viernes, 26 de octubre de 2012

Duelo por la herencia de Sarkozy


Sólo 265.000 militantes de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), la gran formación de la derecha francesa, tendrán derecho a votar el próximo 18 de noviembre por la persona que sucederá al carismático Nicolas Sarkozy en la presidencia del partido. Pero anoche, en un ejercicio inédito, los dos principales aspirantes a asumir el liderazgo de la derecha, François Fillon y Jean-François Copé, se dirigieron a la totalidad de los franceses en un debate televisivo en directo. El evento recordó los debates de las primarias socialistas del 2011, salvo que en ese caso se trataba de elegir al candidato al Elíseo y no al jefe de partido. Y que la votación era abierta, y no cerrada.

Apuesta arriesgada y de una utilidad inmediata difícil de calibrar, el debate de anoche –que algunas fuentes atribuyen originalmente a una bravuconería– no se entiende sino como la antesala de la batalla por la futura nominación del candidato al Elíseo en las elecciones presidenciales del 2017. Cuando llegue el momento, quien controle el partido –como Sarkozy en el 2007– tendrá una gran parte del camino hecho.

Los dos aspirantes, que aparecieron durante dos horas –primero por separado y luego juntos– en el programa Palabras y actos de France 2, pactaron al milímetro el desarrollo del debate, con el fin de reducir al mínimo el riesgo de un encontronazo. “El primero que dispare está muerto”, comentaba antes de la emisión el colaborador de uno de los contendientes, consciente de que los militantes no perdonarán al que desate una guerra fratricida.

François Fillon –que abrió el debate por sorteo– y Jean-François Copé eludieron en todo momento interpelarse directamente y se negaron a seguir a los periodistas cada vez que éstos les empujaron a valorar al adversario o subrayar sus diferencias. A falta de grandes divergencias ideológicas en el fondo, cada cual se empeñó en marcar claramente su perfil y su temperamento. Ambos rechazaron por igual, por ejemplo, la legalización del matrimonio entre homosexuales. Aunque con un matiz: en caso de estar en situación de hacerlo, Fillon acataría la ley llegado el caso y oficiaría la ceremonia, mientras que Copé se negaría a hacerlo.

El ex primer ministro, en tono mesurado, se presentó como un hombre de “experiencia” de gobierno tras cinco años en Matignon junto a Sarkozy, capacitado para afrontar la crisis y “reagrupar a todos los franceses”, en un espíritu de unión nacional, para llevar adelante un proyecto de “regeneración de Francia”. Su palabra clave fue “esperanza”.

El secretario general de la UMP privilegió en cambio una imagen de combatividad. Presentándose como heraldo de la “resistencia” frente al poder socialista, defendió una “derecha desacomplejada”, poco amante del “agua tibia” e inclinada a hablar sin paños calientes. “¿Es que hay que ser siempre forzosamente agradable?”, se preguntó, miemtras apostillaba algunas afirmaciones de su rival con el latiguillo “Yo iría un poco más lejos”....

El único episodio parecido a un amago de roce fue cuando Fillon se desmarcó de las denuncias de Copé sobre la existencia de un “racismo anti-blanco” en las banlieues. “Yo no lo hubiera dicho así”, dijo el exprimer ministro. A lo que su oponente respondió: “¿Dónde está el drama de hablar de racismo anti-blanco?”. El intercambio no pasó de ahí.

Fiel a una estrategia rodada, Copé se presenta como el heredero político de Sarkozy –de quien no hace tanto tiempo fue un adversario declarado–, adoptando un discurso radical en línea con el mantenido en los últimos tiempos por el expresidente francés. Copé no duda en hacer tremendismo al hablar del islam, denunciando por ejemplo la presunta agresión sufrida por un escolar que comía un pain au chocolat por no respetar el Ramadán...

Copé se dirige esencialmente a los militantes de la UMP, que son quienes tienen la llave de la elección. Los sondeos dan repetidamente como favorito a su adversario: en uno de los más recientes, de Harris Interactive, Fillon aventaja claramente al secretario general de la UMP por casi cincuenta puntos –71% a 23%– entre el electorado de la derecha. Pero, como advierte Copé, no serán los simpatizantes sino los militantes los que van a votar.

Pero no se trata sólo de los sondeos. La hazaña de Fillon al conseguir más padrinazgos de militantes para presentar su candidatura –45.000 frente a 30.000 de Copé– demuestra que hay una gran división de opiniones en el seno mismo del partido, lo que hace presagiar un elevado grado de participación. En sus diez años de existencia, la UMP nunca ha vivido un proceso así. En el 2002, el año de su fundación, el ex primer ministro Alain Juppé fue elegido con el 80% de los votos y Nicolas Sarkozy, en el 2004, por el 85%. Esta vez, las fuerzas están mucho más igualadas.

Con el fin de acabar de seducir a los sarkozistas –y al propio líder, hoy temporalmente retirado–, Copé volvió a prometer dejarle el camino libre si en el 2017 quiere intentar tomarse la revancha contra François Hollande. Algo que Fillon acepta a regañadientes: “Yo apoyaré a quien tenga más posibilidades de ganar”, dijo anoche, admitiendo incluso un eventual apoyo a Copé y exigiéndole la misma reciprocidad. “Cero problema”, contestó éste.

En favor del secretario general de la UMP se han alineado alguno de los más estrechos colaboradores y amigos de Sarkozy, como Brice Hortefeux, Patrick Balkany, Roger Karoutchi o Nadine Morano. Pero no todos: el exministro del Interior y ex mano derecha del presidente, Claude Guéant, o Christian Estrosi, han preferido apoyar a Fillon. 


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