Siete de las doce
detenidos en Francia el pasado sábado por su pertenencia a una presunta célula
terrorista islámica pasaron ayer a disposición judicial acusados de
asociación terrorista y tentativa de asesinato. De nacionalidad francesa y
nacidos en Francia, la investigación ha revelado que todos menos uno ni
siquiera son de origen musulmán, sino que se convirtieron al islam –al más
radical, ya puestos– recientemente. El camino al extremismo pasó en algunos
casos por la prisión.
Así pues, el que pasa ya por ser el grupo de terroristas
islámicos más peligroso desmantelado por la policía en Francia desde los años
noventa ha resultado ser una banda de jóvenes de banlieue, cristianos convertidos al islam, cuyo
extremismo es inversamente proporcional a la profundidad de su formación religiosa.
Uno de los cabecillas del grupo, Jérémie-Louis Sidney, Anas, de 33 años, muerto por la policía el sábado cuando
se resistió a tiros a su detención en Estrasburgo, se crió en Torcy (Sena y
Marne) en el seno de una familia antillana católica de ocho vástagos, único
chico frente a siete hermanas. De pequeño, acudió a clases de catecismo, pero
no encontró lo que buscaba. Tras abandonar la escuela y ser puesto por el juez
en una familia de acogida, acabó huyendo tres años después a Cannes, donde realizó
diversos trabajos y se introdujo en el mundo de la droga. De este época data su
conversión al islam. En el 2007 fue condenado a dos años de cárcel por tráfico
de drogas. Y en la prisión se radicalizó.
Su compinche Jérémie Bailly, un “rubito” Abderramán,
de 25 años, vecino de Torcy, podría acabar revelándose el líder del grupo.
Convertido al islam hace tres años, la policía ha encontrado en su domicilio y
en un trastero diversas armas, así como material para fabricar artefactos explosivos
artesanales y una lista con las direcciones de asociaciones judías. Bailly y
Sidney serían los autores materiales del atentado, con una granada, contra un
colmado judío de Sarcelles el pasado 19 de septiembre.
Otros dos de los detenidos, Yann Nsaku, de 19 años y origen
congolés, y Víctor Guevara, de 23, nacido en Cannes, son también convertidos.
Ambos lo explicaron en sendos vídeos colgados en internet en diciembre del 2011
y enero del 2012 respectivamente. Guevara, que se hace llamar Jibril pero cuyo nombre es de origen español, explica en
su vídeo haber estudiado en una escuela católica y haberse convertido al islam
a mediados del año pasado, después de acercarse a la religión musulmana atraído
por su “modo de vida”. “El islam ha sabido responder a mis preguntas sobre mi
vida social y mi vida entera”, explicaba por su parte Nsaku.
El sociólogo Mohamed-Ali Adraoui, profesor en Sciences Po,
que ayer publicó un artículo en Le Figaro sobre el
posible perfil de estos islamistas radicales convertidos, vincula este proceso
a la mundialización y la hostilidad de quienes se consideran sus víctimas a un
poder global oculto. “Políticamente, es la violencia lo que fascina, motivada
por la interiorización de un antagonismo con entidades fluctuantes –judíos,
americanos–, esto es, los dominantes”, razona.
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