“En el estado actual no podemos asumir este tratado”, advirtió Hollande el miércoles. Y ayer, su director de campaña, Pierre Moscovici, remachó el clavo asegurando que si los demás socios comunitarios no aceptan una renegociación, el nuevo tratado no será ratificado. “Un tratado de esta naturaleza que no esté firmado por Francia no tendría sentido”, dijo en un encuentro con corresponsales extranjeros, antes de añadir: “No dejaremos imponernos desde el exterior posiciones que no son las nuestras”.
El calendario juega en favor de Hollande y en contra de Sarkozy. El actual presidente de la República , y candidato virtual a la reelección, no tiene tiempo material de someter al Parlamento la ratificación del tratado, que será firmado en marzo, antes de las elecciones presidenciales. El Gobierno ha alertado a los socialistas de los efectos negativos que un bloqueo tendría para Francia, además de poner en entredicho la legitimidad –si no legal, sí moral– de Hollande para dar marcha atrás en algo pactado y firmado por su antecesor. “La firma del presidente de la República compromete a Francia”, ha subrayado al respecto el ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé.
Pero su razonamiento no hace mella en los socialistas franceses. “Una nueva mayoría política tiene toda la legitimidad democrática para cuestionar acuerdos anteriores, más aún cuando se trata de un tratado todavía sin ratificar”, replicó ayer Moscovici, quien citó el ejemplo de la ex primera ministro británica Margaret Thatcher para demostrar que no sería la primera vez que un tratado aprobado es rectificado.
Lejos, sin embargo, del ánimo de los socialistas franceses actuar como la Dama de Hierro. Por el contrario, su actitud pretende de entrada ser “amistosa”. “No queremos contrariar a nadie ni impedir nada, sólo completar un acuerdo que nos parece insuficiente”, afirmó la mano derecha de Hollande, quien subrayó que no cuestionan lo ya incluido en el acuerdo –la política de disciplina presupuestaria, el Mecanismo Europeo de Estabilidad...–, sino lo que ha quedado fuera. Reacios a introducir la denominada “regla de oro” para la limitación del déficit público en la Constitución –lo que siguen sin estar dispuestos a hacer–, consideran sin embargo que la letra del acuerdo es suficientemente abierta como para poder cumplir lo pactado sin llegar a tocar la Carta Magna.
Los socialistas franceses quieren que el tratado incorpore medidas concretas para el relanzamiento económico y el fomento del empleo, así como la reorientación del papel del Banco Central Europeo (BCE) y la instauración de “euro-obligaciones”, dos medidas estas últimas que Sarkozy intentó en vano que fueran aceptadas por la canciller alemana, AngelaMerkel. Hollande cuenta en este empeño con el respaldo del grupo socialista en el Parlamento Europeo, pero no encontrará demasiados aliados en el resto de capitales europeas. Y chocará frontalmente con Berlín.
La conexión barcelonesa
François Hollande no sólo tiene a un barcelonés de nacimiento –el diputado socialista Manuel Valls– como portavoz de su equipo de campaña, sino que tiene también a un barcelonés de adopción como consejero diplomático. Se trata de Pascal Brice, quien fuera cónsul general de Francia en Barcelona entre los años 2006 y 2010.
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