La imputación formal que pesa sobre el ex ministro –que ha declarado durante dos días seguidos ante los jueces que instruyen el caso– es doble: por una parte el supuesto delito de “tráfico de influencia pasivo”, castigado con hasta 10 años de cárcel, consistente en hacerse valer de las propias influencias para obtener algo en beneficio de un tercero. Por otra parte, un caso de encubrimiento de un posible delito de financiación ilegal de un partido político.
El primero parece vinculado a su relación con el ex administrador de la fortuna de Bettencourt, el financiero Patrick De Maistre. Woerth logró en enero del 2008 que el presidente Sarkozy otorgara la orden de la Legión de Honor a De Maistre, quien a finales del 2007 había empleado a su esposa, Florence Woerth, analista financiera, en la sociedad que administra los bienes de la multimillonaria, Clymène. La posición de Woerth es tanto más incómoda cuanto que entre mayo del 2007 y marzo del 2010 fue el titular de la cartera de Presupuesto y, por tanto, máximo responsable de Hacienda. Y que, según destaparon unas grabaciones pirata realizadas por el mayordomo de Bettencourt, la principal accionista de L’Oréal defraudaba al fisco.
Nada de esto debería inquietar a Nicolas Sarkozy, puesto que sólo afecta a la actuación personal de su ex ministro. Otra cosa es el apartado relativo a la eventual financiación ilegal de la campaña que le llevó al Elíseo en 2007, lo que le salpicaría directamente. Éric Woerth es, en este aspecto del caso, sospechoso de haber recibido de Bettencourt dinero bajo mano para financiar, de forma ilegal, la campaña electoral que llevó a Sarkozy al Elíseo en el 2007. El principal elemento en contra de Woerth, que en la época era tesorero de la campaña y también del partido –la UMP –, es la declaración realizada por la antigua contable de la familia Bettencourt, Claire Thibout, quien aseguró ante la policía que Patrick de Maistre le pidió en enero del 2007 preparar 150.000 euros en efectivo con destino al ex ministro. Al final, sólo pudo obtener 50.000, que entregó a Liliane Bettencourt –como era preceptivo– la víspera de una reunión entre De Maistre y Woerth. Ambos lo niegan categóricamente.
Las sospechas sobre la actuación de Éric Woerth salieron a la luz en el 2010 a raíz de la guerra familiar que enfrentó –y enfrenta– a Liliane Bettencourt, de 89 años, y su hija, Françoise Bettencourt-Meyers, que acusaba al entorno de su madre de aprovecharse de su debilidad psíquica . Las presiones alrededor del caso eran tan fuertes que el sumario fue encomendado a tres jueces del tribunal de Burdeos.
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