El trato dado en
Francia a los roms, los gitanos nómadas procedentes del
Este de Europa –fundamentalmente, de Bulgaria y Rumanía–, ha vuelto a tensar
las relaciones entre París y Bruselas. El portavoz de la Comisión Europea,
Olivier Baily, amenazó ayer al Estado francés con la imposición de sanciones si
no respeta el derecho a la libre circulación de los miembros de esta comunidad,
que son ciudadanos europeos como los demás. “Si los tratados no se cumplen, la
Comisión utilizará todos los medios a su disposición”, advirtió. No es la
primera vez que las amenazas han volado de Bruselas a París por el problema de
los roms, ya pasó algo así en el 2010. La diferencia es
que entonces estaba Nicolas Sarkozy en el Elíseo y hoy está el socialista
François Hollande.
La chispa que ha desencadenado este nuevo brote de tensión
son unas declaraciones realizadas en evidente clave electoral –dentro de seis
meses se celebrarán en Francia elecciones municipales– por el ministro del
Interior, Manuel Valls, quien afirmó que la mayoría de los roms no son
integrables en la sociedad francesa porque no aspiran a integrarse y que su
destino ha de ser regresar a sus países de origen.
“Es ilusorio pensar que arreglaremos el problema de las
poblaciones roms a través únicamente de la inserción”, dijo Valls en la emisora
de radio France Inter, una vía –añadió– que presenta numerosas dificultades,
debido a la oposición de los municipios que deben albergar los nuevos
asentamientos, y que en todo caso afecta a una número limitado de familias.
“Estas poblaciones tienen modos de vida extremadamente diferentes de los
nuestros y que están en confrontación con los nuestros”, se extendió el
ministro del Interior, para quien “no hay otra solución que desmantelar los
campamentos (ilegales) progresivamente y reconducirlos (a los roms) a la frontera”.
Las declaraciones de Manuel Valls, que se ha alineado desde
hace años en el ala derecha del Partido Socialista, chocaron enormemente en el
ámbito de la izquierda. Importantes figuras del PS, como la ex primera
secretaria Martine Aubry y el ministro de Regeneración Industrial, Arnaud
Montebourg, criticaron abiertamente a su compañero de filas, y lo mismo
hicieron sus aliados ecologistas, por boca de François de Rugy, presidente del
grupo de los verdes en la Asamblea Nacional. El actual jefe de filas del
partido, Harlem Désir, también marcó sus distancias.
A pesar de este malestar transversal, el Gobierno salió a
defender a Manuel Valls, argumentando –así lo hizo la ministra portavoz, Najat
Vallaud-Belkacem– que las palabras del ministro del Interior habían sido
reproducidas sólo parcialmente... y que en el fondo se mantienen en la línea
gubernamental, que pretende combinar integración y represión de las conductas
delictivas, así como el desmantelamiento de los campamentos ilegales. La
primera parte apenas funciona, sin embargo, como se encargó de recordar la
vicepresidenta de la Comisión Europea y comisaria de Justicia, Viviane Reding:
“Hay 50.000 millones de euros sobre la mesa para integración, pero no son
utilizados, no se hace el trabajo de integración”, se quejó.
Manuel Valls, fuerte en su posición, se reafirmó ayer en sus
opiniones. pero si la dureza con que expresó su opinión al respecto es inédita,
responde exactamente a la práctica que el Ministerio del Interior –con el aval
del primer ministro y del presidente de la República– aplica con mano firme
desde la asunción del cargo, en la primavera del 2012. Y que no es otra que la
política que ya aplicaba Nicolas Sarkozy.
Un tema de campaña electoral
El problema de los asentamientos ilegales de gitanos procedentes
del Este, más conocidos como roms, ha empezado a
colocarse en el centro de la precampaña de las elecciones municipales,
convocadas para el mes de marzo del 2014. La derecha ha abrazado este asunto
como tema de campaña e incluso los más moderados, como la candidata
conservadora a la alcaldía de París, Nathalie Kosciusko-Morizet –quien pasa por
tener una sensibilidad centrista–, ha recurrido a este asunto, llegando a decir
que los roms “acosan” a los parisinos y proponer medidas
contra la mendicidad agresiva. Las declaraciones de Manuel Valls, tendentes a
refirmar la línea de firmeza del Gobierno en este asunto, deben entenderse en
este contexto. Se calcula que en Francia hay unos 20.000 roms. Según Amnistía Internacional, en el 2012 fueron
expulsados 11.982 de ellos y sólo en la primera mitad de este año fueron
10.174.
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