A Francia le preocupa la
agitación independentista en Catalunya, aunque lo diga con la boca pequeña y
oficialmente se mantenga pulcramente al margen. “Lo que ocurre en Catalunya es
un asunto interno español y tenemos plena confianza en el Gobierno español para
encontrar una solución”, declaro ayer el ministro francés de Asuntos
Exteriores, Laurent Fabius, tras reunirse con su homologo español, José Manuel
García Margallo, en Paris. Pero detrás de la respuesta de manual del jefe del
Quai d’Orsay –la misma, exactamente, que han utilizado siempre los franceses
con el problema de ETA- se esconde un creciente preocupación por la
inestabilidad política que introduce la movilización soberanista en Catalunya.
García Margallo tuvo oportunidad de comprobarlo personalmente, pues la cuestión
catalana estuvo omnipresente durante toda su visita oficial.
La situación en Catalunya
apareció no solo en la reunión con Laurent Fabius, sino también en un desayuno
privado organizado por la prestigiosa revista de análisis Politique
Internationale –un foro reservado en el que participan figuras del mundo de la
política, la industria, la economía y las finanzas-, y en la reunión a puerta
cerrada que mantuvo con los miembros de la Comisión de Asuntos Exteriores de la
Asamblea Nacional, presidida por la socialista Elisabeth Guigou , en la que
Margallo encontró a viejos conocidos, como el ex primer ministro François
Fillon.
“La situación en
Catalunya preocupa y todos mis interlocutores coinciden en que una eventual
separación no sería una buena noticia para Europa”, comento el ministro en un
encuentro con los corresponsales españoles, donde insistió en que en caso de
independizarse, Catalunya quedaría “automáticamente fuera de la UE”. Margallo
aseguro haber encontrado una gran comprensión en su auditorio, no en vano los
franceses son encarnizados defensores de un modelo de Estado fuertemente
centralizado. “Si alguna región francesa, como Córcega o Bretaña, pretendiera
separarse, aquí pasaría lo mismo (que en España)”, considero el ministro.
El jefe de la diplomacia
española expuso ante sus interlocutores los argumentos expuestos por el presidente
del Gobierno, Mariano Rajoy, en su carta de respuesta al president de la
Generalitat, Artur Mas, en la que le ofrecía un “dialogo sin caducidad”. A
saber, que una declaración unilateral de independencia no es jurídicamente
posible, que la Constitución española proclama que España es “indivisible”, que
el derecho a decidir “no existe” como un derecho reconocido a una parte de los
españoles, sino únicamente al conjunto, y que en Catalunya “no se da” ninguno
de los supuestos que según la legislación internacional justificarían el
reconocimiento del derecho a la autodeterminación.
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