Córcega, la Île de Beauté, chorrea sangre. Dos atentados mortales,
cuya conexión entre sí no está establecida, acabaron ayer con la vida de dos
conocidas figuras nacionalistas: el letrado Antoine Sollacaro, abogado
histórico del nacionalismo corso y una auténtica institución en la isla, y un
ex militante de la organización terrorista Armata Corsa, Jean-Dominique
Allegrini-Simonetti. El primero murió acribillado en las afueras de Ajaccio, la
capital de Córcega, en el sur de la isla, y el segundo en el norte, en la
población de Aregno, no lejos de Calvi, con sólo una hora de diferencia. Ambos
crímenes elevan a 15 el número de víctimas mortales en Córcega en lo que va de
año a causa de atentados o ajustes de cuentas en el mundo del nacionalismo
corso y las mafias criminales, dos mundos inextricablemente unidos.
El nivel de violencia ha llegado a tal punto en Córcega en
los últimos años –el penúltimo crimen, muy reciente, se produjo el pasado 11 de
septiembre, con el asesinato a tiros de tres personas en el norte de la isla–
que los repetidos ajustes de cuentas apenas causan conmoción. No pasó lo mismo
ayer. La personalidad de Antoine Sollacaro, de 63 años, provocó un fuerte
seísmo en Córcega y en el mundo judicial, donde el veterano y combativo abogado
era muy conocido, además de unánimemente respetado.
Experto en Derecho penal,
era el abogado histórico del nacionalismo corso, aunque entre sus clientes
tenía también a miembros de las mafias isleñas. Su actuación más notable, entre
las recientes, fue la defensa de Yvan Colonna, el pastor corso condenado en
2009 en apelación a cadena perpetua por el asesinato del prefecto de Córcega
Claude Erignac, el 6 de febrero de 1998, de tres tiros en la nuca.
Antoine Sollacaro, una figura que hasta ayer parecía
intocable –y cuyo asesinato implica claramente una nueva escalada–, fue
sorprendido por los asesinos, dos hombres que circulaban en moto, poco después
de la mañana en una gasolinera en las afueras de Ajaccio cercana a su domicilio,
donde el abogado acostumbraba a detenerse cada mañana para compra el periódico.
Uno de los dos hombres, armado de una pistola, vació su cargador sobre su
víctima, que se encontraba en el interior de su coche. La policía halló en el
lugar una decena de casquillos del calibre 11,43 mm . La Jurisdicción
Interregional Especializada (Jirs) de Marsella, especializada en el gran
bandidismo, ha sido encargada de la investigación.
Las causas del asesinato del abogado Sollacaro, la identidad
de sus autores o de sus instigadores, son por ahora un misterio. Pero parece
verosímil que tengan que ver con la guerra abierta que diferentes clanes corsos
están librando en el sur de la isla.
Sollacaro era amigo íntimo, además de abogado, del antiguo
dirigente del Movimiento por la Autodeterminación (MAP) y actual presidente del
club de fútbol AC Ajaccio, Alain Orsoni. El viejo líder nacionalista escapó en 2008 a un atentado
–aparentemente, en represalia por la muerte de una figura de la mafia corsa,
Ange-Marie Micelosi–, y posteriormente, en 2009, fue detenido por su presunta
implicación en una ola de asesinatos en el mundo de la delincuencia organizada.
Puesto en libertad, su hijo, Guy Orsoni, está sin embargo procesado. En abril
del 2011, la ex alcaldesa de Porticcio, Marie-Jeanne Bozzi (UMP) –a la que se
llegó a implicar en el complot contra Orsoni, antes de ser exculpada– fue
asesinada a su vez. La espiral de la venganza no parece tener fin.
El asesinato ayer de Jean-Dominique Allegrini-Simonetti en
el norte de la isla podría deberse también a un siniestro toma y daca, pero de
otra guerra paralela que se libra en la Alta Córcega. Aquí, el Frente Nacional
de Liberación de Córcega (FNLC) reivindicó a finales del año pasado su primer
asesinato desde el año 1993 y amenazó a sus enemigos con devolver golpe por
golpe: un mafioso, Christian Leoni, fue abatido en venganza por la muerte de un
militante del Frente, Charles-Philippe Paoli. Los nacionalistas corsos
mantienen aquí una guerra contra las mafias locales, con quienes se disputan
negocios turbios y áreas de influencia.
El ministro del Interior, Manuel Valls, aseguró ayer en un
comunicado que el Estado dirigirá con la más “firme resolución” el combate para
poner fin a la violencia en Córcega. Desde el año 2005, las guerras de clanes
han causado 70 muertos.
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