Los servicios de
información y la policía francesa fallaron a todos, o casi todos, los niveles
en el caso del terrorista islamista Mohamed Merah, que el pasado mes de marzó
asesinó a siete personas en varios atentados cometidos en Toulouse y su región.
Así lo constata el informe oficial elaborado al respecto por la Inspección
General de la Policía, que ayer fue dado a conocer en todos sus detalles –un
hecho infrecuente– por el ministro del Interior, Manuel Valls.
Los autores del informe, Guy Desprats y Jérôme Léonnet
–controlador general e inspector general de la Policía Nacional,
respectivamente–, subrayan en sus conclusiones la existencia de “varios fallos
objetivos” en la actuación de las fuerzas de seguridad. No se trata, subraya,
de errores humanos, sino de una “conjunción de omisiones y errores de
apreciación, problemas de dirección y de organización de los servicios y la
compartimentación aún muy presente entre información interior, policía judicial
y seguridad pública”.
Quienes salen peor parados del informe son los servicios de
información, fusionados a partir del 2008 en la Dirección Central de
Información Interior (DCRI). Detectado ya en 2006 por su relación con los
círculos islamistas de Toulouse, los servicios secretos perdieron sin embargo
incomprensiblemente la pista de Merah hasta finales del 2010, cuando les llegó
la información de su control por una patrulla estadounidense en Afganistán. La
investigación y vigilancia sobre Merah iniciada, a raíz de esta información, en
enero del 2011 permitió poner en evidencia su “perfil islamista”, su
“comportamiento extremadamente desconfiado” y su “radicalidad potencial”.
Los servicios de información, aunque tardíamente, tuvieron
pues bien identificado al terrorista de Toulouse antes de que empezara a
actuar. Ahora bien, después de esta primera constatación, la lentitud de los
servicios centrales, la inhibición de los servicios territoriales de Toulouse y
– sobre todo– la fallida entrevista de Merah realizada en noviembre de 2011
tras un viaje a Pakistán acabaron arruinando el trabajo inicial.
Los ponentes
del informe sobn muy críticos con el desarrollo de esa entrevista, en que Merah
consiguió aparentemente convencer a sus interlocutores de que sólo había ido a
Pakistán por turismo:Por falta de preparación, los agentes de información
interior nunca estuvieron en disposición de poner a Mohamed Merah frente a sus
contradicciones”. Creyendo que no era un individuo peligroso o convencidos de
que podían atraerlo como informador –en eso, el informe no se mete–, los
servicios secretos relajaron la vigilancia. “De hecho, a partir de enero de
2012, el dossier Merah no parece constituir ya una
prioridad”, constata el informe. Dos meses después, Merah asesinó a tres
militares franceses –perteneciemtes a unidades que sirven en Afganistán– y a
cuatro personas –entre ellos, tres niños de corta edad– de confesión judía a la
entrada de la escuela Ozar Hatorah.
A falta de datos sobre la investigación judicial en curso,
bajo secreto del sumario, el informe no se pronuncia sobre el desarrollo de la
investigación que permitió la identificación de Merah como autor de los
asesinatos y su posterior neutralización. Se desconoce, pues, su juicio sobre
si la información entre los diferentes cuerpos de seguridad discurrió con la
diligencia adecuada durante el fin de semana que precedió a la masacre de la
escuela judía. O dicho de otro modo, si la matanza, cometida el lunes 19,
hubiera podido evitarse de haber indentificado más rápidamente al sospechoso, a
la vista de los datos que estaban ya en posesión de los investigadores el
sábado. En todo caso, los ponentes apuntan sibilinamente un problema de
“compartimentación” entre los servicios de información y la policía judicial.
Los autores vuelven a enjuiciar severamente la actuación
policial en la operación de detención de Merah, que acabó con su muerte el
jueves 22 de marzo. Los dos especialistas critican, de entrada, los fallos de
vigilancia, que permitieron que Mohamed Merah saliera de su domicilio la noche
del día 20 para hacer una llamada telefónica y regresara después sin que la
policía que lo rodeaba se apercibiera. De haberlo visto, los agentes del RAID
podrían haberlo detenido o, al menos, haber retrasado su entrada en el
domicilio. Cuando iniciaron el asalto, creyéndolo dormido, el terrorista estaba
completamente despierto y respondió abriendo fuego desde detrás de la puerta.
“Esta respuesta inmediata y violenta, en el curso de la cual algunos agentes
resultaron heridos, desestabilizó el dispositivo y convirtió el resto de la
intervención en particularmente difícil”. concluyen.
Las recomendaciones de los expertos
El informe del caso Merah incluye una serie de
recomendaciones, desarrolladas en seis capítulos, para tratar de evitar la
reproducción de los fallos detectados. Los ponentes proponen, entre otras
cosas, revisar el procedimiento de fichaje de los sospechosos; mejorar el
seguimiento de vuelos a países extranjeros conflictivos y agilizar la
comunicación con la admnistración penitenciaria. También proponen reforzar
legalmente la posibilidad de que los servicios de información investiguen, sin
autorización judicial, los datos financieros de los sospechosos, así como
incrementar la vigilacia sobre internet. Asimismo, recomiendan profesionalizar
más los dispositivos de evaluación sobre la peligrosidad de los individuos, con
la participación de analistas, juristas y psicólogos.
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