En su corta vida, el “escudo fiscal” sólo ha beneficiado a los más ricos. En 2009, el Estado devolvió por este concepto 700 millones de euros a cerca de 19.000 contribuyentes, que recibieron de media un cheque –literalmente, un cheque– de más de 36.000 euros. Un total de 1.169 contribuyentes, con patrimonios superiores a 16 millones de euros, se llevaron las dos terceras partes...
Mientras la crisis económica y el paro se cebaban en los más débiles, y se pedía a todo el mundo que se apretara el cinturón –prolongando la edad de jubilación, por ejemplo–, los millonarios seguían sin ser llamados a contribución. La noticia de que la presidenta de L’Oréal, Liliane Bettencourt, había recibido un cheque de 30 millones de euros, despertó una incomprensión general e hizo la situación insostenible. Sarkozy, que durante mucho tiempo se resistió, se vio forzado a ceder a las presiones de su partido.
Inclinado a compensar esta renuncia con la supresión del Impuesto de Solidaridad sobre la Fortuna (ISF), el presidente francés se ha conformado con elevar el umbral de imposición –que subirá de 800.000 a 1,3 millones de euros–, lo que liberará del pago a 300.000 contribuyentes, sujetos en su mayoría a este impuesto por el alza de los valores inmobiliarios. Para compensar la pérdida de ingresos, la reforma aprobada ayer eleva de nuevo la imposición sobre las sucesiones y las donaciones –prácticamente neutralizada en 2007–, lo que unido al abandono, a principios de año, de la deducción por los intereses pagados en la adquisición de vivienda ha dejado prácticamente en nada la primera reforma fiscal.
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