Un altercado
estúpido, causado por una mirada desafiante –o no suficientemente sumisa–,
desencadenó la noche del pasado viernes una espeluznante demostración de
violencia gratuita en un barrio de la periferia de Grenoble con el resultado de
dos muertos. Dos jóvenes de 21 años, serios y apacibles, fueron salvajemente
asesinados por una turba de una quincena de jóvenes, integrantes de una banda
de barrio, que atacaron a sus víctimas armados de cuchillos, martillos y bates
de béisbol. El presidente francés, François Hollande, acudió anteanoche al
lugar del suceso, que ha causado consternación general.
Hollande, que se reunió con los familiares de las víctimas,
prometió la detención de “los autores de estos crímenes odiosos” y su presentación
ante la justicia para “recibir la condena que merecen”. El gesto del presidente
francés –inusual hasta ahora– recuerda los modos de su antecesor en el Elíseo,
Nicolas Sarkozy. Con la diferencia de que Hollande prometió a los vecinos
“seguridad y justicia”, en lugar de “desembarazarlos de la chusma”.
Durante la madrugada, una cincuentena de agentes del Grupo
de Intervención de la Policía Nacional (GIPN) arrestó a 12 jóvenes –la mayoría,
de entre 18 y 21 años– por su presunta implicación en el linchamiento. La
mayoría están fichados por pequeños delitos y entre ellos hay dos hermanos
militares. Otros tres están huidos. El ministro del Interior, Manuel Valls, que
acompañó al presidente de la República a Grenoble, pasó la noche en la capital
alpina para seguir de cerca las investigaciones y anunció que el barrio de
donde procede la banda de asesinos será declarado Zona Prioritaria de Seguridad
(ZPS)
La tragedia empezó a fraguarse a las cinco de la tarde del
viernes, cuando el hermano de unas de las víctimas tuvo un encontronazo a la
salida del instituto, el Lycée Marie-Curie de Échirolles, en la banlieue de Grenoble, con otro chaval. Su mirada no
gustó, al parecer, a su oponente, que le golpeó y le roció con gas lacrimógeno.
El agresor y su acompañante fueron posteriormente llamados al orden por el
hermano mayor del agredido, que les instó a pedir disculpas. Kevin Noubissi
ignoraba que en ese momento estaba firmando su sentencia de muerte y la de su
infortunado amigo Sofiane Tabirt.
Hacia las nueve de la noche, cuando los dos amigos se
encontraban en el parque Maurice Thorez y se disponían a ir a cenar a una
hamburguesería cercana, fueron atacados por una banda de fieras procedentes del
cercano barrio grenoblés de La Villleneuve –un foco de marginalidad y
delincuencia– determinados a la lavar con sangre la afrenta sufrida. Dos
minutos les bastaron a los verdugos para acabar con sus víctimas, que
recibieron una treintena de heridas de arma blanca.
El crimen ha provocado espanto e incomprensión en Échirolles
y Grenoble. Tanto por la violencia ejercida por los agresores como por la
identidad de las víctimas. Kevin y Sofiane eran dos buenos muchachos,
ejemplares incluso. Hijo de una pediatra, Kevin Noubissi acababa de obtener una
licenciatura en dirección de empresas y se disponía a ampliar sus estudios con
un máster. Era un chico pacífico y dialogante, al que en su barrio –una zona
residencial modesta, pero digna y tranquila– acostumbraban a llamar para mediar
en pequeños conflictos. Sofiane Tabirt estaba acabando el bachillerato y
aspiraba a trabajar en la banca.
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