viernes, 13 de septiembre de 2013

La apuesta de la industria

Si Francia es hoy una potencia nuclear se debe a la anticipación del general De Gaulle. Si el tren de alta velocidad es unas de las joyas tecnológicas francesas, es fruto de la visión del presidente Pompidou... François Hollande, a su manera, se ha propuesto seguir los pasos de sus antecesores e impulsar desde el Estado la resurrección de la industria francesa, que en las últimas décadas ha ido perdiendo terreno inexorablemente. El presidente francés presentó ayer con este fin un ambicioso programa, concertado por el Estado y las empresas privadas, para impulsar 34 proyectos de innovación tecnológica que sitúen al país a la cabeza de la industria del futuro. “La tercera revolución industrial se producirá también en Francia”, dijo.

Los 34 proyectos, convertidos desde ahora en una “prioridad nacional”, están asociados a tres ejes estratégicos –la transición energética y medioambiental, la salud y la tecnología digital– y van desde el futuro avión eléctrico hasta la nueva generación del Tren de Alta Velocidad (TGV), pasando por automóviles de bajo consumo o guiados sin conductor, la “e-educación”, la ciberseguridad, la nanoelectrónica, la robótica o la biotecnología médica.

Se trata en todos los casos de proyectos sobre los que las grandes empresas y grupos industriales franceses ya han empezado a trabajar y que pueden tener una traducción material concreta en el plazo de una década. En su mayor parte han sido propuestos por las propias empresas y serán asimismo reconocidos empresarios los encargados de pilotarlos.

El Estado francés, que destinará a este programa 7.500 millones de euros –entre préstamos, ayudas y beneficios fiscales– no pretende esta vez asumir un papel dirigista, sino acompañar a la iniciativa privada, que deberá asumir el grueso de las inversiones. “No se trata de volver a los años sesenta, cuando el Estado era el prescriptor, el productor y el cliente”, aseguró Hollande. Se trata, en cierto modo, de un colbertismo puesto al día, de un modo de intervencionismo suave.

El gabinete estadounidense McKinsey, que ha colaborado en la preparación del programa, estima que en el plazo de una década el plan puede generar 475.000 nuevos empleos industriales, crear un valor añadido de 45.000 millones de euros y un aumento de las exportaciones francesas por un valor de 18.000 millones.

La industria francesa está bien necesitada de una gran revulsivo. En claro retroceso, en los últimos diez años ha perdido alrededor de 750.000 empleos, según señaló el ministro de Regeneración Industrial, Arnaud Montebourg, y ha visto reducido su peso en la economía del país al 12% del Producto Interior Bruto (PIB), por debajo de la media europea y la mitad que en Alemania. Como resultado, el déficit exterior de Francia alcanzó en el 2011 la cifra récord de 70.000 millones de euros, una sangría que se reduce, pero muy poco a poco: el año pasado bajó a 67.200 millones.


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