Representa la llama de la
libertad, pero podría parecer una cabellera rubia. Sea por esta
analogía, o porque simplemente no había mejor lugar para hacerlo, el caso es
que cientos de turistas acuden cada año en laica peregrinación al monumento que
se levanta en la embocadura del Pont de l’Alma, en París, a depositar ramos de
flores, dibujos o pequeños escritos en homenaje a Diana de Gales, que perdió la
vida en un violento accidente de tráfico en el paso subterráneo del mismo
nombre el 31 de agosto de 1997 cuando huía de los paparazzi.
Pocos se fijan en el detalle de que el monumento no fue
erigido en recuerdo de la malograda Princesa del pueblo sino que, inaugurado por Jacques Chirac en 1989, celebra la amistad
franco-americana. Y que la llama es, en realidad, una réplica de la llama de la
estatua de la Libertad de Nueva York, construida en Francia y enviada al otro
lado del Atlántico en 1886 como un obsequio del pueblo francés por el
centenario de la independencia americana.
La historia de la tumultuosa amistad entre Francia y Estados
Unidos es tan antigua como el propio país, en cuya guerra de independencia
contra el Reino Unido los franceses tuvieron una contribución fundamental. “¡La
Fayette ¡aquí estamos!”, proclamó el coronel norteamericano Charles E. Stanton
el 4 de julio de 1917 en París ante la tumba del general francés que combatió a
los ingleses junto a los norteamericanos y mereció el calificativo de “héroe de
los dos mundos”. Los estadounidenses acababan de devolver el favor entrando en
guerra contra Alemania al lado de Francia, lo que volverían a hacer en la
Segunda Guerra Mundial.
Nada de sorprendente debería tener pues en principio que
Francia, el “más antiguo aliado” de Estados Unidos –como recordó el secretario
de Estado, John Kerry, el viernes–, se encuentre de nuevo codo con codo con los
norteamericanos en la crisis de Siria. Para Kerry, que además de conocer bien
la historia de su país habla francés y tiene vínculos familiares en Francia –en
Saint-Briac, en Bretaña, tiene un primo hermano, el ex ministro Brice Lalonde–,
este vínculo es natural. Sin embargo, las relaciones entre ambos países han
sufrido periódicamente graves desencuentros.
Uno de los más notorios se produjo en 1966, cuando el
general De Gaulle, que mantuvo históricamente una desconfianza mutua con los
dirigentes estadounidenses, decidió retirar a Francia del mando integrado de la
OTAN con el fin de recuperar una soberanía plena en política exterior. Su
decisión comportó la salida de Francia de 27.000 soldados y 37.000 empleados
civiles norteamericanos, así como la evacuación de treinta bases militares.
El impacto de esta crisis fue, pese a todo, menor que la que
enfrentaría a ambos países a causa de la guerra promovida por George W. Bush
contra Iraq en el 2003, a
la que Francia, de la mano de Jacques Chirac –quien sin embargo se habia
alineado con Washington en el caso de Afganistán– se opuso frontalmente. Los
ataques lanzados contra los franceses desde el otro lado del Atlántico fueron
de una gran ferocidad y las relaciones entre ambos países entraron en una era
de glaciación. Hasta las patatas fritas, las french
fries, fueron temporalmente rebautizadas –como freedom
fries– en represalia.
El advenimiento de Nicolas Sarkozy en el 2007 cambió
radicalmente las cosas. Calificado por los propios servicios diplomáticos
estadounidenses como “el presidente francés más pro-norteamericano desde la
Segunda Guerra Mundial” –según revelaron los documentos difundidos por
Wikileaks–, Sarkozy se empleó a fondo en restaurar el vínculo trasatlántico y
en el 2009 reintegró a Francia en la estructura de mando de la OTAN. Una
decisión de una gran fuerza simbólica. El ex presidente francés hizo también
algo más: rompió con el tradicional antiamericanismo de la derecha francesa,
una actitud hasta entonces de buen tono entre el gaullismo y la izquierda.
En cierto sentido, François Hollande está protagonizando
ahora un viraje similar en el campo de los socialistas. El nuevo presidente de
la República ha mantenido a Francia en el mando integrado de la Alianza
Atlántica –pese a que el PS votó en contra del retorno– y ahora ha decidido
alinearse militarmente con Barack Obama para lanzar una operación militar
contra el régimen sirio, aún sin los británicos...
Mientras los mitos políticos caen, la grana del cine
hollywoodiense, con Michael Douglas a la cabeza, se pasea estos días en
Normandía para participar en el Festival de cine americano de Deauville, una
cita que lleva 39 años desafiando los prejuicios.
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