Valérie
Trierweiler ha decidido regresar a la casilla de salida y volver a empezar.
Cuatro meses después del seísmo político provocado por su ataque contra la ex
mujer de François Hollande, Ségolène Royal, a través de Tweeter, la actual
compañera del presidente francés ha admitido públicamente que se equivocó. “Fue
un error que lamento. No volverá a suceder”, ha declarado en una entrevista
publicada ayer por el diario Ouest France, la primera
que concede desde que accedió a la condición de primera dama de Francia. “Aún
no me había dado cuenta de que ya no era sólo una simple ciudadana”, confiesa.
El tuit de Trierweiler contra su antigua contrincante
sentimental en plena campaña de las elecciones legislativas francesas –en las
que Royal contó con el apoyo explícito de Hollande– levantó una gran polvareda
política en el país. De entrada, porque contaminó el debate electoral con las
querellas personales en la cúpula del Estado, poniendo en entredicho la
autoridad del presidente de la República. Y en segundo lugar, porque puso en
evidencia la ambigüedad que rodea la condición de primera dama: sin estatus ni
función legal, pero con ineludibles responsabilidades de representación
pública.
“Sin duda, yo no había tomado toda la medida de las
exigencias de esta tarea”, admite ahora. Cinco meses, Trierweiler, mucho más
discreta desde al asunto del tuit, mantiene su intención de combinar sus
funciones en el Elíseo con su profesión de periodista. Pero no al mismo nivel
ni con la misma intensidad que antaño. Así, la mujer de Hollande anunció su
decisión de renunciar a conducir un nuevo programa de televisión en el canal
digital D8 –antigua Direct 8, adquirida por el grupo Canal Plus–, donde
trabajaba desde el 2005. “Comprendo que, para algunos, ser la compañera del presidente
y trabajar en una televisión puede suscitar interrogantes, incluso un
problema”, ofrece como argumento.
Pero lo que Trierweiler no dejará es su colaboración con el
semanario Paris Match, de cuya plantilla forma parte
desde hace 22 años, reducida hoy a un artículo semanal de crítica literaria.
“Mis hijos están a mi cargo y no veo cómo podría hacer sin un salario.
Conservar mi independencia financiera me parece igualmente más sano para
conservar los piés en el suelo”, se justifica.No por ello renunciará sin
embargo a su despacho en el Elíseo –“Me permite recibir a mis visitas”– ni al
“reducido equipo” de tres personas que le asiste. “Es lo que ha existido
siempre”, dice.
A Trierweiler, que rechaza el carácter autoritario que le
atribuyen los guiñoles de Canal Plus –“Soy franca, pero ¿es eso un defecto?”,
se pregunta–, no le han gustado nada los libros que han abordado su rivalidad
con Ségolène Royal. “No tengo la impresión de que los autores hablen de mi,
sino de un personaje que habrán imaginado para corresponder a sus clichés”,
dice. A Royal, en cambio, le han encantado.
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