En cuatro líneas
escrupulosamente medidas, François Hollande ha roto un nuevo tabú de la
historia de Francia. El presidente francés reconoció oficialmente el miércoles,
por primera vez desde la más alta instancia de la República, la responsabilidad
del Estado en la “sangrienta represión” de la manifestación que miles de
argelinos secundaron el 17 de octubre de 1961 en las calles de París para
reivindicar la independencia de Argelia. La violenta actuación de la policía,
mandada entonces por Maurice Papon –años después condenado por la deportación
de judíos bajo la ocupacón–, causó entre varias decenas y varios centenares de
muertos.
“La República reconoce con lucidez estos hechos. Cincuenta y
un años después de esta tragedia, rindo homenaje a la memoria de las víctimas”,
declaró el presidente. Hollande se contentó con difundir un escueto comunicado,
en el que evitaba calificar de “pacífica” la manifestación independentista
–pese a haberlo sido– y eludía toda asunción de culpa. Hasta ahora sólo el
alcalde de París, Bertrand Delanoë, había reconocido estos hechos sangrientos,
colocando una placa conmemorativa junto al Sena en el 2001.
Este simple, aunque histórico, reconocimiento satisfizo a
las autoridades argelinas y a los supervivientes y familiares de las víctimas,
además de a los historiadores. No así a algunas organizaciones de derechos
humanos y antirracistas, que lo juzgaron tímido, ni a la derecha francesa, que
lo consideró, por contra, excesivo.
El 17 de octubre de 1961, desafiando el toque de queda
impuesto por las autoridades a los ciudadanos argelinos, el Frente de
Liberación Nacional (FLN) convocó una manifestación pacífica en las calles de
París. Entre 20.000 y 25.00 personas secundaron la manifestación, que se
desarrolló en diversos puntos de la ciudad. La policía, desbordada, con ansias
de venganza –una decena de agentes habían sido asesinados en atentados durante
el verano– y alentada por su máximo responsable, el prefecto Maurice Papon, se
lanzó a una represión salvaje. Numerosos manifestantes fueron muertos a tiros,
a golpes de bates y culatas de fusil, lanzados vivos al río Sena... Algunos
historiadores, como Jean-Paul Brunet, hablan de entre 30 y 40 muertos. Otros,
en cambio, apuntan a entre 100 y 200. Jean-Luc Einaudi, uno de los mayores
especialistas en la cuestión, cifra en 170 las víctimas mortales registradas el
mismo día 17 de octubre, pero las eleva a 400 contando los días posteriores. La
versión oficial nunca reconoció más que tres muertos y 64 heridos.
El primer ministro argelino, Abdelmalek Sellal, mostró una
moderada satisfacción por las “buenas intenciones” de s Hollande, que en
diciembre tiene previsto visitar Argelia. La memoria de la guerra –que Francia
no admitió como tal hasta 1999– aún pesa en las relaciones bilaterales. La
derecha francesa reaccionó con indignación. El ex primer ministro François
Fillon y otros miembros de la UMP lamentaron la insistencia en la
“culpabilidad” o el “arrepentimiento” de Francia.
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