domingo, 8 de septiembre de 2013

Enemigos íntimos

"Bashar es como tu hijo, deberás pues tratarle como tal”. Con estas palabras pidió el líder sirio Hafez el Asad poco antes de morir, en junio del 2000, al presidente francés Jacques Chirac su ayuda para introducir a su vástago –heredero forzoso del poder ante la desaparición de su hermano mayor, Bassel, en un accidente– en el proceloso océano de las relaciones internacionales. Chirac, padrino y tutor del joven Bashar el Asad, aprendiz de tirano... La imagen resulta chocante en un momento en que otro presidente de francés, François Hollande, se dispone a atacar a Siria. Pero no por ello es menos cierta.

La anécdota no procede de un rumor más o menos fundado, la explica el propio ex presidente de la República en el segundo tomo de sus memorias –Le temps présidentiel (La época presidencial), editado en el 2011– e ilustra con la cruda luz de la historia las estrechas relaciones que durante décadas mantuvieron los sucesivos inquilinos del Elíseo con el clan El Asad y que llevaron a Chirac a ser el único líder occidental en acudir a los funerales del rais en Damasco. “Por inaprehensible que fuera, y en muchos aspectos duro e implacable, siempre tuve la sensación de tener en Hafez el Asad a un hombre de palabra y un interlocutor sincero en su deseo de diálogo con Francia”, escribió Chirac, quien pronto pudo observar las “insuficiencias y debilidad de carácter” del hijo.

Jacques Chirac no fue el único en contemporizar con el clan El Asad. Antes que él lo había hecho ya François Mitterrand –quien pasó por alto la feroz represión del régimen sirio sobre la insurrección de los Hermanos Musulmanes en 1982– y después lo haría Nicolas Sarkozy. Plagada de altibajos, la relación particular entre Francia y Siria es heredera de la época de la ocupación francesa (1920-1946) y la política llevada a cabo por los sucesivos presidentes franceses de mantener, por encima de las cuestiones de los derechos humanos, un contacto privilegiado con Damasco radica fundamentalmente en su voluntad de salvaguardar la estabilidad de Líbano, país con el que Francia mantiene vínculos históricos, políticos y personales extremadamente fuertes. Como dijo una vez De Gaulle: “Los libaneses son el único pueblo cuyo corazón nunca ha dejado de latir al ritmo del de Francia”.

Líbano ha sido siempre la piedra angular de las relaciones entre Francia y Siria. La explicación de su acercamiento. La causa de sus desencuentros. Si las relaciones entre Jacques Chirac y Bashar el Asad nunca fueron muy buenas, la ruptura definitiva llegó con el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri –amigo íntimo y personal del presidente francés– el 14 de febrero del 2005. A partir de entonces, Chirac cortó todos los puentes y trabajó con denuedo para aislar diplomáticamente al líder sirio.

La situación cambió drásticamente en el 2007 con la elección de Nicolas Sarkozy, quien ya diez años antes había visitado Siria invitado por el partido Baas y posteriormente, como ministro del Interior, logró salvaguardar la cooperación entre los servicios de información de ambos países en la lucha antiterrorista. Si a alguien inquieta hoy sobremanera la beligerancia de François Hollande contra Bashar el Asad –quien calificó en una entrevista en Le Figaro al Estado francés de “enemigo”– es a los servicios secretos franceses, que han perdido una fuente de información clave sobre el terrorismo islamista.

Una vez en el Elíseo, Sarkozy buscó restablecer el diálogo con Damasco, que se reanudó de forma abierta en el 2008, después de que El Asad permitiera un acuerdo para elegir a Michel Sleiman como presidente de Líbano. Para el presidente francés, Siria era una pieza fundamental no sólo en el futuro de Líbano, sino también en la paz en Oriente Medio –en la que Sarkozy aspiraba a jugar un papel importante– y en su gran sueño de construir la nueva Unión por el Mediterráneo (UPM). Bashar el Asad acudió a la cumbre fundacional de la unión el 13 de julio y estuvo como invitado de honor en la tribuna del desfile militar de la fiesta nacional del 14 de Julio, para indignación de los defensores de los derechos humanos. Sarkozy viajó a Damasco ese otoño y en el 2009 y el 2010, el dictador sirio –rehabilitado por París– volvería a ser recibido en el Elíseo. Sin embargo, la aproximación a Damasco no dio los frutos esperados.

La insurrección en Siria en el 2011, siguiendo la estela de las revoluciones de la primavera árabe, y la represión brutal de los rebeldes por parte del régimen cambiaron radicalmente el escenario. Ese verano, la embajada francesa en Dasmasco fue atacada y Sarkozy, que había liderado la intervención militar contra el régimen de Muamar el Gadafi en Libia, buscó activamente a partir de entonces la imposición de sanciones internacionales contra Siria. A principios del 2012 fue el primer líder occidental en reclamar la renuncia de El Asad. Hollande ha seguido su camino.



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