A juzgar por la
mandíbula crispada de Vladimir Putin y el semblante grave de Petro Poroshenko,
el camino hacia la resolución de la crisis en Ucrania será difícil y complejo.
Pero el primer encuentro entre el presidente ruso y su homólogo ucraniano ayer
en Normandía, al calor de la conmemoración del 70º aniversario del Desembarco
aliado en Francia contra la ocupación por la Alemania nazi, parece marcar un
inicio de deshielo. El espírito de reconciliación que marcó las ceremonias pudo
tener algún efecto. Aunque lo decisivo fue la acción diplomática de París y
Berlín.
Los presidentes de Rusia y Ucrania se pusieron de acuerdo,
según confirmó el portavoz del Kremlin, Dimitry Peskov, a la agencia rusa RIA
Novosti, en la necesidad de lograr “lo más rápidamente posible el cese del
derramamiento de sangre (en Ucrania) y de las acciones armadas por parte de
ambos lados, tanto de las fuerzas armadas ucranianas como de los partidarios de
la federalización de Ucrania”, esto es, de los rebeldes prorrusos que han
tomado el control de varias ciudades del este del país con el apoyo de Rusia. Ambos expresaron asimismo su acuerdo en que la solución del conflicto sólo
puede ser “política y pacífica”.
Este acercamiento fue propiciado, mano a mano, por François
Hollande y Angela Merkel, quienes estuvieron presentes en la breve conversación
que mantuvieron los dirigentes ruso y ucraniano en un aparte del almuerzo
oficial de los jefes de Estado y de Gobierno de 19 países –más la Unión
Europea– que se celebró en el Château de Bénouville. Fuentes del Elíseo
calificaron de “avance” lo conseguido ayer, pues ambas partes hablaron de la
necesidad de abrir un diálogo en los próximos días para acordar medidas
concretas para un alto el fuego, aunque admitieron que éste es todavía un
avance “frágil”. El objetivo europeo es que Putin reconozca oficialmente al
presidente electo ucraniano –que debe ser formalmente investido hoy–, una
condición que también reclama el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
El presidente francés fue quien tuvo la iniciativa de
invitar –a última hora– a los actos en Normandía a Poroshenko, y en la cena que
mantuvo el jueves por la noche con Putin en el palacio del Elíseo intentó
persuadirle de la conveniencia de buscar una vía de salida al conflicto a
través del diálogo con las nuevas autoridades de Kiev. Por su parte, la
canciller alemana, que mantiene una relación mucho más fluida con el líder del
Kremlin, se reunió con el presidente ruso durante una hora en la mañana de ayer
en un hotel de la ciudad balnearia de Deauville y, después del encuentro con Poroshenko
al margen de la comida oficial, aprovecharon los momentos muertos de la ceremonia celebrada
en la playa de Ouistreham para seguir conversando. En un momento dado, el
presidente ucraniano estuvo situado justo entre Putin y Merkel. Pero sin
intervenir directamente.
De su parte no llegó ninguna confirmación de lo tratado con
su homólogo ruso ni de su intención –o no– de detener la actuación del ejército
ucraniano contras los insurgentes. Por el momento, los combates prosiguen en el
este del país. Los rebeldes prorrusos aseguraron ayer estar sufriendo un ataque
de las fuerzas gubernamentales con carros de combate en su feudo de Slaviansk.
El espíritu de Normandía propició asimismo un breve
encuentro, de quince minutos, entre Obama y Putin, cuyas relaciones han
experimentado a raíz de la crisis ucraniana una profunda degradación. Ambos abordaron
brevemente la situación en Ucrania y, al decir del mismo portavoz del Kremlin,
estuvieron asimismo de acuerdo en que es urgente el cese de la violencia y de
las acciones militares.
La Casa Blanca no llegó a tanto. El viceasesor de seguridad
nacional Ben Rhodes señaló desde Washington que el encuentro, suscitado también
en paralelo al almuerzo oficial, había sido “informal” y que no podía elevarse
al rango de una reunión bilateral. Sea como fuere, era la primera vez que ambos
se veían cara a cara desde que Rusia ocupara la península ucraniana de Crimea y
respaldara a las milicias prorrusas del este del país.
La víspera, en Bruselas, el presidente de Estados Unidos
instó a su homólogo ruso a reconocer al nuevo presidente ucraniano –elegido en
las elecciones del pasado 25 de mayo– y a dar un giro a su política
intervencionista en Ucrania. “Si no lo hace –advirtió Obama–, si mantiene su
estrategia de minar la soberanía de Ucrania, entonces no tendremos más remedio
que responder”. El presidente norteamericano expresó su esperanza de que Putin
cambie de dirección, señalando no obstante que estará atento “a los hechos y no
a las palabras”.
A la investidura oficial hoy de Poroshenko está previsto que
acudan delegaciones de 56 países. En
representación de Rusia estará su
embajador en Kiev, Mijail Zurabov.
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