Cada año, siguiendo una tradición instaurada –como tantas otras en este país– por el general De Gaulle, el presidente de la República comparece en televisión la noche del 31 de diciembre para presentar sus mejores deseos a los franceses cara al año que está a punto de comenzar. Son los Voeux, los votos. El mensaje televisivo, de una decena de minutos, inaugura en la práctica una larga serie de actos y discursos de Año Nuevo que permitirán llevar la palabra presidencial por todo el país a lo largo del mes de enero.
Las ceremonias de Voeux son una costumbre largamente extendida. Administraciones, empresas, instituciones... quien más quien menos organiza actos de bienvenida al nuevo año donde se mezclan los discursos con la degustación de toda suerte de exquisiteces gastronómicas regadas habitualmente con champán.
Los Voeux del mes de enero son un auténtico maná para los traiteurs de lujo y las empresas especializadas en surtir de canapés y platos preparados estas grandes recepciones. Sólo en este mes realizan el 15% de su cifra de negocios anual, según fuentes del sector, que la cifran globalmente en 400 millones de euros. El negocio, sin embargo, se ha resentido a causa de la crisis y desde el 2008 el gasto ha retrocedido en un 15%. Las empresas y las instituciones no quieren hacer gala de ostentación y, o bien reducen el número de invitados, o bien hacen encargos más modestos. Hoy en Matignon, con François Fillon, ya no se ven las montañas –literalmente– de ostras que ofrecía generosamente Dominique de Villepin. Eran otros tiempos.
Si todo el mundo los celebra, los Voeux presidenciales son, por derecho propio, los más numerosos, los que más expectación generan y los que más repercusión pública tienen. Nicolas Sarkozy ha celebrado este año nada menos que una quincena de ceremonias de este tipo: con el Ejército, con los jueces, con las fuerzas económicas, con los funcionarios, con los franceses de Ultramar, con las autoridades religiosas, con los diplomáticos extranjeros, con los parlamentarios, con el mundo rural, con el de la cultura, el de la educación, el de la salud, con la prensa... En cada ocasión, un discurso –impepinablemente televisado– y un cóctel.
Si Sarkozy suprimió en 2010 el nutrido y lujoso garden party que acostumbraba a celebrarse en los jardines del Elíseo por la fiesta nacional del 14 de Julio, no ha hecho lo propio con los Voeux, una tradición que le permite abordar todos los temas y dirigir una impresionante cadena de mensajes políticos a los franceses. Una plataforma todavía más valiosa en este año 2012, a menos de tres meses de las elecciones presidenciales, en las que Sakozy aún no se ha declarado candidato.
El semanario satírico Le Canard Enchaîné ha calculado que los Voeux de este año habrán costado al presupuesto del Elíseo unos 6,5 millones de euros, una cifra superior a la de años anteriores. Porque a los canapés hay que sumar los gastos de desplazamiento, bastante onerosos si se tiene en cuenta que la mayoría de tales actos los ha celebrado el presidente fuera de París. El semanario cifra, con datos del Tribunal de Cuentas, en 90.000 euros el gasto medio de una visita presidencial a “provincias” sólo en transporte. Al que hay que añadir el del millar de policías y gendarmes que son movilizados en total cada vez que el presidente se desplaza a lo largo y ancho del país.
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