domingo, 29 de mayo de 2011

Máxima presión sobre Gadafi

La marcha de Muamar el Gadafi del poder en Libia parece ya ineluctable. Uno de sus últimos apoyos internacionales, Rusia, se sumó ayer al resto de países miembros del G-8 –Estados Unidos, Canadá, Japón, Reino Unido, Alemania, Francia e Italia– para exigir la renuncia del dictador libio. Moscú, que se abstuvo en la votación de la resolución 1973 de la ONU que abrió la vía a la intervencion militar internacional, se había mostrado hasta ahora enormememte crítico con los bombardeos occidentales sobre Libia y reticente a aceptar que la misión de proteccion de la población civil autorizada por el Consejo de Seguridad implicara por extensión la caída del régimen.
La declaración del G-8, aprobada por unanimidad, no ofrece ningún género de dudas al respecto: “Gadafi y el Gobierno libio han fallado en su responsabilidad de proteger a la población libia y han perdido toda legitimidad. No tiene ningún futuro en una Libia democrática y libre. Debe partir”. Los rusos podrían ahora tantear, a petición occidental, una posible mediación para acelerar la marcha del dictador libio, según declaró un alto cargo de Moscú al diario ruso Kommersant.
Formalmente, sin embargo, el discurso oficial es de mano dura. El presidente francés y presidente de turno del G-8, Nicolas Sarkozy, rechazó toda negociación previa con el régimen –“No hay mediación posible con Gadafi”, subrayó– e insistió en que el dictador libio debe marcharse. “O Gadafi se va, o pagará las consecuencias”, dijo en tono amenazador. Sólo después de su renuncia, prosiguió, se podrá hablar de las modalidades de una partida “con honor” y de un país de destino.
Por la mañana, en una reunión bilateral, Nicolas Sarkozy y Barack Obama se pusieron de acuerdo en reforzar la presión militar contra el régimen libio. “Vamos a terminar el trabajo”, expresó el presidente de Estados Unidos, que desde que el mando de las operaciones fue asumido por la OTAN se había colocado en segundo plano. Franceses y británicos, que son los que asumen la carga principal, han acordado enviar helicópteros de combate a la zona, una decisión –militarmente arriesgada– que prefigura ataques mucho más precisos contras las tropas de Gadafi. Mientras los miembros del G-8 discutían en Deauville, la OTAN prosiguió con la intensificación de los bombardeos sobre Trípoli.
La cumbre del G-8 lanzó también una seria advertencia al presidente sirio, Bachar el Assad, al que insta poner fin “inmediatamente” al recurso a la fuerza contra su pueblo y amenaza con “otras medidas” si persiste en ello. Los países occidentales piensan en eventuales sanciones, pero por el momento Rusia no quiere ni oir hablar de ello. El presidente ruso, Dimitri Medvedev, se contentó con llamar a Assad a “pasar de las palabras a los hechos” en lo que concierne a sus promesas de democratización. Nicolas Sarkozy, que se había convertido en el principal valedor occidental del presidente sirio, le dio definitivamente la espalda. “Francia ha hecho todo por atraer a Siria al concierto internacional, pero desgraciadamente los dirigentes sirios han hecho formidablemente marcha atrás. Francia les ha retirado su confianza”, declaró el presidente francés, quien su sumó a la posición de Obama de exigir a Assad que pilote la transición o se vaya. El comunicado final de la cumbre reserva también serias admoniciones a Yemen e Irán.
En el otro plato de la balanza, el G-8 acordó movilizar un vasto plan de ayuda financiera para respaldar el proceso de transición a la democracia en Egipto y Túnez, cuyos primeros ministros –Essam Charaf y Béji Caïd Essebsi, respectivamente– fueron invitados a participar ayer en la cumbre de Deauville. El plan para la región debería sumar 40.000 millones de dólares (28.000 millones de euros) de aquí al 2013, la mitad de los cuales –20.000 millones de dólares– serían vehiculados a través de préstamos de organismos imternacionales: Banco Mundial, Banco Europeo de Inversiones (BEI) y Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (Berd). Otros 10.000 millones serían aportados por los países del G-8 y los 10.000 millones de dólares restantes irían a cargo de países del Golfo: Arabia Saudí, Qatar y Kuwait.
Sarkozy anunció la aportación, por parte de Francia y a cuenta de esta ayuda, de 1.000 millones de euros (1.426 millones de dólares) directamente para Egipto y Túnez, que también podrán acceder a 3.500 millones de euros (5.000 millones de dólares) del BEI. Ambos países, castigados por una dura crisis económica, se enfrentan ahora a la deserción del turismo internacional.
La cumbre del G-8 acordó también hacer un llamamiento a israelíes y palestinos a reanudar urgentemente las negociaciones de paz, a partir del los términos expresados por Barack Obama el pasado 19 de mayo, cuando estableció las fronteras de 1967 como base para la creación de una Estado palestino. El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, expresó su apoyo a la iniciativa del rpesidente norteamericano. “El presidente Obama ha enunciado una serie de parámetros muy importantes sobre las cuestiones de seguridad y de territorio que pueden facilitar un proceso de paz”, declaró a <CF21>Le Monde</CF>. Sarkozy, que mantiene una relación fluida con los israelíes –a diferencia de sus antecesores en el Elíseo– expresó asimismo su respaldo a Obama y se felicitó de la “reconciliación palestina”.

Indignaciones incomparables

Nicolas Sarkozy rechazó ayer toda comparación entre el movimiento de los “indignados” en España con los producidos en los países árabes. “No se puede comparar, España es una gran democracia”, afirmó el presidente francés, quien subrayó que, “sin querer quitar mérito a los jovenes españoles”, egipcios y tunecinos luchaban contra dictaduras.


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