Un control
ordinario antidroga de la policía de aduanas francesa ha permitido detener al
presunto autor de la matanza, el pasado 24 de mayo, del Museo Judío de
Bruselas, en la que perdieron la vida cuatro personas: un matrimonio israelí,
una voluntaria francesa y un empleado belga. El sospechoso es un ciudadano
francés de 29 años, Mehdi Nemmouche, quien al parecer habría combatido durante
un año y medio en Siria en las filas del grupo yihadista Estado Islámico en Iraq y el Levante (EIIL),
una organización vinculada a Al Qaeda.
El perfil de Nemmouche guarda extraordinarias similitudes
con el de Mohamed Merah, el terrorista de Toulouse que en marzo del 2012
asesinó a tres militares y a cuatro personas de confesión judía –entre ellas,
tres niños– en la capital del Midi y en Montauban. Y pone dramáticamente de
relieve que el temor de las autoridades a que el retorno de los más de 700
yihadistas franceses que combaten o han combatido en Siria desemboque en una
ola atentados terroristas en suelo europeo tiene fundamento.
Mehdi Nemmouche fue detenido por azar el pasado viernes,
poco después del mediodía, a su llegada a la estación de autobuses
Saint-Charles de Marsella, en el sur de Francia, adonde llegó a bordo de un
autocar de línea procedente de Amsterdam y Bruselas. La policía aduanera, que
realiza periódicos controles sobre esta línea –utilizada por traficantes de
droga–, subió al autocar y, tras percibir el nerviosismo de Nemmouche, le hizo
abrir su equipaje. Cuál no fue su sorpresa al hallar dentro un fusil de asalto
Kalashnikov y un revólver P38, así como numerosa munición. Que el presunto
autor de la matanza de Bruselas viajara con semejante arsenal hace sospechar a
los expertos de la lucha antiterrorista que pudiera estar preparando nuevos
atentados en Francia.
En la bolsa, la policía encontró también un pañuelo con las
siglas del grupo yihadista EIIL, una gorra similar a la que llevaba el autor de
la matanza –segú se pudo observar en las grabaciones de las cámaras de
vídeovigilancia del museo–, una cámara portátil de tipo GroPro, con la que
presuntamente intentó grabar –al igual que hizo Mohamed Merah en Toulouse– el
atentado del Museo Judío y, lo que parece definitivamente incriminatorio, una
grabación de cuatro minutos en una tarjeta de memoria en la que Nemmouche
muestra sus armas y reivindica la autoría del atentado de Bruselas. Así lo
explicó el fiscal de la República de París –responsable de los asuntos de
terrorismo–, François Molins, quien dijo que las armas incautadas, a falta de
lo que digan las pruebas balísticas, “son del mismo tipo que las utilizadas el
24 de mayo”.
Acusado de los presuntos delitos de asesinato, tentativa de
asesinato, y detención y transporte de armas con fines terroristas, a Nemmouche
se le ha aplicado la legislación antiterrorista, que permite una detención
policial de 96 horas –hasta mañana martes–, prorrogable hasta 144 horas en caso
de amenaza inminente. Hasta el momento, según explicó el fiscal, el sospechoso
se ha acogido a su derecho a no declarar y no ha dicho ni una palabra, más allá
de decir que reside en Bélgica, que no tiene domicilio fijo y que vive del robo
de coches. La investigación ha sido encomendada a la Dirección General de
Seguridad Interior (DGSE)
Natural de la ciudad francesa de Roubaix (Norte), junto a la
frontera belga, Mehdi Nemmouche era un delincuente de poca monta, hasta que
después de una condena de cinco años de prisión –entre el 2007 y el 2012– por
un atraco emergió como un islamista radical. Las autoridades penitenciarias
dieron la alerta sobre este proceso de radicalización y la DGSE le fichó. Pero pronto le perdió la pista: poco después de su
liberación, el 2 de diciembre, Nemmouche visitó a su familia –una tía suya– en
la localidad de Tourcoing, cerca de Roubaix, y abandonó el país. Tras pasar por
Bélgica, el Reino Unido, Líbano y Turquía, alcanzó presuntamente Siria y se
sumó al EIIL, el grupo más extremista de los que combaten al régimen de Bachar
el Asad.
Nada más se supo de Nemmouche hasta el mes de marzo de este
año, en que la policía de fronteras de Alemania alertó a la DGSE –que le había
inscrito en el fichero de personas buscadas– de que había entrado en el país.
Todo indica que, inmediatamente después, se trasladó a Bélgica, donde tiene
algunos conocidos. Nadie le sometió a vigilancia, lo que plantea interrogantes
sobre la coordinación entre los diversos servicios de seguridad. Tras cometer presuntamente el atentado del 24 de mayo, el
sospechoso se mantuvo escondido durante cinco días en Bélgica –la polcía belga
estaba interrogando ayer a dos individos por su presunta relación con el terrorista–
y el jueves tomó el autocar que le condujo hasta Marsella.
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