viernes, 17 de febrero de 2012

Un lema de mal agüero

Hay coincidencias desafortunadas, inquietantes incluso. La elección del lema de campaña de Nicolas Sarkozy, recién anunciado candidato a la reelección a la presidencia de la República, “La Francia fuerte”, podría acabar siendo algo más que una desgraciada casualidad: un mal presagio. El eslogan sarkozysta, casi un calco del utilizado en la segunda vuelta de las elecciones de 1981 por Valéry Giscard d’Estaing –“Hace falta una Francia fuerte”–, subraya los numerosos paralelismos existentes en la trayectoria de ambos presidentes. Y evoca la posibilidad de un idéntico final.

Elegido en 1974, tras la inesperada muerte de Georges Pompidou, Valéry Giscard d’Estaing insufló un aire nuevo en el Elíseo. Presidente reformador y modernizador, renovó de entrada la imagen del jefe del Estado –hasta entonces vinculada en la opinión pública a la severidad del general De Gaulle–, introduciendo un nuevo estilo de aires kennedyanos, más acorde con los tiempos. Jugó a fondo la carta de la exposición mediática, en la que incluyó a su familia. Y se salió del encarcarado molde institucional para intervenir directamente en los asuntos de gobierno, lo que provocó fuertes enfrentamientos con su entonces primer ministro Jacques Chirac. Giscard fue acusado en su momento de tener una concepción monárquica de la presidencia y de actuar con arrogancia...

Cambiando la fecha y el nombre, hoy podría escribirse prácticamente lo mismo de Sarkozy. Pero no todo se reduce a las semejanzas personales. Hay también llamativas analogías políticas. Giscard tuvo que hacer frente también a una profunda crisis económica –desencadenada por la crisis del petróleo– y adoptar, con Raymond Barre en Matignon, una política de austeridad. Como Sarkozy en la actualidad, Giscard llegó a las elecciones de 1981 con una baja popularidad...

Victorioso en la primera vuelta, en la que acabó en primer lugar con el 28,3% de los votos, Giscard cayó sin embargo en la segunda frente al socialista François Mitterrand por 51,8% a 48,2%. Su derrota fue precipitada por la división de la derecha. Al frente de una coalición de centro, la UDF –autodisuelta en 2007 en el actual Movimiento Demócrata de François Bayrou–, Giscard tuvo que sufrir la competencia directa del partido gaullista de Chirac –el RPR–, quien en la segunda vuelta fue enormemente tibio a la hora de apoyar a su aliado. En sus memorias, Giscard ha llegado a acusarle de haber maniobrado bajo mano para apoyar a Mitterrand, con el fin de hacerse con el liderazgo de la derecha. Si fue así, la jugada le salió perfecta.

Nicolas Sarkozy no tiene, en su campo, un competidor de la fuerza política y la peligrosidad de Chirac. Nadie en su partido –la Unión por un Movimiento Popular (UMP)– y sus satélites puede disputarle el liderazgo. Al menos, mientras no pierda. Pero sus expectativas electorales se ven seriamente recortadas tanto por el lado de la extrema derecha –a manos del Frente Nacional de Marine Le Pen– como por el centro –a manos de Bayrou–, que sumados captan un 30% de la intención de voto en la primera vuelta. El riesgo para Sarkozy es que una buena parte de estos votos se le escapen en la segunda vuelta hacia el candidato socialista. Lo que le convertiría, con Giscard, en el segundo presidente derrotado tras haber gobernado un único mandato.


Sarkozy apela a “la Francia del no”

Sarkozy se estrenó ayer como candidato con un primer y breve mitin en Annecy. Combativo, agresivo con su rival socialista –a quien acusó de “mentir mañana y tarde”–, el presidente se dirigió a las clases populares y medias en un tono decididamente populista. Sarkozy enarboló de nuevo su idea de recurrir al referéndum para dar la voz al pueblo, criticó la influencia de las élites y prometió “devolver la palabra a la Francia del no”.

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