Diez años
después de enfrentarse agriamente a Estados Unidos a propósito de la guerra de
Iraq, Francia se ha quedado como el único aliado occidental con que Washington
podrá contar para lanzar su operación de castigo en Siria. El presidente francés, François Hollande, fue ayer
inequívoco al defender la necesidad de llevar a cabo una acción punitiva contra
el régimen de Bachar el Asad por el uso de armas químicas y reafirmar su
determinación de participar en una intervención militar a pesar de la deserción
forzosa del Reino Unido. “Hay pocos países con capacidad para infligir una
sanción por los medios apropiados. Francia es uno de ellos. Y está preparada”,
declaró Hollande en una entrevista en Le Monde, antes de
responder con un rotundo “sí” a su disposición a actuar sin los británicos.
“Cada país es soberano para participar o no en una operación”, agregó.
François Hollande mantuvo ayer tarde una conversación
telefónica con su homólogo norteamericano, Barack Obama, para abordar los
detalles de la operación, que podría desarrollarse –según dijo el propio
presidente de la República– antes del próximo miércoles, fecha en que el
Parlamento francés ha sido convocado para abordar esa cuestión. Hollande no
precisa, sin embargo, de ninguna autorización previa de las cámaras.
El voto negativo del Parlamento británico a involucrar al
Reino Unido en Siria, sumado a las reticencias de Alemania e Italia, ha dejado
de repente a Francia en un papel que nunca hubiera imaginado. No necesariamente
cómodo, pero no lo suficientemente embarazoso tampoco como para hacerle
replantear su postura.
Hollande no parece tener duda alguna sobre lo que debe
hacerse. A su juicio, el ataque con armas químicas contra un barrio de los
alrededeores de Damasco el pasado 21 de agosto, del que –a la espera del
informe oficial de los inspectores de la ONU– responsabiliza al régimen sirio,
“no puede quedar sin castigo”. Lo dijo el martes y lo reiteró ayer de nuevo en Le Monde. Las armas químicas, prohibidas en 1925, “son
una amenaza para la humanidad” y su uso debe ser sancionado. “No actuar
–argumentó– sería dejar hacer”.
“Si el Consejo de Seguridad (de la ONU) se ve impedido de
actuar, se formará una coalición. Deberá ser lo más amplia posible –explicó en
la misma entrevista–; se apoyará en la Liga Árabe, que condenó el crimen y
alertó a la comunidad internacional, y tendrá el apoyo de los europeos”. A
falta de una resolución que legalice la intervención, París defiende su
legitimidad basándose en la “responsabilidad de proteger” a la población, un
principio reconocido por la Asamblea de las Naciones Unidas en el 2005.
Hollande puso límites, no obstante, al alcance de la
operación militar. “Yo no soy favorable a una intervención que tuviera como
objetivo ‘liberar’ a Siria o derribar al dictador”, sino a una acción punitiva
que tenga “valor de disuasión”. Y que pudiera, en el mejor de los casos, forzar
una solución política para poner fin a la guerra civil en Siria.
Se trataría en consecuencia de una campaña breve y limitada
–“Yo no hablaría de una guerra”, precisó Hollande–, consistente en bombardeos
contra objetivos muy específicos. Según el diario digital Slate, el objetivo sería destruir los lanzadores de
cargas químicas, que aparentemente estarían localizados, pero no así los
depósitos de estas armas, cuya explosión podría tener consecuencias
catastróficas. Tampoco se incluirían en la lista de objetivos ni los centros de
mando del ejército sirio ni tampoco sus bases aéreas. El bombardeo se
realizaría a distancia, mediante el lanzamiento de misiles crucero desde los
navíos desplegados frente a la costa siria o desde aviones. Francia, que ha
enviado a la zona una moderna fragata de defensa antiaérea, Le
Chevalier Paul, podría movilizar a sus cazabombarderos Rafale y
Mirage 2000.
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