El centro está de regreso
en Francia. Diez años después de su creación por Jacques Chirac, la
Unión por un Movimiento Popular (UMP), partido que aspiraba a reunificar a
todas las derechas –salvo la extrema derecha– y acabar con las viejas luchas
intestinas entre gaullistas, democristianos y liberales, ha llegado al final
del camino sin haber alcanzado su objetivo. Los centristas han decidido que la
derecha debe volver a caminar con dos piernas.
Incómodos con el giro derechista impuesto por Nicolas
Sarkozy en los últimos años, decepcionados por la forma en que los dirigentes
neogaullistas del Reagrupamiento por la República (RPR) han monopolizado la
UMP, nostálgicos de las horas gloriosas de la Unión por la Democracia Francesa
(UDF) de Valéry Giscard d’Estaing, los centristas han decidido reunirse todos
–o casi todos– de nuevo en una nueva fuerza política liderada por el ex
ministro Jean-Louis Borloo: la Unión de los Demócratas e Independientes (UDI).
“Somos una fuerza que tiene vocación de convertirse en el primer partido de
Francia”, declaró Borloo el pasado domingo ante los 4.000 delegados reunidos en
el auditorio de la Mutualité de París en el acto fundacional.
Moderado, simpático y popular, este brillante ex abogado de
negocios de 61 años, que ha sido cuatro veces ministro y a quien los célebres
guiñoles de Canal Plus presentan como un borrachín entrañable –imagen que
favorece su aspecto desaliñado y su manera de hablar–, ha conseguido en poco
tiempo consolidar un liderazgo incontestable. Y, en este sentido, le ha robado
la cartera al cada vez más aislado François Bayrou, líder del Movimiento
Democrata (MoDem), heredero legal de la UDF pero incapaz de construir un
partido potente.
Bayrou es el único líder centrista que no se ha puesto bajo
el ala de Borloo. Todos los demás cabecillas se han sumado a la UDI. De Hervé
Morin (Nuevo Centro) a Jean Arthuis (Alianza Centrista), de Yves Jego y Rama
Yade –quienes ya abandonaron el barco de la UMP para integrarse en el Partido
Radical– a Jean-Christophe Lagarde (Fuerza Europea Demócrata) y Jean-Marie
Bockel (Izquierda moderna), entre otros. Borloo consiguió el domingo añadir aún
a la ex ministra de la UMP Chantal Jouanno –cuyo ex partido le ha pedido ya que
devuelva su acta de senadora–. Pero sus dos mayores bazas fueron la presencia
de Simone Veil, una figura cuyo prestigio es un valiosísimo activo, y un
mensaje de Valéry Giscard d’Estaing. El ex presidente francés (1974-1981), que
alcanzó el Elíseo tras obtener un 32% de los votos en la primera vuelta, trazó
un paralelismo entre la nueva UDI y la antigua UDF, cuyas señas de identidad
política –recordó– eran “una economía de mercado con una fuerte dimensión social,
con una atención especial a las categorías sociales frágiles, a la
transformación decisiva de la condición femenina y una política clara y
comprensiva de la Unión Europea”.
El padrinazgo de Giscard d’Estaing, que deseó “buena suerte”
a la nueva formación, fue la puntilla definitiva para François Bayrou, cuyo
objetivo de edificar una fuerza de centro equidistante de la derecha y la
izquierda ha fracasado. Aupado por el 17% de los votos conseguidos en las
elecciones presidenciales del 2007, Bayrou apostó por separarse de la UMP y
eligió el camino de la indepencia. Pero acabó abocado a la marginalidad. Las
pasadas elecciones legislativas, en las que el MoDem obtuvo sólo el 1,7% de los
votos le sentenciaron definitivamente.
Bayrou, aún si cerrar la puerta al diálogo, se ha se ha
negado por el momento a secundar a Borloo. Sus ambiciones chocan. Y sus
estrategias también. El líder de la flamante UDI, que en las pasadas elecciones
presidenciales renunció a presentar su candidatura para no erosionar las pobilidades
de Sarkozy, ha dejado claro –al grito de que "independencia no es aislamiento”– que la vocación de la
nueva fuerza política es constituir una coalición estable con la UMP. Como en
los mejores tiempos de Giscard y Chirac. El tiempo dirá si también con las
mismas zancadillas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario