, que se reanudó de forma abierta en el 2008, después de que El Asad
permitiera un acuerdo para elegir a Michel Sleiman como presidente de Líbano.
Para el presidente francés, Siria era una pieza fundamental no sólo en el
futuro de Líbano, sino también en la paz en Oriente Medio –en la que Sarkozy
aspiraba a jugar un papel importante– y en su gran sueño de construir la nueva
Unión por el Mediterráneo (UPM). Bashar el Asad acudió a la cumbre fundacional
de la unión el 13 de julio y estuvo como invitado de honor en la tribuna del
desfile militar de la fiesta nacional del 14 de Julio, para indignación de los
defensores de los derechos humanos. Sarkozy viajó a Damasco ese otoño y en el
2009 y el 2010, el dictador sirio –rehabilitado por París– volvería a ser
recibido en el Elíseo. Sin embargo, la aproximación a Damasco no dio los frutos
esperados.
La insurrección en Siria en el 2011, siguiendo la estela de
las revoluciones de la primavera árabe, y la represión brutal de los rebeldes
por parte del régimen cambiaron radicalmente el escenario. Ese verano, la
embajada francesa en Dasmasco fue atacada y Sarkozy, que había liderado la
intervención militar contra el régimen de Muamar el Gadafi en Libia, buscó
activamente a partir de entonces la imposición de sanciones internacionales
contra Siria. A principios del 2012 fue el primer líder occidental en reclamar
la renuncia de El Asad. Hollande ha seguido su camino.
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