François Hollande tiene
buen saque. Eso no es un secreto para nadie. Adora la carne roja, las
salsas rebosantes de mantequilla y la mousse au
chocolat. Todos sus esfuerzos por adelgazarse, en los meses previos
a la elección presidencial de mayo del 2012, acabaron arruinados poco tiempo
después. Pero aun así, anoche tuvo que hacer un esfuerzo especial. A falta de
poder sentar a ambos en la misma mesa, el presidente francés cenó dos veces: a
la temprana hora de las siete de la tarde con el presidente de Estados Unidos,
Barack Obama, y a las nueve de la noche –dos horas después– con el presidente
de Rusia, Vladimir Putin, presentes en París junto a una quincena de jefes de
Estado y de Gobierno para participar hoy en la conmemoración del 70º
aniversario del Desembarco de Normandía. En ambos menús había al menos un plato
en común: la crisis política en Ucrania.
Para agasajar al presidente norteamericano, Hollande eligió
uno de los restaurantes del chef Guy Savoy (tres estrellas Michelin), Le
Chiberta, situado a dos pasos de los Campos Elíseos, cerca del Arco de Triunfo.
Ambos estuvieron acompañados por los jefes de sus respectivas diplomacias,
Laurent Fabius y John Kerry, así como de la consejera de Seguridad
norteamericana, Susan Rice.
A Vladimir Putin, el presidente francés le ofreció una cena
de trabajo –nada muy protocolario, por tanto– en el palacio del Elíseo, junto
con los máximos responsables de Exteriores y otros consejeros. Entre una cita y
otra, Hollande no tuvo mucho tiempo para sobremesas. Ni para digerir. Suerte
que el menú de la primera cena fue más bien ligero: lubina de Normandía –¡cómo
no!– y terrina de pomelo y naranja al té. En la segunda,
también hubo pescado: bavarois de cangrejo de entrante y
rodaballo, de segundo.
La crisis de Ucrania fue anoche el asunto estrella. El
presidente francés estaba empeñado en contribuir a una desescalada y en buscar
una aproximación entre las posiciones de Estados Unidos y de Rusia. Hollande
quería tratar de convencer a su homólogo ruso de que acepte reconocer –al
menos, de facto– la legitimidad del nuevo presidente de Ucrania, Petró
Poroshenko, elegido el 25 de mayo, quien en un gesto de hondo significado ha
sido invitado por el Elíseo también a la conmemoración de Normadía. Lo que
suceda hoy en el almuerzo de las delegaciones internacionales en el Château de
Bénouville y en el acto central de Ouistreham dará la medida de los avances
logrados por Hollande.
El actual presidente francés –a diferencia de Nicolas
Sarkozy– mantiene unas frías relaciones con Putin. Pero en su favor puede
alegar la firmeza de Francia en mantener, pese a las presiones de Estados
Unidos y Polonia, la operación de venta a Moscú de dos fragatas de combate
Mistral, que están actualmente en construcción y que deben ser entregadas el
próximo mes de octubre.
El asunto de las fragatas, íntimamente relacionado con la
crisis de Ucrania, fue uno de los temas delicados de la cena entre Hollande y
Obama, quien poco antes había expresado su “preocupación” por la venta de
buques de tecnología militar avanzada a los rusos. El otro asunto espinoso es
la amenaza de una multa de 10.000 millones de dólares al banco francés BNP
Paribas en Estados Unidos por haber vulnerado el embargo norteamericano a Cuba,
Irán, Libia y Sudán, que Hollande considera desorbitada y pide que sea
suavizada.
Antes de la doble cena, el presidente francés recibió a la
reina Isabel II de Inglaterra, en visita de Estado en Francia, y ambos
recorrieron los Campos Elíseos escoltados por la Guardia Republicana a caballo.
La cena, en este caso, la dejó para esta noche.
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