El suceso horrorizó a Francia entera a principios del 2006. Una banda del extrarradio sur de París, liderada por un oscuro personaje –Yusuf Fofana–, secuestró y torturó hasta la muerte a un joven judío, Ilan Halimi, por un improbable rescate. La víctima fue conducida a la trampa mortal que le esperaba en Bagneux seducido por una atractiva joven de 17 años de origen iraní, Emma Arbabzadeh, a quien haber actuado como cebo le valdría después una condena a nueve años de prisión.
Por Emma murió el infortunado Ilan Halimi. Y por el amor de Emma acabaría tirando su vida por la borda Florent Gonçalves, de 42 años, director de la cárcel de mujeres de Versalles, donde la joven –que hoy tiene 23– cumplía su pena. Descubierta su pasión prohibida a principios del 2011, Gonçalves cayó en el abismo. Destituido de su cargo y expulsado de la carrera –actualmente está sin empleo–, abandonado por su mujer –con la que tiene una hija–, el ex director de prisión se sentó ayer en el banquillo acusado de infringir la normativa penitenciaria. La condena le cayó ayer mismo: dos años de cárcel, uno de ellos firme. Su amante recibió, por su parte, un año de prisión con ocho meses de suspensión condicional.
Todo empezó a finales del 2009, cuando Emma Arbabzadeh, que había ingresado dos años antes en la prisión de Versalles, dijo al director que estaba enamorada de él. A Gonçalves, hechizado por la joven, se le abrió el suelo bajo los pies y se vio arrastrado por una pasión devoradora. ¿Una nueva trampa de la mujer fatal? Los testimonios indican más bien lo contrario y hablan de una sincera y tierna relación de amor.
Por este amor, Gonçalves se saltó la normativa a la torera. Mantuvo una correspondencia secreta con su amada, a la que facilitó dos tarjetas telefónicas y entregó dinero. Y mantuvo con ella en dos ocasiones relaciones sexuales en la sala de informática de la prisión. La historia duró hasta que, por celos, otras presas y un guarda penitenciario le denunciaron.
En septiembre pasado, Emma salió de la cárcel en libertad condicional, tras haber cumplido más de cuatro años. Los dos amantes se vieron varias veces, hasta que Gonçalves sintió la evidencia de que su relación “no tenía futuro”. “Todo esto me ha costado lo que hasta entonces había sido mi vida”, ha escrito en un libro donde relata su experiencia. Pero, como cualquier enamorado, no se arrepiente: “A pesar de todos los sufrimientos y todos los daños, no lo lamento”.
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