domingo, 19 de febrero de 2012

Rabia de sobrevivir (Retrato-entrevista a Liam Neeson)

La vida es un aliento frágil. Un hálito que la muerte puede ahogar a la vuelta de cualquier esquina. Una encarnizada lucha por la supervivencia. Un combate desigual contra el azar. Liam Neeson lo sabe como nadie, porque lo ha vivido en propia carne. A punto de morir en una colisión con su moto en el año 2000, en 2009 perdió a su mujer, la actriz Natasha Richardson, en un trágico accidente de esquí en Canadá.

Difícil imaginar a alguien más indicado que el polifacético actor norirlandés para encarnar y comprender al atormentado y ambivalente protagonista de la última película de Joe Carnahan, “Infierno blanco” (The Grey), un trepidante y dramático film de acción inspirado en un relato breve de Ian MacKenzie Jeffers (Ghost Walker) en el que un grupo de trabajadores de una refinería de petróleo en Alaska, supervivientes de un accidente de avión en plena tundra, debe luchar contra los elementos -el frío, la nieve, el viento- y una sanguinaria manada de lobos en su desesperado intento de salvar la vida.

Para el realizador de la película, que ya dirigió al actor en la adaptación cinematográfica de la serie de televisión “El equipo A” en 2010, Liam Neeson se apoderó totalmente del personaje e insufló a su interpretación “un sentido más profundo sobre la vida y la muerte” de lo que estaba en sus expectativas. “Al hablar con actores más jóvenes, vi que no comprendían su propia mortalidad. Liam tiene casi sesenta años, por dinámico y fuerte que sea, tiene asumido que todos sin excepción tenemos los días contados –ha explicado Carnahan-. El tiempo nos acecha a todos”.

-“Es lógico. He vivido más tiempo y tengo más experiencia”.- concede lacónicamente Neeson, quien prefiere observar a su personaje, John Ottway, el tirador profesional encargado de proteger a los trabajadores de la refinería de los ataques de las alimañas, erigido por la fuerza de las cosas en el líder del grupo de supervivientes, con distancia.

- ¿Qué hay en común entre Ottway y usted?

- “Es irlandés... -responde ladeando la sonrisa y achinando los ojos-. Por lo demás, no sé… Una cosa es mi personaje y otra soy yo. Yo me limito a actuar”, añade, incómodo con las preguntas que pueden conducirle a un terreno personal demasiado doloroso.

Porque doloroso debió ser para él interpretar el personaje de John Ottway, un hombre obsesionado con la pérdida de su esposa, con la que sueña de forma recurrente a lo largo del film… Pero uno no se atreve finalmente a formular la pregunta, que queda suspendida en los labios. La puerta aparece firmemente cerrada.

Alto, muy alto (1,93 m. de estatura), delgado –mucho más de lo que parece en la pantalla-, con unas manos grandes y fuertes, y un aspecto más juvenil del que corresponde a su edad –“Dentro de seis meses voy a cumplir 60 años, pero me siento como si tuviera 40”, explica-, atiende las preguntas arrellanado en el sofá de una suite del hotel Bristol, de París. La jornada ha sido larga y se le nota fatigado. Es el último encuentro del día. Su voz, grave y profunda, se vuelve a veces apenas audible.

Liam Neeson no acostumbra a hablar de su trágica historia. Hace un año rompió excepcionalmente su silencio para confiarse al escritor Tom Chiarella, un amigo, en las páginas de la revista Esquire. Con pudor, como en voz baja, rememoraba el triste día en que le llamaron por teléfono mientras se encontraba rodando en Toronto la película “Chloe” para avisarle de que su mujer había resultado gravemente herida por un golpe en la cabeza en una caída aparentemente banal mientras hacía una clase de esquí en el Mont Tremblant, en Quebec. Era el 16 de marzo de 2009. Dos días después moría en el Lenox Hill Hospital de Nueva York. Enamorados durante el rodaje de la película “Nell”, en 1994, Neeson y Natasha Richardson, hija de la actriz británica Vanessa Redgrave, se casaron y tuvieron dos hijos hoy adolescentes, Michael y Daniel Jack.

Tras el funeral, Liam Neeson se reincorporó inmediatamente al rodaje de “Chloe”, para pasmo de todo el equipo de la película, con su director, Atom Egoyan, a la cabeza. ¿Gesto de profesionalidad o refugio de urgencia? “Creo que sobreviví huyendo, huyendo hacia el trabajo”, explicó a su interlocutor en Esquire.

Un accidente tonto, una mala caída… y la vida bascula hacia el lado tenebroso. ¿Qué es lo que gobierna nuestras vidas? ¿El destino? ¿El azar?

- “A veces creo en el azar, otras veces en el destino, depende del día”, admite Neeson, un hombre inmerso en profundas dudas-. “Conforme uno se hace mayor, uno se hace preguntas sobre el sentido de la vida, sobre la muerte…”

- ¿Cree en Dios?

- “No estoy seguro”.

Liam Neeson nació el 7 de junio de 1952 en Ballymena, una pequeña ciudad de Irlanda del Norte cercana a Belfast, en una familia de larga tradición católica. Una familia modesta –su padre, Bernard, era conserje en una escuela, y su madre, Katherine, ayudante de cocina- que le inculcó el sentido del esfuerzo y del trabajo duro.

- “A partir de los 14 años, cada verano iba a trabajar, en fábricas… El dinero que ganaba era para contribuir a la familia”- explica.

En aquella época combinaba los estudios con el boxeo amateur, que había empezado a practicar con sólo nueve años y que dejó cuando se fue a estudiar física e informática en la Universidad de Belfast. Recuerdo de aquella afición le quedó un título de campeón juvenil y una nariz rota. Iniciado en el teatro en la escuela, por su profesor de inglés, Neeson tuvo diversos empleos –conductor de carretillas elevadoras en la fábrica de cervezas Guinnes, conductor de camiones…- antes de decidirse a regresar a la capital del Ulster y lanzarse a la carrera de actor en el Lyric Players Theatre. Era el año 1976.

Después de Belfast, vendría Dublín –en el Abbey Theatre-, Londres y al final del camino Los Angeles. La oportunidad en el cine se la dio en 1980 John Boorman, que le incluyó en el reparto de “Excalibur”. Fue la primera de una cuarentena de películas, de todos los estilos, de todos los presupuestos, que han hecho de Neeson uno de los actores más prestigiosos y con más recursos escénicos del panorama cinematográfico. Entre los títulos en los que ha participado destacan “Motín a bordo” (The Bounty), “Réquiem por los que van a morir”, “La Misión”, “Darkman”, “Resplandor en la oscuridad”, “Maridos y mujeres”, “Rob Roy”, “Michael Collins”, “Los miserables”, los episodios I y II de la saga de “La Guerra de las Galaxias” (“La amenaza fantasma” y “El ataque de los clones”), “K-19. The Widowmaker”, “Gangs de Nueva York”, “Love Actually”, “Kinsey”, “Venganza” (Taken)… Pero la que más gloria le dio fue el film de Steven Spielberg “La lista de Schindler”, de 1993, en la que su interpretación del industrial alemán salvador de judíos le valió sendas nominaciones al Oscar y al Globo de Oro.

- “Si a los 14 años alguien me hubiera dicho que llegaría hasta aquí le hubiera contestado que estaba loco”, asegura entre orgulloso e incrédulo.

- ¿Se siente afortunado?

- “Siempre he creído que uno se crea su propia suerte. Uno tiene que estar preparado para las oportunidades. Yo me fui a Belfast, a Londres, a Los Angeles… No se puede uno quedar sentado esperando a que la suerte le llegue”.

Esfuerzo, trabajo duro… Cuando Liam Neeson expone las cualidades que valora en un hombre – “firmeza, fe en sí mismo, honestidad, arrojo, respeto…”- se diría que habla de sí mismo. Aunque cuando se le pide que se defina en cuatro palabras esconde su modestia bajo una capa de ironía:

- “Half-backed, lazy-bastard” (soso, holgazán), pronuncia de corrido con una amplia sonrisa.

Amante de Shakespeare – “Como todos los grandes escritores, habla de la universalidad de la condición humana”- y de Mozart –que escucha para relajarse-, aficionado a la pesca con mosca y a los paseos en Harley, Neeson es un hombre discreto y tranquilo, alejado en la vida real de los héroes de acción que ha interpretado en algunas de sus películas. Como John Ottway, papel en cuya preparación se entregó físicamente a fondo, llegando a sumergirse repetidamente en agua helada como entrenamiento.

Rodada en la Columbia británica bajo condiciones extremas, con vientos de más de 100 kilómetros por hora, ventiscas de nieve y temperaturas bajo cero –lo que sometió a los actores a fuertes exigencia físicas-, “Infierno blanco” aborda el clásico tema de la supervivencia en un entorno hostil. En la película, que ha arrancado con gran éxito de taquilla en Estados Unidos, la impresionante belleza de las montañas de Alaska se transforma en pesadilla, encarnada en un feroz grupo de lobos que enfrentan a los supervivientes con sus propias debilidades y contradicciones.

- “Los hombres luchan contra los lobos y contra su propio miedo”, subraya Neeson, quien considera que “por encima de la tristeza, la película transmite esperanza”.

Esperanza quiere tener también el actor norirlandés en el futuro, en este momento de crisis, preocupado como todos los padres por el porvenir de sus hijos.

- “Vivimos tiempos difíciles” -constata.

- En la película, el personaje de su mujer le insiste repetidamente: “No tengas miedo”. ¿De qué tiene usted miedo?

- De los políticos. En todo el mundo. Son verdaderos lobos.


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