Nada de utilizar
el teléfono móvil personal, o la tableta digital,para hablar de asuntos del
Gobierno ni intercambiar información “sensible”, menos aún si está clasificada.
Nada de recurrir alegremente a internet, ni reenviar los mensajes del correo
electrónico oficial al personal. Nada de intercambiar mensajes de texto (sms),
ni de hablar como si nada cuando se viaja al extranjero...
El gabinete del primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault,
envió a finales de agosto un correo a todos los miembros del Gabinete
instándoles a extremar las medidas de seguridad para evitar ser espiados. La
carta, según ha revelado L’Express, recuerda los
“atentados a la seguridad de los sistemas de información” constatados en los
últimos meses, en una clara alusión a las escuchas masivas realizadas por la
Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos. Francia ya puede ser el
“más antiguo aliado” de EE.UU., como ha subrayado el secretario de Estado, John
Kerry, a propósito de la estrecha cooperación franco-americana en la crisis de
Siria, que no por ello ha sido menos espiado por Washington, como pusieron de
relieve los documentos revelados por el ex agente Edward Snowden.
Las instrucciones empiezan subrayando la necesidad de que
todas las informaciones relativas a la defensa nacional y clasificadas como
confidenciales o secretas deben imperativamente ser transmitidas a través de
los equipamientos especiales suministrados, esto es, el teléfono móvil
encriptado Theorem –desarrollado por la sociedad Thales, de los que se han
distribuido 2.300 unidades en los ministerios de Defensa, Interior, Justicia,
Economía y Finanzas, y Asuntos Exteriores– y el sistema de intranet Isis. Hasta
aquí, nada de particular.
El problema viene con lo que la circular define como
“informaciones sensibles”, que a juicio de Matignon son prácticamente todas:
“En su mayoría, las informaciones manipuladas o intercambiadas en el seno de la
administración, particularmente por la autoridades y los gabinetes ministeriales,
son sensibles, sin estar clasificadas”, sostiene la misiva.
Ninguna de estas informaciones debería pasar a partir de
ahora, ni verbal ni documentalmente, por ningún teléfono móvil personal
(smartphones) sin un dispositivo de seguridad avalado por
la Agencia Nacional de la Seguridad de los Sistemas de Información (Anssi), ni
viajar por internet si no han sido previamente cifradas. Nada de utilizar para
los asuntos gubernamentales los ordenadores personales, ni las tabletas, ni el
correo electrónico personal, ni enviar sms... Y en caso de viajar al
extranjero, vigilar lo que se dice en las sedes de organismos internacionales,
aeropuertos, hoteles, restaurantes y cybercafés... casi, casi, como los espías
de John Le Carré.
Si el primer ministro se ha visto obligado a enviar esta
circular a los miembros del Gobierno es porque hasta el momento la mayoría no
han mostrado una excesiva preocupación por estos asuntos. Tampoco los del
Gabinete anterior. El ex presidente Nicolas Sarkozy, sin ir más lejos, se impacientaba
enormemente con la lentitud de su teléfono Theorem y acabó por dejarlo
normalmente en un rincón. Muchos ministros de François Hollande siguen haciendo
hoy lo mismo. Y no parece que el tono apocalíptico de la carta vaya a hacerles
cambiar de opinión. La mayoría, al salir ayer el Consejo de Ministros, parecía
ignorar las nuevas instrucciones. Y el titular de Trabajo, Michel Sapin, les
quitó toda importancia: “No creo que mis informaciones interesen a Barack
Obama”.
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