sábado, 27 de octubre de 2012

El poder cimenta la unidad del PS


Los gritos, los abucheos, las críticas feroces y las acusaciones de pucherazo que jalonaron el tumultuoso cónclave socialista de Reims en el 2009, en el que Martine Aubry se hizo con la jefatura del partido en detrimento de Ségolène Royal tras una áspera batalla, no se repetirán este fin de semana en Toulouse, donde el Partido Socialista francés celebra su 76º congreso. No hay mejor lubricante que el poder para engrasar la maquinaria partidaria y acomodar todas las piezas sin chirriar.

La doble victoria consecutiva del PS en las elecciones presidenciales y legislativas de la pasada primavera ha permitido apaciguar las enquistadas divisiones internas en el PS y cimentar una unidad de circunstancias. ¿Alguien pudo imaginar que el líder del ala izquierda del partido, el radical Benoît Hamon, acabaría elogiando alguna vez la valía del ministro del Presupuesto, Jérôme Cahuzac, apóstol de la austeridad? ¿O que callaría ante la aprobación, tal cual, del Tratado europeo de disciplina presupuestaria pactado por Merkozy? Decididamente, ser miembro del Gobierno –Hamon es ministro de Economía Social y Solidaria– o aspirar a entrar en él hace que las cosas se perciban de otro modo.

A diferencia de otros cónclaves, los socialistas franceses llegan al congreso de Toulouse con todo atado y bien atado. A no ser que caiga un meteorito sobre el Parque de Exposiciones, situado a orillas del Garona, no queda lugar para la sorpresa. El PS acude en esta ocasión a la cita con su nuevo primer secretario –Harlem Désir– ya elegido, la nueva dirección –con los puestos repartidos– ya pactado y una moción consensuada por la mayoría de las corrientes del partido. Ningún misterio en el horizonte. El congreso debería convertirse en un mero trámite. Y en un pretexto para ocupar la escena mediática e intentar contrarrestar la fuerte ofensiva de la derecha contra el primer ministro, Jean-Marc Ayrault, y el presidente francés, François Hollande, acusados de incompetencia y amateurismo, y víctimas de un acusado descenso de popularidad. Los socialistas están más necesitados que nunca de poner en marcha un partido que apoye al Gobierno.

La marcha prematura de Martine Aubry, que dejó el puesto vacante a mediados de septiembre, ha creado un vacío de poder que Harlem Désir –conocido por haber sido uno de los fundadores de SOS Racisme– deberá tratar de llenar a partir de este fin de semana. No lo va a tener fácil, sin embargo. Carente de carisma, sin una corriente propia en el interior del partido, el nuevo primer secretario del PS parte con el lastre de haber sido designado –antes que elegido– fruto de un acuerdo entre bambalinas urdido por los cuatro hombres fuertes del Gobierno –los ministros Manuel Valls, Pierre Moscovici, Vincent Peillon y Stéphane Le Foll– y bendecido discretamente por el presidente de la República.

Contando con todos los apoyos con los que ha contado, la moción encabezada por Harlem Désir recibió un apoyo de sólo el 68%, un resultado más bien escaso que deja traslucir la incomodidad que ha suscitado en una parte de la militancia la forma en que se ha pasteleado el cambio en la cúpula del PS. Él mismo como candidato a la primera secretaría no obtuvo más del 70% de los votos, cuando hubiera cabido esperar un resultado a la búlgara.

La presencia de un hombre de perfil gris y en situación de relativa debilidad no es una mala cosa para François Hollande, que se asegura así –al menos en principio– un PS dócil. No hubiera sido lo mismo con Martine Aubry. La tranquilidad ha tenido, sin embargo, un precio. A cambio de la paz en el debate europeo, Hollande en persona concedió a los dos grupos más a la izquierda –los encabezados por Benoît Hamon y Emmanuel Maurel– 48 plazas de las 204 del Consejo Nacional.

La confianza en Hollande cae al 36%

No hay instituto de sondeos que no constate el imparable deterioro de la popularidad de François Hollande. La última encuesta, de Opinion Way para Le Figaro, arroja un muy negativo balance para el presidente: el nivel de confianza de los franceses cae al 36%, mientras el descontento crece hasta el 64%.





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