El código para acceder al
edificio señorial donde reside Hubert Faure, en el oeste de París,
incluye cuatro cifras: 1944. Sin duda, un homenaje de sus vecinos. Porque hace
setenta años, el entonces teniente Faure, alistado en el cuerpo de los comandos
de marina británicos –los boinas verdes–, desembarcó en
Normandía junto a otros 130.000 soldados norteamericanos, británicos y
canadienses con el objetivo de poner fin a la ocupación alemana de Francia y
acabar con el nazismo.
Hubert Faure (Neuvic-en-Dordogne, 1914), que cumplió cien
años el pasado 28 de mayo, fue uno de los 177 integrantes del llamado Comando
Kieffer –por el nombre de su fundador, el comandante Philippe Kieffer–, únicos
representantes de la Francia Libre que participaron en el Día D. Ayer acudió,
entre un millar de otros veteranos, a la conmemoración internacional celebrada
en la playa de Ouistreham –donde él desembarcó– para recibir el homenaje de los
dirigentes de los antiguos países beligerantes.
“Recuerdo perfectamente nuestra partida al atardecer del 5
de junio. Salimos de un pequeño puerto de pescadores de la isla de Wight.
Ibamos en dos barcazas de transporte, yo estaba en la LCI 527. Estaba todo
lleno de barcos, desde donde nos saludaban y vitoreaban al ver nuestras boinas verdes
–rememora con la mirada viva de quien ha visto la muerte de cerca–. La travesía
fue espectacular. Cuando nos acercamos a la costa francesa, el bombardeo de los
acorazados era tan intenso que pensábamos que no encontraríamos ninguna
resistencia”.
No hay lugar para el sentimiento en el relato de Hubert
Faure. Ni para la emoción. No hay lugar para el miedo, la tristeza o el horror.
Es un relato de acción. La acción: una especie de refugio donde huir de lo
insoportable.
El teniente Faure fue de los pocos militares franceses que
se unieron al general De Gaulle en Londres, proscrito por el régimen del
mariscal Pétain. La rendición francesa frente a los alemanes en junio de 1940
le pilló en el valle del río Mosa, en el este de Francia, donde fue hecho prisionero.
Sólo estuvo un mes preso, en Nancy, primero, y en Tulle, después: se evadió a
la primera oportunidad y cruzó la línea de demarcación entre la zona ocupada y
la Francia de Vichy para refugiarse en Dordogne, su región natal, donde se
integró en la Organización de Resistencia del Ejército (ORA). La invasión
alemana de la llamada Zona Libre, en noviembre de 1942, en respuesta al
desembarco aliado en el norte de África, le forzó a huir de nuevo.
Faure y otros oficiales franceses se dirigieron hacia
España, con el objetivo de ganar Portugal y, desde allí, alcanzar el Reino
Unido. Las autoridades franquistas les interceptaron y les mantuvieron
inicialmente internados en un hotel de Pamplona sin poder salir. “Cada dos días
venía un policía español y nos sacaba a pasear”, recuerda. Después fueron
trasladados a un campo de prisioneros en el balneario de Molinar de Carranza.
Faure consiguió evadirse otra vez y si finalmente llegó a Portugal fue gracias
a la ayuda de una granjera cerca de Villalpando (Zamora), que le protegió de un
falangista amigo de la familia: “Le dijo que en su casa nadie pedía los papeles
a un invitado”.
Una vez en Londres, Faure se apuntó voluntario a los
comandos especiales. “El entrenamiento fue muy duro –rememora–, cada mañana
teníamos que caminar 15
kilómetros , con el arma y un equipo de 30 kilos a la
espalda, en menos de una hora”. El 25 de mayo de 1944, finalmente, alcanzaron
la base de Titchfield, cerca de Southampton, donde quedaron internados en
preparación del Día D. “Al llegar estaba aún todo abierto y esa noche salimos a
tomar unas cervezas; cuando nos despertamos al día siguiente, estábamos
rodeados por tres cordones de alambradas”.
Ese día, el comandante Kieffer les anunció que iban a
participar en una importante operación –sin dar más detalles– y les advirtió
que probablemente habría un 50% de bajas... “Nos invitó a hacer testamento, si
queríamos, y nos dio la oportunidad de renunciar. Nadie lo hizo”, explica.
Organizados en dos grupos, los 177 hombres del Comando
Kieffer debían desembarcar en Ouistreham –Sword beach–, atravesar 200 metros de playa y
atacar el Casino de Riva Bella, con la misión de neutralizar los dos cañones y
los nidos de ametralladoras apostados allí por los alemanes. “Desembarcamos a
las 7.21. Nos disparaban desde todas partes, así que tuvimos que saltar al agua
y nadar. Un obús cayó a nuestro lado, pero el agua amortiguó su efecto. Una vez
en la playa generábamos pantallas de humo y aprovechábamos entonces esos
segundos para avanzar –explica–. Yo perdí ese día a la mitad de mi
sección”. Al finalizar la jornada, el grupo había perdido a 39 hombres, entre
muertos (8) y heridos (31), Kieffer entre ellos.
Hubert Faure salió vivo, e indemne, de la cruenta batalla
que se desarrolló en Normandía en las semanas siguientes. Sin embargo, un grave
accidente de circulación cuando se encontraba en Bélgica, para preparar el
desembarco de Walcheren, que daría paso en noviembre de 1944 a la batalla del
estuario de L’Escault por el control del puerto de Amberes, le provocó una
fractura de la columna vertebral que le obligó a guardar tres meses de
convalecencia y le dejó secuelas.
Acabada la guerra, cambió el uniforme por el traje y la
corbata. Ingeniero, se dedicó a construir puentes y embalses por el mundo. Pero
esa es otra historia...
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