"Veo
por primera vez en el partido la aparición de un antisarkozysmo
nuevo...”. El afable Jean-Pierre Raffarin lo constató hace un par de días
durante una entrevista radiofónica. El partido al que aludía no era otro que la
Unión por un Movimiento Popular (UMP) y lo nuevo, lo realmente nuevo, no es el
antisarkozysmo en sí –ampliamente enraizado en la izquierda–, sino su aparición
en el seno mismo del partido de Nicolas Sarkozy. El ex primer ministro francés
debe saber bien de qué habla, puesto que sus dos colegas del triunvirato que
gobierna provisionalmente la UMP, Alain Juppé y François Fillon, se han sumado
poco o mucho a esta nueva corriente interna.
El amado líder, la gran esperanza blanca, ya no
es ni una cosa ni la otra. Los barones de la derecha francesa le disputan
abiertamente el derecho a ser candidato al Elíseo en el 2017, mientras algunos
jóvenes cuadragenarios se proponen tomar, a sus expensas, las riendas del
partido en el congreso extraordinario del próximo otoño. “¡El jefe vuelve!”
proclamaba esta semana con un optimismo poco fundado el ex ministro Roger
Karoutchi, uno de sus fieles. La verdad es que está lejos de haber en el
partido un clamor que pida su retorno –¿no fue acaso Sarkozy quien les condujo
a la derrota en el 2012 y ha llevado a la UMP al borde de la quiebra?– y cada
vez hay más voces que se atreven a criticar en voz alta al antiguo patrón. ¡Lo
nunca visto!
Nicolas Sarkozy había previsto
volver como salvador de la patria, reclamado para rescatar a Francia del
desastre como se reclamó el retorno de De Gaulle en 1958. Pero, a juzgar por
las reticencias –cuando no la oposición frontal– que tal regreso suscita en el
seno de su propio partido, le espera un camino lleno de espinas, sin que el éxito
final esté asegurado. De momento, pues, calla. Y deja que sean los suyos
quienes hablen por él... Porque en el momento en que descienda a la arena, será
la guerra.
Las escaramuzas, de hecho, se suceden sin
descanso. El escándalo Bygmalion –del nombre de la agencia de comunicación que
preparó facturas falsas para enmascarar el gasto electoral desmesurado de la
campaña presidencial de Sarkozy en el 2012– no sólo ha costado su puesto al
presidente de la UMP, Jean-François Copé, sino que planea como una amenaza
sobre el ex presidente francés, señalado como el gran culpable de que el partido
se encuentre en un estado financiero dramático. “La UMP está en riesgo de
desaparecer”, advirtió días atrás Juppé en tono apocalíptico.
Si Sarkozy sueña con volver al Elíseo en el 2017 –de la
inevitabilidad de lo cual ha logrado convencer a su esposa, la cantante Carla
Bruni–, otros sueñan con alcanzarlo por primera vez. Y no parecen dispuestos,
en esta ocasión, a cederle el paso.
El primero de ellos es Alain Juppé, elevado –con un 52% de
opiniones favorables– a la categoría de la figura política más popular de
Francia, que parece haber dejado de jugar al ratón y al gato con su posible
candidatura. El ex primer ministro y antiguo delfín de Jacques Chirac –a quien
este calificó como “el mejor de todos nosotros”– admitió anteayer por primera
vez públicamente que se plantea presentarse a las primarias de su partido, que
se celebrarán presumiblemente en el 2016, para ser elegido candidato a la
presidencia de la República, y que tomará una decisión a principios del 2015.
“Si me lanzo, será para ir hasta el final”, advirtió.
Su compañero de triunvirato François Fillon hace tiempo que
no esconde esa misma ambición. El ex jefe de Gobierno de Sarkozy durante sus
cinco años de mandato se ha empancipado definitivamente y no duda en hacerse
abanderado de la “ruptura” que el ex presidente prometió y no llevó a cabo.
Fillon aborda la etapa de Sarkozy utilizando palabras insospechadas tales como
“errores”, cuando no “desastre”...
Con menor peso en el partido, pero similar
aversión hacia la figura del antiguo líder, el ex ministro Xavier Bertrand
aspira también al Elíseo y rechaza que Sarkozy pueda pretender presentarse
saltándose las primarias. “No hay ningún hombre providencial en la derecha,
nadie es incontestable”, ha declarado, mientras dedica su tiempo a hacer un
balance crítico del expresidente: “Su política no estuvo a la altura de los
resultados esperados”, dice.
Poco convencido de ganar unas primarias, Sarkozy baraja la idea
de asegurarse la nominación tomando antes el control del partido en el congreso
del otoño, esto es, presentándose de nuevo candidato a la presidencia de la
UMP. Pero también aquí tiene oponentes: el exministro Bruno Le Maire ya ha
anunciado su candidatura, al grito de “Yo propongo la renovación frente a la
restauración”. Las balas silban.
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