domingo, 26 de febrero de 2012

Sin problemas a fin de mes

Todos los candidatos al Elíseo tienen algo en común, más allá de la ambición presidencial que se les supone. Todos, sin excepción, se dirigen estos días a los trabajadores, a las clases populares sometidas a la tiranía del final de mes y la amenaza del paro, con la promesa de un futuro mejor. El nivel de vida de la mayoría de ellos, sin embargo, está muy alejado del del común de los franceses, cuyo salario medio –según datos del Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (Insee)– es de 1.605 euros netos al mes.

Los ingresos y el patrimonio de que disponen los cuatro principales candidatos a las elecciones presidenciales francesas –Nicolas Sarkozy, François Hollande, Marine Le Pen y François Bayrou– les aleja del francés medio, sin por ello situarles en la cúspide de los multimillonarios. A la espera de la declaración que deberán hacer ante el Consejo Constitucional por imperativo legal, el semanario L’Express ha avanzado los primeros datos.

Los ingresos de Nicolas Sarkozy en tanto que jefe del Estado son conocidos. El presidente francés, tras ser elegido en 2007, decidió aumentar su salario en un 170%. Presentado como un escándalo, lo único que hizo realmente fue situar el sueldo del presidente de la República sólo un poco por encima del del primer ministro. Si hasta entonces había sido bajo, era porque su antecesor, Jacques Chirac, sumaba a su remuneración las numerosas pensiones que cobraba de los múltiples cargos que había ocupado en su larga carrera política: alcalde, diputado, censor de cuentas... Tras la actualización aprobada por Sarkozy, el salario mensual del presidente francés es de 22.249 euros brutos (18.700 euros netos), gastos aparte.

A las preguntas de L’Express, Sarkozy declara disponer de un patrimonio valorado –sin más especificación– en 2,3 millones de euros, lo que le convierte en el único candidato obligado a pagar el Impuesto de Solidaridad sobre la Fortuna (ISF). Cuando fue elegido, el presidente francés era copropietario de un gran apartamento en la exclusiva isla de la Jatte –en medio del Sena–, en la rica ciudad de Neully-sur-Seine, que concentra las mayores fortunas por metro cuadrado de Francia y de la que Sarkozy fue alcalde. Su divorcio de su segunda esposa, Cécilia, precipitó su venta. En la actualidad, el presidente francés vive en la casa de su mujer, Carla Bruni, un hôtel particulier de alquiler en un lujoso barrio del distrito XVI de París.

Si su principal adversario, el socialista François Hollande –que declara un patrimonio de 1,17 millones de euros– no se ve obligado a pagar el ISF es curiosamente gracias a la reforma adoptada por Sarkozy, que elevó el listón mínimo a 1,3 millones. La mayor parte de este patrimonio es, según detalla él mismo, inmobiliario: la propiedad de una casa de veraneo en Mougins, cerca de Cannes (Costa Azul) –cuya propiedad había compartido originalmente con su ex compañera sentimental y madre de sus cuatrio hijos, Ségolène Royal– y sendas participaciones en dos viviendas a nombre de su padre y de su hermano. Como Sarkozy, Hollande se separó de su mujer en 2007 y, fruto del reparto de bienes subsiguiente, cedió la propiedad del apartamento familiar en Boulogne-Billancourt. Con su actual compañera, Valérie Trierweiler, comparte un piso de alquiler en el distrito XV. Sus ingresos mensuales, como diputado y presidente del Consejo General de Corrèze, son de 8.300 euros brutos.

La cuarta en liza, Marine Le Pen, declara como ingresos su salario de diputada europea –7.956 euros brutos (6.200 netos) al mes– y no especifica el valor de su patrimonio. La líder del Frente Nacional posee partes de la casa familiar de Trinité-sur-Mer (Bretaña), de la mansión heredada por su padre de un rico industrial de extrema derecha en Saint-Cloud, junto a París –donde ocupa unas dependencias como residencia– y de una villa que comparte con su compañero, Louis Alliot, cerca de Perpiñán.

François Bayrou posee, por su parte, un patrimonio calculado en 836.000 euros, resultado de restar los créditos pendientes de devolución de sus dos propiedades: la casa familiar de Bordères (Pirineos Atlánticos), que incluye una granja de cría de caballos, y un piso de 50 metros cuadrados –su pied-à-terre– en París. Sus ingresos mensuales –7.100 euros brutos (5.189 netos)– proceden de su sueldo de diputado.

Despido en Francia: muchas garantías, poca indemnización

Francia pasa por tener una legislación laboral rígida que penaliza la creación de empleo debido a la alta protección de que gozan los trabajadores. “Aquí es imposible despedir a nadie”, comentaba el directivo de una multinacional norteamericana recién desembarcado en París. El despido, en efecto, está sometido a una estricta regulación, es supervisado por el Estado –que da su autorización– y controlado por los Conseils de Prud’hommes, instancia equivalente a Magistratura de Trabajo, pero elegida de forma paritaria por patronal y sindicatos.

Al margen de una falta grave, un empleado puede ser despedido por una causa personal –que ha de demostrarse “real y seria”– o por motivos económicos. Todo el proceso está sometido a fuertes garantías y los litigios se resuelven en un 70% de forma favorable a los asalariados. Esta protección beneficia fundamentalmente a los trabajadores con Contrato de Duración Indeterminada (CDI), que representan el 85% del total. Para quienes tienen contratos temporales, la precariedad está en cambio al orden del día.

Si la protección es alta, la cuantía de las indemnizaciones es en cambio muy baja. La ley fija un mínimo de 1/5 parte de la mensualidad (esto es, 6 días) por año trabajado, a lo que se añaden 2/15 partes por año a partir de los 10. Para un salario de 1.500 euros al mes y cinco años de antigüedad, por ejemplo, la indemnización sería de 1.500 euros. Con el mismo sueldo y una antigüedad de 12 años sumaría 4.000 euros. En general, prevalecen las indemnizaciones pactadas en el contrato o el convenio. El convenio nacional de la Siderurgia la fija en 1/4 parte de la mensualidad (7,5 días) por año.

sábado, 25 de febrero de 2012

Los pequeños se apartan

Sus nombres no dicen forzosamente nada al común de los mortales. Ni siquiera a los de nacionalidad francesa. Pero hay un día cada cinco años en Francia –el de la primera vuelta de las elecciones presidenciales– en que su escuálido peso político puede resultar fundamental para decantar la balanza. Situado en segundo lugar de la carrera electoral, a considerable distancia del candidato socialista, François Hollande, el presidente Nicolas Sarkozy se enfrentaba hace apenas dos semanas a la preocupante competencia de una multiplicidad de pequeños candidatos de derecha, que amenazaban con arañarle votos valiosísimos. Desde el anuncio oficial de su candidatura, el día 15, se ha producido una serie de bajas en cadena que han contribuido a despejarle el camino.

Para Sarkozy, la presencia de estas candidaturas testimoniales era esta vez –lo es todavía, aunque menos– altamente peligrosa, dada la fortaleza que presenta el Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen, con intenciones de voto que oscilan en este momento entre el 15% y el 17,5% pero que habían llegado al 21%, y la resistencia –en el otro flanco– del centrista François Bayrou, presidente del Movimiento Demócrata (MoDem), al que las encuestas vaticinan un resultado de entre el 7% y el 13%. La situación delicada del presidente francés, con una popularidad bajo mínimos, había hecho pensar a los analistas que el riesgo de un 21 de abril a la inversa era un escenario plausible.

El 21 de abril de 2002 la multiplicación de pequeños candidatos de izquierda al Elíseo clavó la puntilla al entonces primer ministro socialista Lionel Jospin, eliminado en la primera vuelta por el ultraderechista Jean-Marie Le Pen, para horror y estupefacción de la mayor parte del país. Jospin se quedó en la cuneta por unas pocas décimas –16,2%, por 16,9% del candidato y fundador del FN–, mientras que los siete candidatos menores de izquierda sumaban entre todos el 26,6%...

La posibilidad de que un resultado análogo pudiera repetirse diez años después, pero en este caso en detrimento del candidato de la derecha, ha sido un objeto recurrente de preocupación en el campo de Sarkozy, que se ha empleado a fondo para disuadir a los pequeños competidores. La primera y más peligrosa disidencia la atajó el presidente francés el pasado mes de octubre, cuando el presidente del Partido Radical y ex número dos del Gobierno, Jean-Louis Borloo, empeñado en reagrupar en torno suyo a la sensibilidad centrista de la mayoría presidencial, arrojó la toalla y renunció a presentar candidatura. Su decisión, que dejó huérfanos y desorientados a sus seguidores, podría verse próximamente recompensada con la presidencia en alguna gran empresa pública o parapública.

Después de Borloo, y al calor de la presenteción oficial de su candidatura a la reelección, Sarkozy ha conseguido la retirada del presidente del Nuevo Centro, el ex ministro Hervé Morin; de la también ex ministra Christine Boutin, líder del Partido Cristiano-demócrata, y del candifato del movimiento Caza, Pesca, Naturaleza y Tradiciones (CPNT), Frédéric Nihous. Todos ellos han pedido el voto para Sarkozy.

A pesar de todo, y al margen de Le Pen y Bayrou –ya presentes en las elecciones de 2007–, aún le quedan al presidente francés algunos obstáculos menores: el soberanista Nicolas Dupont-Aignan, líder del pequeño partido En pié la República, y Corinne Lepage, del minúsculo partido ecologista Cap21 –acreditados ambos de un 0,5% de los votos–. Y sobre todo el ex primer ministro Dominique de Villepin, egregio disidente movido por las rencillas personales hacia el presidente francés, a quien los sondeos otorgan entre el 1% y el 3% de votos. Villepin, abandonado por sus más destacados partidarios y lejos del listón del 5% a partir del cual el Estado reembolsa parte de los gastos de campaña, podría ser el próximo en rendirse.

Sondeos dispares

El efecto de la entrada en campaña de Nicolas Sarkozy es un misterio. Mientras algunos sondeos –como el de Ipsos– apuntan que nada ha cambiado y dan al socialista François Hollande una ventaja de siete puntos en la primera vuelta (32% a 25%), otros –como el de CSA–, constatan un sensible recorte de las diferencias: 28% a 27%.


jueves, 23 de febrero de 2012

DSK, libre pero no limpio

Libre y sin cargos, pero no limpio de polvo y paja, Dominique Strauss-Kahn abandonó ayer tarde la sede de la Gendarmería de la ciudad francesa de Lille (Norte) tras haber permanecido casi 34 horas bajo detención para ser interrogado por la policía por su vinculación con el caso de la red de prostitución del hotel Carlton.

El ex director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), forzado a dimitir en el 2011 de su cargo tras haber sido acusado formalmente de violación por la Fiscalía de Nueva York -acusación que fue posteriormente retirada por falta de pruebas-, salió ayer en libertad sin cargos por este nuevo caso. Pero tampoco exculpado. Strauss-Kahn deberá comparecer el 28 de marzo ante los jueces instructores, que podrían imputarle por complicidad en un delito de proxenetismo y encubrimiento de abuso de bienes sociales (equivalente francés de la administración desleal), delitos que están penados con hasta 20 y 5 años de prisión.

Strauss-Kahn, que hasta su inopinada detención en Manhattan el 14 de mayo del 2011 era el favorito para encabezar la candidatura del Partido Socialista al Elíseo, está involucrado con la red de prostitución del hotel Carlton en tanto que cliente. Algunos miembros de la red le organizaban fiestas sexuales, a las que llevaban prostitutas de lujo, allí donde el ex director del FMI deseara: en Bruselas, París, Washington... Los gastos, incluida la remuneración de las chicas, eran sufragados por dos empresarios: Fabrice Paszkowski, responsable de la empresa Medicalis, y David Roquet, director de una filial de Eiffage. El grupo estaba completado por el comisario de policía Jean-Christophe Lagarde, ex responsable de seguridad de Lille. Los tres están procesados, junto a otros cinco miembros de la red.

La detención e interrogatorio de Strauss-Kahn perseguía establecer si conocía que las jóvenes que le llevaban sus amigos eran profesionales, si participó de algún modo en la organización, si supo que las facturas eran sufragadas por las empresas y si acordó alguna contraprestación. El ex director del FMI lo negó todo.

Eran las 18.30 horas cuando Strauss-Kahn salió del cuartel de la Gendarmería a bordo de un vehículo con los vidrios tintados. El ex director del FMI y ex ministro socialista, que había llegado a la Gendarmería de Lille poco antes de las nueve de la mañana del martes, pasó la noche en un calabozo de 8 metros cuadrados contiguo a la sala de interrogatorios. Estos se desarrollaron en presencia de una de las abogadas del detenido, Frédérique Beaulieu , quien a la salida explicó que Strauss-Kahn, "fatigado" pero "sereno", había respondido a todas las preguntas. "Que salga libre es buena cosa", dijo antes de concluir: "Todo está ahora en manos de los magistrados" .

Adiós ‘mademoiselle’, bienvenida ‘madame’

Una circular oficial de los servicios del Primer ministro francés, François Fillon, difundida el pasado martes, obliga a partir de ahora a todos los servicios de la Administración a abandonar el tratamiento de 'mademoiselle' (señorita) en los documentos oficiales y sustituirlo por el genérico de 'madame' (señora), del mismo modo que los hombres reciben idéntico tratamiento –el de 'monsieur' (señor)– independientemente de su edad o estado civil. El término 'mademoiselle' designa, según el diccionario, a “las jóvenes y a las mujeres (que se presume) solteras”. Del mismo modo, los formularios deberán abandonar también la apelación 'nom d’époux' o 'd’épouse' (apellido de casado o de casada) y reemplazarlo por el de 'nom de famille' (apellido de familia), para aquellos casos –muy comunes en Francia– en los que la mujer adopta el apellido del marido una vez casada. Dos asociaciones feministas, Osez le Feminisme et Ghiennes de Garde, habían iniciado en otoño del año pasado una campaña para poner fin a esta costumbre (ver La Vanguardia del pasado 28 de septiembre), por considerar que esta diferencia de tratamiento era discriminatoria. Su reivindicación ha sido, pues, escuchada. Para ver la traducción práctica de esta medida, sin embargo, habrá que esperar. De entrada, porque los formularios impresos se irán sustituyendo por los nuevos a medida que se vayan agotando y haga falta renovarlos. Y, para continuar, porque los hábitos están profundamente enraízados. La circular de Fillon, en efecto, no es la primera. El Gobierno francés ya había dado instrucciones para adoptar el genérico 'madame' en otras dos circulares difundidas en 1967 y 1974. Sin que sirviera para nada.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Atrapado por su pasado

Dominique Strauss-Kahn no puede escapar a su biografía. El ex director general del Fondo Monetario Internacional (FMI) y malogrado candidato socialista al Elíseo, políticamente arruinado por la sucesión de escándalos sexuales en los que ha estado involucrado, volvió a quedar ayer bajo detención policial por sus prácticas libertinas. Strauss-Kahn fue citado para ser interrogado en calidad de detenido por su relación con el caso de la red de prostitución vinculada al hotel Carlton de Lille (Norte), del que presuntamente era un notable cliente.

Pese a que recurrir al servicio de una prostituta no es en sí mismo un delito en Francia, Strauss-Kahn podría ser imputado por complicidad en un delito de proxenetismo agravado en banda organizada o encubrimiento de “abuso de bienes sociales”, equivalente francés del delito español de “administración desleal”. Dos delitos castigados con penas de hasta 20 y 5 años de cárcel respectivamente. Aunque también podría salir en libertad sin cargos.

El ex director del FMI debería haber estado ayer de campaña electoral en Evry, en la banlieue sur de París, visitando las empresas de tecnología avanzada del Génocentre y pronunciando un mitin en las Arènes de l’Agora como hizo François Hollande, candidato socialista a la presidencia de la República, si su naturaleza no hubiera truncado de cuajo su carrera al Elíseo. Detenido en Nueva York el 14 mayo del año pasado acusado de la violación de una camarera de hotel –exculpado después por falta de pruebas– y denunciado por otro presunto intento de violación en Francia –posteriormente sobreseído–, su prometedor futuro político se vino brutalmente abajo. Ayer, mientras su camarada del Partido Socialista hacía campaña en Evry, Strauss-Kahn, atrapado por su pasado, permanecía toda la jornada en la nueva sede de la Gendarmería en Lille, donde llegó poco antes de las 9 de la mañana y donde continuaba siendo interrogado al cierre de esta edición, dispuesto a pasar la noche en el calabozo. Su detención fue prolongada anoche por los jueces de instrucción a 48 horas.

El caso del hotel Carlton de Lille estalló en octubre del año pasado, cuando a raíz de la detención de un conocido proxeneta en Bélgica –el francés Dominique Alderweired, alias Dodo la Saumure– se descubrió una red que, con complicidades policiales, suministraba prostitutas de lujo a clientes especiales del Carlton. Ocho personas han sido imputadas hasta ahora en este caso, entre ellas tres directivos del hotel, un abogado, un comisario de policía –el ex jefe de seguridad de Lille, Jean-Christophe Lagarde– y dos empresarios: Fabrice Paszkowski, responsable de la empresa de material médico Medicalis, y David Roquet, ex director de la sociedad MEN (Materiaux Enrobés du Nord), filial del grupo constructor Eiffage.

La investigación del caso –inicialmente, un asunto aparentemente banal, sin connotaciones políticas– dio enseguida un vuelco cuando se comprobó que entre los clientes destacados de la red estaba Strauss-Kahn. Y que, además, la red suministraba prostitutas al insaciable ex director del FMI allí donde hubiera menester: en París, en Bruselas, en Washington... siguiendo su siempre ajetreada agenda. Los amigos de Strauss-Kahn –Lagarde, Roquet, Paszkowski– viajaban adonde conviniera acompañados de jóvenes dispuestas, bajo remuneración, a alegrar sus veladas.

Los investigadores tienen documentadas una decena de fiestas libertinas de este tipo –parties fines, en el argot– en las que participó el ex dirigente socialista. El último viaje de la troupe se produjo justamente a la capital norteamericana, entre el 11 y el 13 de mayo de 2011, donde mantuvieron varias sesiones agitadas en el hotel W, a dos pasos de la Casa Blanca. Los amigos de Strauss-Kahn, que llegaron para la ocasión acompañados de una call-girl llamada Florence V., pudieron visitar durante el día la sede del Fondo Monetario Internacional como sus invitados. La prostituta declaró a la policía que mantuvo su último contacto con DSK al mediodía del viernes 13, antes de que el entonces aún director del FMI cogiera un avión para viajar a Nueva York. Fue justamente al día siguiente, el sábado 14 de mayo, cuando Strauss-Kahn fue detenido por la policía neoyorquina en el aeropuerto JFK acusado de haber violado a una mujer de la limpieza del hotel Sofitel de Manhattan, Nafissatou Diallo en la suite 2806...

Para los jueces que instruyen el caso, toda la cuestión es determinar si Strauss-Kahn conocía o no el hecho de que las chicas con las que se acostaba eran prostitutas. De ser así, podría ser acusado de complicidad en proxenetismo, por cuanto hay mensajes de texto enviados por teléfono por el ex director del FMI en los que pedía explícitamente a sus amigos que le suministraran chicas –bajo la apelación de “demoiselles” o “material”–. También habrá que discernir si, en tal caso, Strauss-Kahn estaba al corriente de que todos los gastos de los viajes y las tarifas de las prostitutas eran sufragadas por las empresas de sus amigos. En el caso de Roquet, éste sostiene que además la dirección del grupo matriz, Eiffage, aprobaba sus notas de gastos. En tal caso, podría ser acusado de encubrimiento en un delito de “abuso de bienes sociales”.

Los amigos de Strauss-Kahn y algunas –no todas– de las prostitutas que participaron en tales soirées exculpan al ex director del FMI y sostienen que él no estaba al corriente de que hubiera pagos de por medio. “Yo tengo horror de la prostitución, del proxenetismo”, declaró el propio Strauss-Kahn en el libro “Affaires DSK, la contre-enquête”, escrito por su biógrafo, Michel Taubmann. Y añadía: “He participado en veladas libertinas, pero habitualmente las participantes no son prostitutas”. Su abogado, Henri Leclerc, ha ido más allá en este razonamiento al declarar en Europe 1: “Strauss-Kahn podía ignorar perfectamente que [las chicas] eran profesionales. En estas veladas no se está forzosamente vestido, y yo le desafío a distinguir una prostituta desnuda de una mujer de mundo desnuda”.

El furor sexual de Dominique Strauss-Kahn era un secreto a voces desde hace años en determinados círculos políticos y mediáticos franceses. En 2007, la periodista Tristane Banon le acusó públicamente de haber intentado violarla en 2003, aunque la denuncia –presentada finalmente el año pasado– fue archivada por prescripción del presunto delito: agresión sexual. En 2008, Strauss-Kahna punto estuvo de ser cesado al frente al FMI al trascender su relación con una subalterna, la economista húngara Pyroska Nagi. El despido le llegó en 2011, tras ser detenido y acusado de la violación de Nafissatou Diallo. Retirados los cargos por falta de pruebas, la causa sigue abierta por la vía civil.

Sarkozy: "Yo, o la catástrofe"

Francia ha escapado a la catástrofe en tres ocasiones –tres– en los últimos cuatro años gracias a Nicolas Sarkozy. Tal cual lo presentó ayer el propio interesado ante 10.000 enardecidos seguidores reunidos en Marsella para asistir al primer gran mitin del presidente francés en su calidad de candidato a la reelección. Autoerigido en hombre provindencial, sin concesión a la modestia –ni auténtica, ni falsa– Sarkozy no se limitó a defender su actuación al frente del Elíseo, sino que hizo un auténtico ejercicio de engrandecimiento de su propia gestión.

Francia logró sortear el abismo cuando el estallido de la crisis financiera en 2008 amenazó con hundir toda la economía mundial –relató el presidente-candidato–, consiguió resistir la crisis económica subsiguiente y ha escapado también a la crisis de la deuda soberana desencadenada en el verano de 2011. ¿Y todo gracias a qué? A la lucidez, la determinación y el coraje del presidente de la República, naturalmente. Tres veces repitió ayer Sarkozy la frase mágica –“Logramos evitar la catástrofe”– y en las tres ocasiones se atribuyó el mérito. “Si yo no hubiera tomado todas las decisiones \[necesarias\] a tiempo, ¿dónde estaríamos hoy?”, se preguntó retóricamente, hablando en primera persona, antes de subrayar que “Francia ha resistido” sin rebajar salarios ni pensiones, sin que el paro haya “explotado” como en otros países, sin que miles de ciudadanos se hayan visto expulsados de sus domicilios por no poder hacer frente al pago de la hipoteca...

“Si un solo francés duda de lo que acabo de decir, de lo que hemos escapado, que miren a los obreros griegos, a los pensionistas italianos, a los parados españoles –a quienes es mucho más difícil volver a encontrar trabajo porque el nivel de paro es tres veces superior al nuestro–, a los funcionarios portugueses, a las familias norteamericanas expulsadas de sus casas y obligadas a vivir en una Mobil home”, desgranó.

Con el mismo ardor, Sarkozy denigró a su principal rival, el socialista François Hollande, a quien presentó como incapaz de afrontar la crisis y a quien acusó personalmente –aunque sin citarle– de mentir. “Los que hacen como si no hubiera pasado nada en el mundo mienten a los franceses”, dijo el presidente, quien añadió: “Ignorar la crisis es irresponsable y moralmente inaceptable”. A lo largo de 55 minutos, Sarkozy no ahorró ninguna acusación a su adversario –debilidad, demagogia, mentira, engaño, doblez, sectarismo, intolerancia, elitismo–, cuyas propuestas presentó como contrarias al interés del país y contradictorias con el hecho de “amar a Francia”.

“Hay que tener el coraje de amar a Francia, de respetar a los franceses, de decir la verdad”, afirmó el candidato a la reelección antes de descalificar a su oponente por decir “todo y su contrario” en función del auditorio. Aludiendo a una entrevista de Hollande en The Guardian, donde atemperó sus declaraciones contra el mundo de las finanzas, Sarkozy le reprochó “fingir que uno es Thatcher en Londres y Mitterrand en París”. “No se dirige así un país que es la quinta potencia mundial”, remachó.

Por segunda vez en tres días, Sarkozy demostró una gran agresividad hacia su principal adversario, con quien busca descaradamente el cuerpo a cuerpo. “La violencia y el insulto son signos de debilidad”, replicó ayer mismo François Hollande, que hasta el momento resiste el desafío. Vibrante y combativo, con algunos arrebatos de lirismo –su mujer, Carla Bruni, presente en la primera fila, le encontró “emocionante y maravilloso”–, Sarkozy mostró ayer en Marsella toda su peligrosidad cuando baja a la arena electoral y combate con los puños.

Sus dos primers mítines –el del jueves en Annecy y el de ayer en la capital mediterránea– han hecho emerger las dos principales líneas de su discurso electoral. Junto al ataque frontal contra el candidato socialista –de quien cuestiona su capacidad y su honestidad política–, Sarkozy se presenta como el auténtico representante del pueblo, adoptando un tono descaradamente populista cuando cuestiona a las élites, entre las que incluye a los llamados “cuerpos intermedios” del Estado, las corporaciones, los grupos de presión, los expertos, los partidos políticos y los sindicatos. Es decir, a todo el mundo salvo al presidente de la República, legitimado a sus ojos por el voto directo de los ciudadanos.

“Yo quiero ser el candidato del pueblo de Francia. No seré el candidato de unas pequeñas élites contra el pueblo”, insistió ayer, en un intento de volver a seducir a las clases populares. descontentas y tentadas de votar a la izquierda o a la extrema derecha. Sarkozy volvió a atacar a todas las instancias intermedias que “confiscan la palabra del pueblo” y prometió “devolvérsela” recurriendo al uso del referéndum.

El arranque de la campaña del presidente-candidato no ha tenido, por el momento, un gran impacto especial en la opinión pública. Un sondeo de intención de voto realizado esta semana por Opinion Way constata un aumento de 1,5 puntos de Sarkozy, que se aercaría peligrosamente a Hollande en la primera vuelta (29% a 27%), pero en la segunda vuelta, la diferencia sigue siendo enorme: 56% a 44% para el candidato socialista. La desconfianza sigue instalada en los franceses, el 54% de los cuales –según otra encuesta de TNS-Sofres– tendría ya decicido no votar a Sarkozy...

Un tercer sondeo, en fin, en este caso de Ifop para el Journal du Dimanche, constata que el nivel de los insatisfechos con el presidente francés sigue siendo enormemenye elevado: un 67% de descontentos (frente a un 33% de satisfechos). “Cuando se mira dónde estaban sus predecesores en el mes de febrero, él es el que se encuentra en la posición más difícil. Tiene 16 puntos más de insatisfechos que por ejemplo, Valéry Giscard d’Estaing \[quien en 1981 cayó frente al socialista François Mitterrand”, constató el director general adjunto de Ifop, Frédéric Dabi, en France Info{Titular}


Le Pen saca ‘tarjeta toja’

“¡Expulsadlo definitivamente del terreno de juego!”, clamó ayer en un mitin en Lille la candidata al Elíseo del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, quien pidió al pueblo francés que saque una “tarjeta roja” al presidente saliente, Nicolas Sarkozy. “¡Fuera! ¡fuera! ¡fuera!”, gritaron a coro los 2.000 asistentes.

domingo, 19 de febrero de 2012

"Debe decrecer la economía del despilfarro" (Entrevista a Edgar Morin y Stéphane Hessel)

Una bicicleta. Una moderna bicicleta plegable de aluminio negro, apoyada en la pared del estrecho pasillo, saluda al visitante al entrar en el piso que el sociólogo y filósofo francés Edgar Morin (París, 8 de julio de 1921) ocupa desde el verano pasado en un viejo edificio del barrio parisino de Montparnasse. Un piso antiguo, pero renovado con gusto contemporáneo, acogedor y cálido, abierto de par en par a la luz, a estas horas ya mortecina y gris, de la calle. “La cojo a menudo, por aquí por el barrio, pero sólo cuando hace buen tiempo”, explica con una sonrisa de satisfacción el padre del Pensamiento Complejo. Esa bicicleta resume en su simplicidad  mecánica el espíritu dinámico y apasionado de este eterno joven de 90 años, autor de una sesentena de obras traducidas a 28 lenguas en 42 países. Infatigable, en su cabeza bulle ya un próximo libro, dedicado a la ciudad de Berlín, que ha visto destruida, encerrada, liberada...
En el salón, sentado en el sofá, le acompaña hoy un invitado de excepción. Un amigo y un cómplice. Un viejo camarada también, compañero de combate en la Resistencia contra la ocupación nazi, que le llevó en su caso a ser deportado al campo de concentración de Buchenwald. El ex diplomático Stéphane Hessel (Berlín, 20 de octubre de 1917) saborea a sus 94 años, no sin cierta aprensión, el inesperado éxito mundial de su modesto panfleto “¡Indignaos!” y la aparición en diversos países, siguiendo su estela, de movimientos de protesta de “indignados”, de particular repercusión en España. “Yo estaba impresionado, preocupado incluso, por el éxito de ese librito. Y me dije que no podíamos quedarnos ahí. Por eso escribí “¡Comprometeos!”, explica casi justificándose quien fuera uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU en 1948.

Más o menos en el mismo momento, Morin publicó “La Vía”, donde hacía un sombrío análisis de la realidad mundial y apuntaba la necesidad de tomar un nuevo camino para evitar la catástrofe. Fue el editor de Morin, Fayard, quien tuvo la idea de reunir a los dos veteranos resistentes para hacer un libro a cuatro manos, que ambos aceptaron sin dudar. “Se trataba de reflexionar juntos para hacer algo más constructivo”, explica Hessel, quien atribuye a Morin la autoría efectiva del libro: “Yo sólo he contribuido a darle un impulso”. De ahí nació “El camino de la esperanza” (Ediciones Destino), un llamamiento a la movilización de la ciudadanía para cambiar el mundo. Un llamamiento apasionado y comprometido.

- El éxito de “Indignaos” despertó las conciencias y contribuyó a levantar movimientos de protesta de la juventud en numerosos países, entre ellos y particularmente en España. Pero estos movimientos no han tenido, hasta ahora, una traducción política. ¿Faltan ideas?

HESSEL. Totalmente. La protesta es un principio, necesario, pero un principio. Hay que despertarse, tener ganas de que las cosas cambien. Pero después ha de venir una reflexión sobre los cambios que son necesarios. En nuestro libro planteamos cuáles son hoy las grandes reformas indispensables para superar la crisis, para salir de la tristeza, del desaliento. Es necesaria una acción resuelta de los gobiernos, pero también de los ciudadanos. Nosotros creemos que hay que movilizar a los ciudadanos en todos los países para llevar a cabo las reformas que son fundamentales.

MORIN. Estoy plenamente de acuerdo. Los movimientos de la juventud en Europa, en Estados Unidos, en los países árabes, han sido muy importantes. Pero estamos obligados a constatar que detrás de este movimiento, llevado por aspiraciones justas y profundas, no ha habido un pensamiento. Falta un pensamiento político que reflexione sobre la crisis profunda de nuestro siglo. Estamos en una crisis que no es sólo económica, demográfica, ecológica, moral. Es una crisis de civilización, una crisis de la humanidad. Si no pensamos en este marco, estamos condenados a la impotencia. Hay que pensar en otra vía, lanzando reformas múltiples, hay que preparar un nuevo camino.

- En el pasado, el modelo comunista se presentaba como la alternativa al capitalismo. La caída del Muro de Berlín pareció dejar al capitalismo como única vía…

HESSEL. Hay dos ideologías que creían tener respuesta a todo: la comunista y la neoliberal. Ambas están hoy en un callejón sin salida. La ideología neoliberal nos ha conducido a esta crisis económica ante la cual tenemos la obligación de reaccionar con firmeza. Entre estas dos ideologías existen algunas cosas, la democracia, los derechos del Hombre, valores fundamentales sobre los cuales construir.

MORIN. Se creyó que el hundimiento, la implosión del comunismo, tanto el soviético como el maoísta, era el fin de las ideologías. Y el neoliberalismo se presentó como la respuesta realista y concreta a los problemas contemporáneos, olvidando, o enmascarando, que se trataba también de una ideología. Según la cual las leyes del mercado podían resolver los problemas del ser humano. La gran conquista de estos últimos años es que hemos comprendido que se trata de una ideología que se pretendía ciencia. Hoy hay que pensar más allá. No se trata, entiéndase, de destruir el mercado, sino de yugular a las mafias y los poderes que lo controlan todo e impiden al propio mercado realizar su papel. Hay que tener una nueva visión de la sociedad.

- ¿Cuál camino tomar? ¿qué hacer?

MORIN. El capitalismo no es eterno pero tampoco está muerto, se transforma. Y ha adoptado formas perversas con la especulación financiera. En estos momentos el capital financiero aterroriza a los Estados e impone la austeridad a los pueblos. Hay que poner límite a su omnipotencia. Pero hay un capitalismo de empresa que puede continuar. Pienso que es posible impulsar una economía que rechace la hegemonía del beneficio a toda costa, una economía social y solidaria, una economía justa. Es necesario desarrollar una agricultura y una ganadería ecológicas, humanizar las ciudades, revitalizar el campo… Y el Estado debe asumir un papel de inversor social.

- Todo el mundo está preocupado por encontrar la forma de relanzar el crecimiento económico. Ustedes, en su libro, hablan de la necesidad de “decrecer”…

MORIN. Hoy hay cada vez más en el mundo una parte de la población, empobrecida, que no tiene acceso al consumo y a la que hay que permitirle acceder. Pero hay a la vez un exceso de consumismo. Cebamos a los niños con productos que les vuelven obesos, vendemos productos dotados de virtudes puramente mitológicas –la salud, la belleza-, alimentos llenos de conservantes peligrosos para la salud, objetos desechables, coches y electrodomésticos concebidos para durar no más de seis años... Es un despilfarro económico. Hay que hacer “decrecer” la economía del despilfarro, de la futilidad. Hay que recuperar las virtudes de la reparación de objetos duraderos. Hoy hay una fuerza enorme, que es la fuerza de los consumidores. Si los consumidores se convierten en una fuerza capaz de seleccionar los buenos productos y boicotear los malos, pueden intervenir en el cambio. Hay cambios posibles en todos los terrenos. Si se hacen juntos, podemos progresar por la buena vía.

- ¿El cambio está en manos de los ciudadanos?

HESSEL. Existe un triángulo: las fuerzas económico-financieras, los gobiernos y los ciudadanos. Los ciudadanos deben ser alentados a utilizar su poder, que puede ser decisivo para devolver a los Gobiernos la capacidad de resistir a las fuerzas económicas y financieras.

- En España, el movimiento de los indignados tuvo mucha fuerza y el resultado fue la derrota electoral de Zapatero y la constitución de un nuevo Gobierno, del Partido Popular, con un programa de más austeridad…

HESSEL. Incluso el Gobierno español actual no tiene ganas de privar a los españoles de lo que necesitan. Pero ¿qué le impide hacerlo? Su endeudamiento, que le es presentado por las fuerzas económicas capitalistas como imposible de resolver sin austeridad. Los indignados siguen reclamando lo que se debe a los ciudadanos españoles y lo seguirán reclamando mientras el Gobierno español no consiga luchar eficazmente contra las fuerzas económicas y financieras.

MORIN. No son los indignados quienes hicieron caer a Zapatero sino la crisis y su incapacidad para abandonar el marco neoliberal. Los sacrificios lo único que harán es disminuir más los recursos fiscales del Estado, lo que agravará la deuda. No hay que tener miedo del espectro que nos agitan para reducirnos a la impotencia. Tenemos un ejemplo histórico en la gigantesca crisis de 1929. Todos los esfuerzos de austeridad que se hicieron en Francia fracasaron. En Estados Unidos, el presidente Roosevelt apostó por un relanzamiento económico a través de la financiación de grandes obras y proyectos. Hoy hay de nuevo la posibilidad de estimular la economía con grandes trabajos necesarios para la vida de los ciudadanos. La austeridad asfixia la economía, hace crecer el paro, los ingresos fiscales disminuyen y con ellos los recursos del Estado, incapacitándole para devolver la deuda.

- Europa no acaba de encontrar el camino para salir de esta espiral.

MORIN. Europa, en el fondo, no ha conseguido un mínimo de unidad política, de verdadera unidad económica. Se creyó que el euro bastaba y hoy nos damos cuenta de que hay que ir hacia la unificación fiscal. Europa está en crisis, porque no hay unidad política. Es necesaria una regeneración. Hay que superar el actual estado de parálisis. Pensar en un relanzamiento de Europa, con políticas económicas y ecológicas comunes. Y superar el pensamiento neoliberal. Mantenerse en el marco de este pensamiento único conduce a la impotencia, al caos y a la convulsión.

- Por un lado, parece que nos dirigimos hacia al abismo. Por el otro, ustedes hablan de esperanza.

HESSEL. Hay elementos de esperanza. Las cosas no son tan homogéneas como pudiéramos temer. En todos nuestros países hay indignados y esos indignados –pese a haber hecho caer en España a la izquierda- son favorables a una nueva economía, a una nueva manera de plantear los problemas. Hay muchas cosas que van mejor. Hay ejemplos alentadores. Es muy importante no quedarse sólo en la catástrofe posible, sino ver también el inicio de una mejora real sobre la que se puede fundar una nueva esperanza.

MORIN. Stéphane tiene toda la razón al decir que en todo el mundo hay un hormigueo de iniciativas creadoras, locales, aisladas las unas de las otras, pero que son testimonio de un deseo de renacer. En España hay también muy buenos ejemplos de municipios que consiguen reducir el paro, de una agricultura ecologista… Yo creo que si se tienen en cuenta estas iniciativas –de las que ni la administración ni los partidos políticos son conscientes, porque no lo ven, viven en un mundo abstracto-, podemos concluir que hay nuevas fuerzas. En la Historia, las grandes transformaciones nacen de desviaciones. Esos polos de transformación están ahí, pero están aún dispersos, hay que ligarlos, alentarlos. Hay que hacer comprender que es a través de un conjunto de reformas en todos los campos que se puede crear la nueva vía. Y devolver la esperanza.

- ¿Los partidos políticos ya no sirven? ¿están demasiado encerrados en sus certidumbres?

MORIN. No tanto en sus certidumbres como en sus rutinas. Son mundos cerrados. Van a remolque de la economía cuando es la economía la que tendría que ir a remolque de la política. Pero hay una posibilidad de regeneración y hay que trabajar en esa dirección.

HESSEL. Sería un error hacer creer a los ciudadanos que se indignan que los partidos políticos son impotentes. Al contrario. Vivimos en democracias que sólo pueden cambiar de orientación si los grandes partidos políticos son animados por los ciudadanos. A quienes se indignan hay que decirles que no se queden fuera del funcionamiento institucional del país. España, o Francia, necesitan partidos políticos, pero hace falta que esos partidos sean animados por ciudadanos valientes y ambiciosos. No hay que dejar que los partidos pierdan su ambición, que se preocupen sólo por tomar el poder y renuncien a transformar la sociedad. Hoy, allí donde voy, veo el riesgo de que los indignados se queden fuera del juego político. Y así se marginalizan.

- En su libro alertan del riesgo de crecimiento de los extremismos. En Francia, en las elecciones presidenciales de la próxima primavera los sondeos otorgan un fuerte ascenso al Frente Nacional. ¿Les inquieta?

MORIN. Hay motivos para estar inquietos. Una crisis es ambivalente, puede generar iniciativas creativas y a la vez favorecer pensamientos regresivos, de retorno a bases étnicas y nacionalistas. Es un peligro real. No debemos olvidar que durante años, hasta 1932, el partido nazi era un pequeño partido en Alemania, cuyos efectivos no eran más numerosos de los que tiene hoy el Frente Nacional. Fue la crisis la que le llevó al poder. En estas elecciones existe, en efecto, el peligro de una gran subida del FN.

HESSEL. El riesgo de la izquierda europea es que se divida. Yo nací en Berlín y viví la división de la izquierda en Alemania. Eso permitió al partido nacional-socialista conseguir la mayoría, pese a que era un pequeño partido. Reagrupándose, la izquierda puede evitar el triunfo del extremismo.

- En el fondo, parecen ustedes más optimistas que pesimistas.

MORIN. No somos ni optimistas ni pesimistas. Pienso que este tipo de categorías binarias son falsas. Un optimista eufórico, cuando ve que la realidad no responde a sus deseos se convierte en el peor de los pesimistas… Yo soy un opti-pesimista, es decir, pienso que lo probable, lo más probable, es que los acontecimientos nos conduzcan a la catástrofe. Pero pienso también que en la Historia siempre ha existido lo improbable y que se han producido acontecimientos felices. Y a eso apuesto. Por eso hablo de esperanza. La esperanza no quiere decir que todo vaya a ir bien, sino que es posible. Si nosotros contribuimos, si actuamos, quizá tengamos la oportunidad de encontrar la buena vía. Eso es la esperanza.

HESSEL. Yo no quiero limitarme a la idea del optimismo. Nosotros somos ambiciosos. He ahí la diferencia. Los optimistas piensan que las cosas ya se arreglarán, los pesimistas piensan que no hay nada que hacer… Y luego están los ambiciosos. Y yo creo que la ambición es un producto de de la resistencia. Cuando uno ha sido resistente en su vida, y nosotros dos lo hemos sido en un momento dramático de la historia de Europa, se conserva la voluntad de crear algo mejor. La resistencia es creadora.

Rabia de sobrevivir (Retrato-entrevista a Liam Neeson)

La vida es un aliento frágil. Un hálito que la muerte puede ahogar a la vuelta de cualquier esquina. Una encarnizada lucha por la supervivencia. Un combate desigual contra el azar. Liam Neeson lo sabe como nadie, porque lo ha vivido en propia carne. A punto de morir en una colisión con su moto en el año 2000, en 2009 perdió a su mujer, la actriz Natasha Richardson, en un trágico accidente de esquí en Canadá.

Difícil imaginar a alguien más indicado que el polifacético actor norirlandés para encarnar y comprender al atormentado y ambivalente protagonista de la última película de Joe Carnahan, “Infierno blanco” (The Grey), un trepidante y dramático film de acción inspirado en un relato breve de Ian MacKenzie Jeffers (Ghost Walker) en el que un grupo de trabajadores de una refinería de petróleo en Alaska, supervivientes de un accidente de avión en plena tundra, debe luchar contra los elementos -el frío, la nieve, el viento- y una sanguinaria manada de lobos en su desesperado intento de salvar la vida.

Para el realizador de la película, que ya dirigió al actor en la adaptación cinematográfica de la serie de televisión “El equipo A” en 2010, Liam Neeson se apoderó totalmente del personaje e insufló a su interpretación “un sentido más profundo sobre la vida y la muerte” de lo que estaba en sus expectativas. “Al hablar con actores más jóvenes, vi que no comprendían su propia mortalidad. Liam tiene casi sesenta años, por dinámico y fuerte que sea, tiene asumido que todos sin excepción tenemos los días contados –ha explicado Carnahan-. El tiempo nos acecha a todos”.

-“Es lógico. He vivido más tiempo y tengo más experiencia”.- concede lacónicamente Neeson, quien prefiere observar a su personaje, John Ottway, el tirador profesional encargado de proteger a los trabajadores de la refinería de los ataques de las alimañas, erigido por la fuerza de las cosas en el líder del grupo de supervivientes, con distancia.

- ¿Qué hay en común entre Ottway y usted?

- “Es irlandés... -responde ladeando la sonrisa y achinando los ojos-. Por lo demás, no sé… Una cosa es mi personaje y otra soy yo. Yo me limito a actuar”, añade, incómodo con las preguntas que pueden conducirle a un terreno personal demasiado doloroso.

Porque doloroso debió ser para él interpretar el personaje de John Ottway, un hombre obsesionado con la pérdida de su esposa, con la que sueña de forma recurrente a lo largo del film… Pero uno no se atreve finalmente a formular la pregunta, que queda suspendida en los labios. La puerta aparece firmemente cerrada.

Alto, muy alto (1,93 m. de estatura), delgado –mucho más de lo que parece en la pantalla-, con unas manos grandes y fuertes, y un aspecto más juvenil del que corresponde a su edad –“Dentro de seis meses voy a cumplir 60 años, pero me siento como si tuviera 40”, explica-, atiende las preguntas arrellanado en el sofá de una suite del hotel Bristol, de París. La jornada ha sido larga y se le nota fatigado. Es el último encuentro del día. Su voz, grave y profunda, se vuelve a veces apenas audible.

Liam Neeson no acostumbra a hablar de su trágica historia. Hace un año rompió excepcionalmente su silencio para confiarse al escritor Tom Chiarella, un amigo, en las páginas de la revista Esquire. Con pudor, como en voz baja, rememoraba el triste día en que le llamaron por teléfono mientras se encontraba rodando en Toronto la película “Chloe” para avisarle de que su mujer había resultado gravemente herida por un golpe en la cabeza en una caída aparentemente banal mientras hacía una clase de esquí en el Mont Tremblant, en Quebec. Era el 16 de marzo de 2009. Dos días después moría en el Lenox Hill Hospital de Nueva York. Enamorados durante el rodaje de la película “Nell”, en 1994, Neeson y Natasha Richardson, hija de la actriz británica Vanessa Redgrave, se casaron y tuvieron dos hijos hoy adolescentes, Michael y Daniel Jack.

Tras el funeral, Liam Neeson se reincorporó inmediatamente al rodaje de “Chloe”, para pasmo de todo el equipo de la película, con su director, Atom Egoyan, a la cabeza. ¿Gesto de profesionalidad o refugio de urgencia? “Creo que sobreviví huyendo, huyendo hacia el trabajo”, explicó a su interlocutor en Esquire.

Un accidente tonto, una mala caída… y la vida bascula hacia el lado tenebroso. ¿Qué es lo que gobierna nuestras vidas? ¿El destino? ¿El azar?

- “A veces creo en el azar, otras veces en el destino, depende del día”, admite Neeson, un hombre inmerso en profundas dudas-. “Conforme uno se hace mayor, uno se hace preguntas sobre el sentido de la vida, sobre la muerte…”

- ¿Cree en Dios?

- “No estoy seguro”.

Liam Neeson nació el 7 de junio de 1952 en Ballymena, una pequeña ciudad de Irlanda del Norte cercana a Belfast, en una familia de larga tradición católica. Una familia modesta –su padre, Bernard, era conserje en una escuela, y su madre, Katherine, ayudante de cocina- que le inculcó el sentido del esfuerzo y del trabajo duro.

- “A partir de los 14 años, cada verano iba a trabajar, en fábricas… El dinero que ganaba era para contribuir a la familia”- explica.

En aquella época combinaba los estudios con el boxeo amateur, que había empezado a practicar con sólo nueve años y que dejó cuando se fue a estudiar física e informática en la Universidad de Belfast. Recuerdo de aquella afición le quedó un título de campeón juvenil y una nariz rota. Iniciado en el teatro en la escuela, por su profesor de inglés, Neeson tuvo diversos empleos –conductor de carretillas elevadoras en la fábrica de cervezas Guinnes, conductor de camiones…- antes de decidirse a regresar a la capital del Ulster y lanzarse a la carrera de actor en el Lyric Players Theatre. Era el año 1976.

Después de Belfast, vendría Dublín –en el Abbey Theatre-, Londres y al final del camino Los Angeles. La oportunidad en el cine se la dio en 1980 John Boorman, que le incluyó en el reparto de “Excalibur”. Fue la primera de una cuarentena de películas, de todos los estilos, de todos los presupuestos, que han hecho de Neeson uno de los actores más prestigiosos y con más recursos escénicos del panorama cinematográfico. Entre los títulos en los que ha participado destacan “Motín a bordo” (The Bounty), “Réquiem por los que van a morir”, “La Misión”, “Darkman”, “Resplandor en la oscuridad”, “Maridos y mujeres”, “Rob Roy”, “Michael Collins”, “Los miserables”, los episodios I y II de la saga de “La Guerra de las Galaxias” (“La amenaza fantasma” y “El ataque de los clones”), “K-19. The Widowmaker”, “Gangs de Nueva York”, “Love Actually”, “Kinsey”, “Venganza” (Taken)… Pero la que más gloria le dio fue el film de Steven Spielberg “La lista de Schindler”, de 1993, en la que su interpretación del industrial alemán salvador de judíos le valió sendas nominaciones al Oscar y al Globo de Oro.

- “Si a los 14 años alguien me hubiera dicho que llegaría hasta aquí le hubiera contestado que estaba loco”, asegura entre orgulloso e incrédulo.

- ¿Se siente afortunado?

- “Siempre he creído que uno se crea su propia suerte. Uno tiene que estar preparado para las oportunidades. Yo me fui a Belfast, a Londres, a Los Angeles… No se puede uno quedar sentado esperando a que la suerte le llegue”.

Esfuerzo, trabajo duro… Cuando Liam Neeson expone las cualidades que valora en un hombre – “firmeza, fe en sí mismo, honestidad, arrojo, respeto…”- se diría que habla de sí mismo. Aunque cuando se le pide que se defina en cuatro palabras esconde su modestia bajo una capa de ironía:

- “Half-backed, lazy-bastard” (soso, holgazán), pronuncia de corrido con una amplia sonrisa.

Amante de Shakespeare – “Como todos los grandes escritores, habla de la universalidad de la condición humana”- y de Mozart –que escucha para relajarse-, aficionado a la pesca con mosca y a los paseos en Harley, Neeson es un hombre discreto y tranquilo, alejado en la vida real de los héroes de acción que ha interpretado en algunas de sus películas. Como John Ottway, papel en cuya preparación se entregó físicamente a fondo, llegando a sumergirse repetidamente en agua helada como entrenamiento.

Rodada en la Columbia británica bajo condiciones extremas, con vientos de más de 100 kilómetros por hora, ventiscas de nieve y temperaturas bajo cero –lo que sometió a los actores a fuertes exigencia físicas-, “Infierno blanco” aborda el clásico tema de la supervivencia en un entorno hostil. En la película, que ha arrancado con gran éxito de taquilla en Estados Unidos, la impresionante belleza de las montañas de Alaska se transforma en pesadilla, encarnada en un feroz grupo de lobos que enfrentan a los supervivientes con sus propias debilidades y contradicciones.

- “Los hombres luchan contra los lobos y contra su propio miedo”, subraya Neeson, quien considera que “por encima de la tristeza, la película transmite esperanza”.

Esperanza quiere tener también el actor norirlandés en el futuro, en este momento de crisis, preocupado como todos los padres por el porvenir de sus hijos.

- “Vivimos tiempos difíciles” -constata.

- En la película, el personaje de su mujer le insiste repetidamente: “No tengas miedo”. ¿De qué tiene usted miedo?

- De los políticos. En todo el mundo. Son verdaderos lobos.


Una balanza comercial en franco deterioro

Cuando Nicolas Sarkozy reunió a su Consejo de Ministros en el salón Murat del palacio del Elíseo el pasado 8 de febrero, sobre la mesa había un dato inquietante: el déficit comercial de Francia había alcanzado en 2011 un nuevo récord histórico, situándose en 69.600 millones de euros. Un aumento del 35% respecto al año anterior (51.500 millones), un alza suficiente para descargar un escalofrío general. Y, sin embargo, en los semblantes –especialmente en el del secretario de Estado de Comercio Exterior, Pierre Lelouche– podía leerse un cierto alivio. Alivio... porque las previsiones oficiales para el cierre del año –que situaban el déficit en 75.000 millones de euros– eran muchísimo peores.

Desde el año 2003, último en el que la balanza comercial francesa se saldó con superávit, la situación no ha parado de degradarse y el déficit, de aumentar. Mucho se habla del déficit público y del endeudamiento del Estado francés. Pero el verdadero problema, el problema más grave, de la economía francesa es el creciente desequilibrio de sus intercambios comerciales. Mientras las cuentas públicas, mal que bien, van mejorando –el déficit de 2011, situado en el 5,5%, será finalmente inferior al previsto por el Gobierno–, la balanza comercial no para de deteriorarse.

En 2011, las exportaciones francesas crecieron un 8,6%, por detrás de las importaciones (11,7%), debido en buena parte –argumenta el Gobierno– al encarecimiento de las materias primas y la factura energética. Los sectores exportadores que obtuvieron el año pasado mejores resultados fueron el agroalimentario y el aeronáutico –merced al gran año de Airbus–, mientras que la industria farmacéutica y la automovilística tuvieron un año difícil.

Las perspectivas de mejora a corto plazo son inciertas, debido a la situación próxima a la recesión en que están sumidas la mayoría de las economías europeas. Porque Francia sigue exportando básicamente a Europa –60% de las exportaciones– y, dentro de la UE, a la zona euro (48%)

Su presencia en los mercados emergentes es, en cambio, muy discreta: únicamente el 7% de las exportaciones francesas tienen como destino Brasil, India, Rusia y China, país este último con el que la balanza es deficitaria en 27.200 millones de euros. Se trata del déficit bilateral más elevado que sufre Francia, al que le sigue el que mantiene con su principal socio y aliado, Alemania –de 16.500 millones de euros–.

En las últimas dos décadas, aún con ciertos altibajos, Francia no ha parado de perder cuota de mercado mundial frente al resto de grandes países exportadores. El año pasado se situó en el 3,3%, por delante del Reino Unido, pero por detrás de China, Alemania, Estados Unidos y Japón.

Si Francia cerró el año 2011 con un dato de crecimiento mejor que el de muchos de sus vecinos –del 1,7%–, merced a un cuarto trimestre positivo –+0,2%–, fue debido sobre todo al buen tono de la actividad industrial y al aumento de la inversión empresarial, completado por el mantenimiento de las exportaciones y un cierto retroceso de las exportaciones. Hasta ahora, sin embargo, el comercio exterior no ha contribuido globalmente al crecimiento económico, sino más bien lo contrario, lo ha lastrado.

Los expertos apuntan, como la causa principal, a la pérdida de competitividad de la industria francesa, que no ha parado de retroceder en los últimos años. En una década, la industria francesa ha pasado de representar el 27% del valor añadido en 1949 a apenas el 14% en la actualidad. En la última década se han perdido entre 500.000 y 700.000 empleos. Poco que ver con la realidad de los países del norte de Europa, con Alemania a la cabeza, con excedentes comerciales y donde la industria sigue siendo un puntal. En este sentido, Francia está más cerca de la realidad meridional, junto con Italia y España.

Diversos factores combinados han sido apuntados para explicar la pérdida de competitividad de la industria francesa: la fortaleza del euro, la fabricación de productos –fuera de notables excepsiones– de gama media, la modesta inversión en investigación, el olvido de las pequeñas y medias empresas, la semana laboral de 35 horas, los costes salariales y las cargas sociales que deben asumir las empresas y que encarecen el valor del trabajo: por cada 100 euros netos de salario, las empresas deban pagar 185 euros.

El cambio de este último sistema constituye el eje del último plan anticrisis aprobado por Sarkozy en el Consejo de Ministros del 8 de febrero, en la recta final de su quinquenato, a sólo dos meses y medio de la primera vuelta de las elecciones presidenciales.

El proyecto gubernamental, que ha iniciado ya su tramitación parlamentaria, consiste en exonerar a las empresas de una parte de las cargas sociales –en concreto, las que costean la política familiar– y financiar esta parte de la protección social por vía fiscal, aumentando en 1,6 puntos –hasta el 21,2%– el tipo medio del IVA. Este cambio debería entrar en vigor el próximo 1 de octubre. Pero para entonces, bien podría haber un nuevo presidente y un nuevo Gobierno. Y, según cómo, suspender su aplicación.

Adiós franco, adiós

A medianoche de ayer, el Banco de Francia cerró sus buzones y no admitió ni un billete más. A medianoche terminaba el plazo legal límite para cambiar los últimos francos franceses –acuñados por primera vez en 1360 para pagar el rescate del rey Juan II, prisionero de los ingleses– por rutilantes euros. Diez años después de la adopción de la moneda única europa, los últimos rezagados hacían todavía incomprensibles colas frente a las oficinas del antiguo banco emisor para desembarazarse de sus últimos Curie (efigie del billete de 500 francos), Eiffel (200), Cézanne (100), Saint-Exupéry (50) y Debussy (20), como si no hubieran tenido todo el tiempo del mundo para hacerlo hasta ayer.

La mayor parte de quienes aguardaban a las puertas de las oficinas eran gente de edad avanzada –aunque no todos–, que en su mayor parte habían encontrado los viejos billetes en algún rincón olvidado. En general, se trataba de pequeñas cantidades. “Yo tengo un billete de 500 francos. Eso antes permitía vivir una semana. Ahora son 76 euros. No es nada”, constataba una mujer que culpaba al euro –como la mayoría de los franceses– del encarecimiento del coste de la vida.

Un sondeo realizado tiempo atrás situaba en el 69% la proporción de franceses que echaba de menos los tradicionales francos. El regreso al franco, en cambio, no es una reivindicación mayoritaria, por irrealista: sólo una tercera parte lo defienden. Así como algunos políticos soberanistas –como Marine Le Pen (Frente Nacional) o Nicolas Dupont-Aignan (Debout la République)– pero también de extrema izquierda –como Jean-Luc Melenchon (Frente de Izquierda)–.

El Banco de Francia esperaba haber cambiado viejos francos por valor de entre 50 y 60 millones de euros al final de la jornada. Una bagatela, si se tiene en cuenta que había perdidos en la naturaleza billetes por valor de casi 4.000 millones de francos, el equivalente a unos 600 millones de euros. Todos los billetes que a medianoche no habían sido cambiados ya no tienen hoy absolutamente ningún valor, ni siquiera como objeto de colección. Todo el dinero no recuperado –más de 500 millones de euros– se convierte en un regalo inesperado para las endeudadas arcas del Estado francés.

No es probable que haya tantos viejecitos olvidadizos en Francia. Seguramente, una parte de este dinero debía tener un origen poco confesable. En otros casos, los propietarios han preferido no tener que explicar a las autoridades por qué habían escondido ciertas cantidades de dinero. Algunos de ellos han acudido estos días a alguno de los casinos Barrière, donde podían probar suerte y jugárselos en la ruleta. Sin incómodas preguntas.

Reconciliación franco-británica

La paz vuelve a reinar en el Canal de la Mancha. Nicolas Sarkozy y David Cameron han decidido dar por cerrado el enfrentamiento que ambos protagonizaron el pasado mes de diciembre en Bruselas a causa de la férrea oposición de Londres al nuevo tratado presupuestario impulsado por París y Berlín. Para Francia, como para el Reino Unido, la alianza estratégica bilateral debe pasar por encima de las inevitables discrepancias europeas.

Sin la más mínima sombra de rencor o de reticencia, en un ambiente –por el contrario– cordial e incluso caluroso, el presidente francés y el primer ministro británico aprovecharon la celebración ayer en París de la cumbre anual franco-británica para sellar públicamente su reconciliación entre lisonjas y parabienes. El enfrentamiento de Bruselas, lejos de marcar una inflexión en la relación entre ambas capitales, quedará reducido a un accidente, encerrado en un paréntesis.

Sarkozy y Cameron acordaron buscar un mecanismo de concertación en el seno de la UE entre ambos países –con la participación ineludible de Alemania y, probablemente, también de Italia– para tratar de aproximar posturas en lo posible y, en todo caso, gestionar las diferencias sin que se repita un choque semejante en el futuro. “Europa necesita a Gran Bretaña”, subrayó Sarkozy, consciente de que cada cual tiene unas líneas rojas que no está dispuesto a sobrepasar.

Entre Londres y París hay demasiados intereses comunes como para que sean distorsionados por las divergencias sobre el futuro de la integración europea. Ayer mismo se comprobó con la firma de diversos acuerdos y contratos en materia de defensa y desarrollo de la energía nuclear.

Francia y el Reino Unido acordaron impulsar conjuntamente el proyecto de un nuevo avión de combate teledirigido en el horizonte del año 2030, en el que participarán el grupo británico BAE Systems y el francés Dassault Aviation. El proyecto, así como otro de próxima firma para el desarrollo de un nuevo misil anti-navío, se enmarcan en la perspectiva de un progresiva mutualización de los gastos de defensa, fruto de los acuerdos de Lancaster House firmados en noviembre de 2010. Esta cooperación se ha traducido ya en la creación de un laboratorio común de ensayos nucleares. Más allá de la colaboración en materia de armamento, los acuerdos de Lancaster House han tenido en la exitosa intervención militar franco-británica en Libia, contra el régimen de Muamar el Gadafi, su principal traducción. Ambos países prevén asimismo constituir una fuerza expedicionaria común en 2016.

Las empresas francesas EDF y Areva firmaron también varios contratos para el desarrollo de nuevos reactores nucleares del tipo EPR en Gran Bretaña, el primero de los cuales debe construirse en Hinkley Point.

Cameron se mostró enormemente generoso con su interlocutor, teniendo en cuenta que hace sólo dos meses Sarkozy le increpó en una cumbre europea reprochándole ásperamente haber perdido la oportunidad de callarse. El primer ministro británico, todo miel, no sólo remarcó el excelente momento de las relaciones franco-británicas –“No podrían ser mejores, dijo–, hasta el punto de comparararlas con las del periodo de la Segunda Guerra Mundial, sino que alabó la figura política del presidente francés, de quien confesó “admirar el liderazgo y el coraje” y en cuya cuenta apuntó el éxito de la intervención militar conjunta en Libia.

El líder tory, siguiendo los pasos de la canciller alemana, Angela Merkel, llegó incluso a manifestar a Sarkozy su apoyo cara a las próximas elecciones presidenciales francesas. “Quiero desear buena suerte a mi amigo en su batalla electoral”, afirmó para satisfacción del presidente francés.

Tanta entrega no se explica únicamente por afinidades políticas o intereses estratégicos. Hay también, detrás, motivos personales. El primer ministro británico desveló parcialmente el porqué de esta proximidad en un reciente encuentro en Londres con ministros y empresarios franceses. Cameron confió a sus interlocutores –según explicó el semanario económico Challenges el pasado 26 de enero– que el presidente francés se había preocupado personalmente, en septiembre de 2010, de alertar al premier británico del agravamiento del estado de salud de su padre –hospitalizado en Toulon– y empujarle a tomar el avión lo más rápidamente poible. “Debo a Nicolas haber podido volver a ver a mi padre antes de su muerte”, explicó. A veces, no todo es política.

viernes, 17 de febrero de 2012

Un lema de mal agüero

Hay coincidencias desafortunadas, inquietantes incluso. La elección del lema de campaña de Nicolas Sarkozy, recién anunciado candidato a la reelección a la presidencia de la República, “La Francia fuerte”, podría acabar siendo algo más que una desgraciada casualidad: un mal presagio. El eslogan sarkozysta, casi un calco del utilizado en la segunda vuelta de las elecciones de 1981 por Valéry Giscard d’Estaing –“Hace falta una Francia fuerte”–, subraya los numerosos paralelismos existentes en la trayectoria de ambos presidentes. Y evoca la posibilidad de un idéntico final.

Elegido en 1974, tras la inesperada muerte de Georges Pompidou, Valéry Giscard d’Estaing insufló un aire nuevo en el Elíseo. Presidente reformador y modernizador, renovó de entrada la imagen del jefe del Estado –hasta entonces vinculada en la opinión pública a la severidad del general De Gaulle–, introduciendo un nuevo estilo de aires kennedyanos, más acorde con los tiempos. Jugó a fondo la carta de la exposición mediática, en la que incluyó a su familia. Y se salió del encarcarado molde institucional para intervenir directamente en los asuntos de gobierno, lo que provocó fuertes enfrentamientos con su entonces primer ministro Jacques Chirac. Giscard fue acusado en su momento de tener una concepción monárquica de la presidencia y de actuar con arrogancia...

Cambiando la fecha y el nombre, hoy podría escribirse prácticamente lo mismo de Sarkozy. Pero no todo se reduce a las semejanzas personales. Hay también llamativas analogías políticas. Giscard tuvo que hacer frente también a una profunda crisis económica –desencadenada por la crisis del petróleo– y adoptar, con Raymond Barre en Matignon, una política de austeridad. Como Sarkozy en la actualidad, Giscard llegó a las elecciones de 1981 con una baja popularidad...

Victorioso en la primera vuelta, en la que acabó en primer lugar con el 28,3% de los votos, Giscard cayó sin embargo en la segunda frente al socialista François Mitterrand por 51,8% a 48,2%. Su derrota fue precipitada por la división de la derecha. Al frente de una coalición de centro, la UDF –autodisuelta en 2007 en el actual Movimiento Demócrata de François Bayrou–, Giscard tuvo que sufrir la competencia directa del partido gaullista de Chirac –el RPR–, quien en la segunda vuelta fue enormemente tibio a la hora de apoyar a su aliado. En sus memorias, Giscard ha llegado a acusarle de haber maniobrado bajo mano para apoyar a Mitterrand, con el fin de hacerse con el liderazgo de la derecha. Si fue así, la jugada le salió perfecta.

Nicolas Sarkozy no tiene, en su campo, un competidor de la fuerza política y la peligrosidad de Chirac. Nadie en su partido –la Unión por un Movimiento Popular (UMP)– y sus satélites puede disputarle el liderazgo. Al menos, mientras no pierda. Pero sus expectativas electorales se ven seriamente recortadas tanto por el lado de la extrema derecha –a manos del Frente Nacional de Marine Le Pen– como por el centro –a manos de Bayrou–, que sumados captan un 30% de la intención de voto en la primera vuelta. El riesgo para Sarkozy es que una buena parte de estos votos se le escapen en la segunda vuelta hacia el candidato socialista. Lo que le convertiría, con Giscard, en el segundo presidente derrotado tras haber gobernado un único mandato.


Sarkozy apela a “la Francia del no”

Sarkozy se estrenó ayer como candidato con un primer y breve mitin en Annecy. Combativo, agresivo con su rival socialista –a quien acusó de “mentir mañana y tarde”–, el presidente se dirigió a las clases populares y medias en un tono decididamente populista. Sarkozy enarboló de nuevo su idea de recurrir al referéndum para dar la voz al pueblo, criticó la influencia de las élites y prometió “devolver la palabra a la Francia del no”.

jueves, 16 de febrero de 2012

La fatalidad se llama Emma

El  suceso  horrorizó  a Francia entera a principios del 2006. Una banda del extrarradio sur de París, liderada por un oscuro personaje –Yusuf Fofana–, secuestró y torturó hasta la muerte a un joven judío, Ilan Halimi, por un improbable  rescate.  La  víctima fue conducida a la trampa mortal que le esperaba en Bagneux seducido por una atractiva joven de 17 años de origen iraní, Emma Arbabzadeh, a quien haber actuado como cebo le valdría después una condena a nueve años de prisión.

Por Emma murió el infortunado Ilan Halimi. Y por el amor de Emma acabaría tirando su vida por la borda Florent Gonçalves, de 42 años, director de la cárcel de mujeres de Versalles, donde la joven –que hoy tiene 23– cumplía su  pena.  Descubierta  su  pasión prohibida a principios del 2011, Gonçalves cayó en el abismo. Destituido de su cargo y expulsado de la carrera –actualmente está sin empleo–, abandonado por su mujer –con la que tiene una hija–, el ex director  de  prisión  se  sentó ayer en el banquillo acusado de infringir la normativa penitenciaria. La condena le cayó ayer mismo: dos años de cárcel, uno de ellos firme. Su amante recibió, por su parte, un año de prisión con ocho meses de suspensión condicional.

Todo  empezó  a  finales  del 2009, cuando Emma Arbabzadeh, que había ingresado dos años antes en la prisión de Versalles, dijo al director que estaba enamorada de él. A Gonçalves, hechizado por la joven, se le abrió el suelo bajo los pies y se vio arrastrado por una pasión devoradora. ¿Una nueva trampa de la mujer fatal? Los testimonios indican más bien lo contrario y hablan de una sincera y tierna relación de amor.

Por este amor, Gonçalves se saltó la normativa a la torera. Mantuvo una correspondencia secreta con su amada, a la que   facilitó   dos tarjetas   telefónicas y entregó dinero. Y mantuvo con ella en dos ocasiones  relaciones sexuales en la sala de informática de la prisión. La historia  duró hasta que, por   celos, otras presas y un guarda penitenciario  le  denunciaron.
En  septiembre pasado, Emma salió de la cárcel en libertad  condicional,  tras  haber cumplido más de cuatro años. Los dos amantes se vieron varias veces, hasta que Gonçalves sintió la evidencia de que su relación “no tenía futuro”. “Todo esto me ha costado lo que hasta entonces había sido mi vida”, ha escrito en un libro donde relata su experiencia. Pero, como cualquier enamorado, no se arrepiente: “A pesar de todos los sufrimientos y todos los daños, no lo lamento”.

Sarkozy se lanza a la carrera

Nicolas Sarkozy ya está en la carrera del Elíseo. Ha sido el último en sumarse. Anoche, finalmente, el presidente francés comunicó oficialmente a la opinión pública su decisión de presentarse a la reelección para un segundo mandato. “No hacerlo sería como un capitán que abandona el barco en plena tormenta”, justificó en una breve entrevista en el canal de televisión TF1, en la que se presentó como el hombre capaz de hacer frente a la crisis y garantizar una “Francia fuerte” –su probable lema de campaña– que proteja a los ciudadanos.

Lejos del profeta de la “ruptura” de hace cinco años, Sarkozy encarnó anoche el candidato de la continuidad. Para proseguir el proceso de reformas, vino a decir, pero siguiendo el camino ya trazado en el 2007: “No se puede hacer todo en cinco años”, alegó. La única novedad expuesta por el presidente en su intervención –aunque ya avanzada en una entrevista el fin de semana pasado en Le Figaro Magazine– fue su voluntad de recurrir, si es reelegido, al referéndum para “devolver la palabra al pueblo”. “Hay muchos franceses que tienen la sensación de haber sido desposeídos del poder por las élites, los sindicatos, los partidos políticos”, razonó. Sus partidarios le quisieron ver sobrio. Pero también pareció apagado, y a la defensiva incluso en algunos momentos.

Sarkozy arranca la carrera con un saco de piedras atada a las piernas. Con un nivel de popularidad bajo mínimos desde hace cuatro años –hasta el punto de haberse convertido en el presidente más impopular de la historia de la V República–, los sondeos de intención de voto le vaticinan desde hace meses, de forma invariable, una derrota sin paliativos frente al candidato socialista al Elíseo, François Hollande.

Las encuestas hechas públicas esta semana otorgan al presidenciable del PS una ventaja de entre cuatro puntos y medio –es el caso de la de Ifop para Paris Match, 30% a 25,5%– y cuatro puntos –28% a 24%, según la de Harris Interactive para VSD– en la primera vuelta. Pero, sobre todo, ambas coinciden en asegurar a Hollande una elección aplastante, humillante incluso, en la segunda vuelta frente a su rival: por 57,5% a 42,5% y 57% a 43%.

El presidente francés pasaría, así, a engrosar la lista de dirigentes políticos europeos caídos por obra y gracia de la crisis. Sólo que, en su caso, el descenso a los infiernos empezó mucho antes: entre finales del 2007 y principios del 2008, cuando las clases populares que le votaron masivamente hace cinco años se sintieron traicionadas por el olvido de sus promesas, así como su comportamiento personal. El problema de Sarkozy no es tanto la crisis como su falta de credibilidad.

La situación es muy diferente a la del 2007, cuando tanto Nicolas Sarkozy –en la derecha– como Ségolène Royal –en la izquierda– consiguieron despertar en sus respectivos campos un ferviente entusiasmo, una fuerte esperanza. Sarkozy, pese a haber sido varias veces ministro con Jacques Chirac, logró incluso la proeza de presentarse como alguien nuevo y defender la “ruptura”. Nada de todo esto existe hoy. Hollande no genera la misma pasión que su ex compañera hace cinco años. Pero tampoco Sarkozy, quien ha sufrido un duro desgaste en el poder. Y su rival concita las esperanza de cambio.

La espectacular recuperación del ultraderechista Frente Nacional (FN), liderado esta vez por Marine Le Pen –la hija del fundador–, a quien los sondeos otorgan entre el 17,5% y el 20% y colocan en tercer lugar, está directamente vinculada a la profunda decepción experimentada por el electorado popular, especialmente los obreros. Hasta el punto de que muchos prefieren votar a Hollande en la segunda vuelta como castigo.

La situación del presidente francés es delicada. En los últimos días ha venido en su ayuda la retirada –una confirmada y la otra inminente– de dos candidatos menores que podían arañarle votos entre el electorado conservador y de centro-derecha: la democristiana Christine Boutin y el centrista Hervé Morin. Pero la diferencia con el FN no es todavía suficientemente amplia como para descartar el riesgo de que Marine Le Pen pueda repetir la hazaña de su padre en 2002, cuando descabalgó al entonces primer ministro socialista Lionel Jospin, y pasar a la segunda vuelta. Esta vez a costa del candidato de la derecha.

El temor a una repetición del Síndrome del 21 de abril explica, en gran medida, el acusado giro a la derecha que Sarkozy ha impuesto a su discurso político desde el pasado fin de semana, resucitando los viejos éxitos del hit parade de la derecha francesa: reivindicación de la autoridad, control de la inmigración, lucha contra la delincuencia, denuncia del fraude a las ayudas sociales, rechazo al matrimonio homosexual y la eutanasia...

No era ésta la estrategia inicial de Sarkozy, determinado no hace muchas semanas a explotar al máximo su condición de presidente de la República, de hombre de Estado y de gobierno con la suficiente experiencia y coraje para sacar a Francia de la crisis. Lo que pasaba por retrasar su declaración de candidatura hasta finales del mes de marzo, como François Mitterrand en 1988. Pero la gran operación mediática organizada a finales de enero-principios de febrero con el anuncio en televisión de un importante plan anti-crisis y la aparición conjunta con la canciller alemana, Angela Merkel se reveló un fracaso.

Sarkozy, en tanto que candidato, entrará hoy mismo en materia con un primer acto electoral en Annecy y un gran mitin organizado el próximo domingo en Marsella. Ayer, pocas horas antes de aparecer en televisión, recibió desde Nueva York, vía Twiter, un apoyo muy especial. Su ex esposa Cécilia le deseaba buena suerte: Good luck!

Sanción fulminante en la UMP por negacionismo

El diputado conservador Christian Vanneste recibió ayer la sanción fulminante de la dirección de su partido, la Unión por un Movimiento Popular (UMP) de Nicolas Sarkozy, por haber negado en una entrevista que los homosexuales franceses hubieran sido víctimas de deportaciones durante la Segunda Guerra Mundial. En sus controvertidas declaraciones –que generaron ayer vivas condenas de toda la clase política francesa–, Vanneste considera probada la represión sufrida por los homosexuales alemanes bajo el régimen nazi, pero no así por los franceses. Es una “famosa leyenda”, afirmó. La dirección de la UMP, a iniciativa de su secretario general, Jean-François Copé, reaccionó inmediatamente retirándole la investidura del partido para las elecciones legislativas del próximo mes de junio –justo después de las presidenciales– y abriendo un expediente para su expulsión del partido. Vanneste, integrado en la corriente de la Derecha Popular –ultraconservadora–, es en cierto modo un reincidente: no por abonar el negacionismo, sino por sus declaraciones homófobas. El diputado atribuyó el castigo al “poder del lobby” homosexual.