La adhesión de
Francia al Tratado europeo de disciplina presupuestaria será firme y sin
fisuras, como quería François Hollande. Y como hubiera deseado también Nicolas
Sarkozy, padre espiritual del texto, acordado con la canciller alemana, Angela
Merkel. La Asamblea Nacional aprobó ayer tarde, con una aplastante mayoría de
477 diputados –sobre un total de 577– la ratificación del tratado, que obtendrá
en el Senado un apoyo similar. Socialistas y conservadores, al margen de
algunos disidentes en ambos campos, votaron al unísono.
El presidente francés se jugaba ayer dos cosas: su
credibilidad ante el resto de sus socios europeos, Berlín en particular –que
condicionaba todo avance en la unión política y la solidaridad financiera a la
adopción del tratado–, y su autoridad a nivel interno, sobre la mayoría de
izquierdas gobernante y sobre su propio partido. En el primer caso, logró su
objetivo. En el segundo, sólo a medias.
“Esta amplia mayoría dará a Francia una capacidad
suplementaria para hacer oir su voz, es decir, nos permitirá avanzar en la
reorientación de Europa”, se felicitó François Hollande en el Elíseo,
aprovechando una breve comparecencia tras recibir al canciller austríaco,
Werner Faymann, a la vez que se apresuraba a constatar que “la izquierda se ha
unido para votar este tratado y no habrá necesitado los votos de la derecha”,
El primer ministro, Jean-Marc Ayrault, celebró asimismo el resultado. “Lo
esencial es que la mayoría de la izquierda ha comprendido lo que estaba
sucediendo”, subrayó.
La mayoría de la izquierda votó por el tratado,
efectivamente, pero sólo la ausencia de 9 diputados y la abstención de otros 21
–cuyos votos no son contabilizados– permitió a Hollande evitar quedar
prisionero de los votos de la derecha. El texto fue aprobado por 477 votos a
favor frente a 70 votos en contra. Con 547 votos en total, el listón de la
mayoría quedó en 274 y los votos unidos de socialistas, radicales de izquierda
y algunos apoyos aislados de Los Verdes y el Frente de Izquierda –dos grupos
alineados en las filas del no– la alcanzaron sobradamente, al sumar 282. Ello
no oculta, sin embargo, el hecho de que esta cifra quedó por debajo del umbral
de la mayoría absoluta formal en la Asamblea: 289.
Pese a todos los esfuerzos desplegados en las últimas
semanas por François Hollande y Jean-Marc Ayrault, secundados en este caso por
los ministros de Exteriores y Asuntos Europeos, Laurent Fabius y Bernard
Cazeneuve –dos adalides del no en el referéndum del 2005–, al final un total de
20 diputados del ala izquierda del Partido Socialista votaron en contra de la
ratificación y otros nueve se abstuvieron.
También hubo disidentes en la Unión por un Movimiento
Popular (UMP), 17 de cuyos diputados –del sector soberanista– votaron en contra
y seis se abstuvieron. Pero los conservadores, en la oposición, no se jugaban
nada. Su voto fue tanto un voto de responsabilidad como de fidelidad a su
añorado líder, Nicolas Sarkozy, de quien habrían abjurado si hubieran
coqueteado con el no o la abstención con el fin de erosionar al Gobierno. A fin
de cuentas, el tratado es exactamente el mismo, sin una coma de más o de menos,
que el pactado por Merkozy.
La Asamblea Nacional abordará hoy la votación de la ley
orgánica que concretiza la aplicación del tratado, en particular la
controvertida regla de oro, que fija límites al déficit público y que en
Francia no será introducida en la Constitución. El Gobierno podrá contar aquí
con el apoyo solidario de sus socios ecologistas. Hollande lo tendrá más
difícil con la ratificación del Senado. En la cámara alta, el Gobierno necesita
los votos de Los Verdes y el Frente de Izquierda para tener mayoría, lo que
puede dejarle en manos de la derecha.
Le Pen acusa a los diputados de “alta traicion”
“Los diputados que voten este tratado, ya sean de derecha
como de izquierda, cometerán un acto de alta traición con su nación”, clamó
ayer la presidenta del ultraderechista Frente Nacional (FN), Marine Le Pen,
horas antes de que la Asamblea Nacional ratificara el Tratado europeo de
disciplina presupuestaria. Le Pen fue especialmente crítica con los
parlamentarios de la UMP, a quienes acusó de traicionar el legado de De Gaulle,
quien hizo de la soberanía nacional una prioridad política absoluta. Preguntada
por el alcance de sus palabras, la líder del FN les quitó hierro después
diciendo: “No voy a colgarles \[a los diputados\], no se preocupen, no está en
absoluto en mi programa (...) Pero que no vengan en las elecciones municipales
a pedirnos que salvemos su cabeza en su municipio”. El FN, al igual que el
Frente de Izquierdas, reclamaba someter el tratado a referéndum.
No hay comentarios:
Publicar un comentario